JUEVES Ť 5 Ť ABRIL Ť 2001

Jean Meyer

Profecía

Podría seguir hablando de Macedonia puesto que mi artículo me ha valido más correspondencia que cualquier otro: de Skopje, Atenas, Estambul, Belgrado, Nueva York y México. A la vez tengo que recordar que Israel sigue siendo el conflicto de conflictos y la contradicción de contradicciones: opino que Israel debe evacuar los territorios ocupados en 1967. Pero al mismo tiempo la sequía que azota a nuestro país, sin que los habitantes de ciertas ciudades se den cuenta (protestan cada vez que amenaza con llover), me lleva por otros lados.

Un fenómeno climatológico como la sequía nos obliga a pensar a largo plazo, con o sin calentamiento del planeta, con o sin participación de los hombres en dicho fenómeno. La Biblia nos recuerda, para el antiguo Egipto, la sucesión de siete vacas flacas y de siete vacas gordas, y que toda la inteligencia política de José El Soñador consistía en prever. Parece que con nuestros adelantos científicos hemos perdido toda capacidad previsora; a lo mejor son los mismos adelantos que nos incapacitan. En efecto, la ciencia y la tecnología han conocido una aceleración tal que nos acercamos al momento en el cual la velocidad en la innovación vuelve anacrónicas casi todas las tecnologías hasta ahora fundamentales (transportes terrestres y aéreos amenazados de caos, comunicación, informática, robotización en mutación constante, grandes sectores industriales amenazados por el derrumbe que causa la modernización). El único obstáculo que encuentra ese proceso que acelera de manera autocatalítica es el factor financiero y el factor social.

El capital ha tenido su papel en el fenómeno, pero se encuentra hoy amenazado por el mismo: la introducción en el mercado mundial de ciertas innovaciones puede tener un costo demasiado elevado y el tiempo necesario para reciclar la mano de obra y enseñar las nuevas técnicas funciona como un freno más poderoso que todos los frenos sociales.

Volviendo al tema de la sequía, no podemos sino constatar la modificación del clima, con o sin responsabilidad nuestra; se dice que la capacidad calórica de los mares fuertemente estimulada provoca una serie tan larga de hechos y consecuencias que es imposible distinguir entre causas y efectos; pero el resultado es por lo pronto un calentamiento rápido con su séquito de tempestades, huracanes, diluvios (como actualmente en Europa) y sequía persistente (como actualmente en nuestra Mesoamérica y en muchas partes de Asia y Africa). Esa sequía entre el 10Ŷ y el 50Ŷ paralelo del hemisferio norte está en pleno auge, sin que sepamos si se trata de las siete vacas flacas de José o de un nuevo ciclo de más larga duración. Quizá estamos asistiendo a la muerte definitiva de nuestras lagunas de Cuitzeo y Chapala, y al agotamiento definitivo (a escala humana, la del siglo, incluso la del milenio, pero no la del millón de años) del manto freático en Aguascalientes, Durango, Coahuila, San Luis, etcétera). Aparte de la reacción inmediata e inevitable de racionar el agua en las ciudades de dichos estados, Ƒqué hacemos? Nada.

Por más que se diga lo contrario no sabemos bien a bien por qué ocurre esto, pero nadie podrá negar que encontramos en la naturaleza una aceleración comparable a la que afecta la sociedad humana desde hace unos siglos: el crecimiento demográfico espectacular de los últimos cien años no es más que la parte visible del iceberg. Nos toca ahora vivir la aceleración de la aceleración.

En política ha pasado lo mismo, tanto en el mundo como en México, y la previsión ha resultado más aleatoria que nunca. Nuestro país ha salido mejor parado que muchos otros, tanto en el ex "campo socialista" como en la propia América Latina. Ojalá y sigamos así, ojalá y los otros países puedan encontrar su vía. En el campo intelectual y artístico, el cambio de paradigma y de moda es más y más vertiginoso y aumenta el contraste entre los progresos de los instrumentos de difusión y la decadencia (perdonen el pesimismo) del contenido. Los científicos no se salvan y no nos ayudarán a trazar el camino. Muchos procesos que no podemos para nada prever hoy, en nuestra perspectiva actual, surgirán, quedarán anulados o reforzados, por la propia aceleración general. Sin histeria se vale decir que nuestro siglo XXI nos reserva muchas sorpresas. Por lo pronto, "cultivamos nuestro jardín".