jueves Ť 5 Ť abril Ť 2001

Sami David

ƑRevolución tributaria?

La nueva hacienda pública distributiva propuesta por el Ejecutivo ha recibido el rechazo de amplios sectores de población, Pese a que aún no se discute en el Congreso de la Unión, ha trascendido que tiene diversos puntos controvertidos. Independientemente de la conveniencia de una reforma tributaria que actualice el sistema fiscal, presupuestal y financiero, ésta no puede ser sustituida por un proyecto "populista neoliberal", calificado como "utopía de derecha". Al pretender gravar los alimentos y medicinas, la utilidad económica prevista por el Presidente se contrapone con el desarrollo social. Y aunque se busca promover la inversión y generar empleos, la educación y la cultura se verán obstaculizadas con el retiro de la tasa cero en colegiaturas, libros y hasta en los reconocimientos científicos y literarios.

Cierto es que el país requiere de un crecimiento sostenido y que por lo mismo se deben diseñar estrategias para reducir la inestabilidad económica, pero no a un alto costo social, donde la mayoría tenga que apretarse el cinturón para sobrellevar la desmesurada carga impositiva. Hay demasiada desigualdad en México, incluso en el sistema fiscal mexicano. Pero esto no significa que la Secretaría de Hacienda se ensañe con los pobres. Abatir el rezago, la pobreza y la marginación, especialmente de los grupos étnicos, es válido para todo gobierno, pero no partiendo de un falso concepto de caridad.

El contrasentido de esta maniobra tributaria se advierte de inmediato: apoyos y reducciones en la compra de productos suntuarios o de difícil alcance para la colectividad y beneficios a las personas morales o empresas, mientras que los demás continuaremos a merced de las dentelladas del fisco.

Sin un Plan Nacional de Desarrollo previo que determine las estrategias generales de acción, el gobierno federal pretende convencer a la ciudadanía de las bondades de esta reforma fiscal integral con el intercambio de cuentas de vidrio. Si pagas el IVA en alimentos y medicinas se te devolverá "completo y copeteado", arguye Fox. Pero no detalla cómo se beneficiará a los asalariados. Así, los legisladores tendrán que reflexionar sobre los verdaderos alcances de esta modificación impositiva: si en verdad beneficia a los marginados al incorporarlos a los niveles mínimos de bienestar, o si abrirá más la brecha del empobrecimiento.

La representación nacional en el Congreso de la Unión analizará si los fines justifican los medios o, por el contrario, los mexicanos tendremos que abrir un hoyo en el estómago para tapar el agujero económico del gobierno. La libertad con que ahora los diputados y senadores se conducen permite vislumbrar una discusión meditada, donde la mentalidad económica no se sobreponga a los criterios más elementales de humanidad. La economía y la política, ciertamente, van de la mano. Aunque en este caso es difícil advertir un equilibrio correcto en virtud del interés presentado por el titular de la Secretaría de Hacienda.

Es válido que la recuperación económica de nuestro país se sustente en un desarrollo capaz de generar empleos en un número superior al crecimiento demográfico. Y, sobre todo, que disminuya los rezagos de amplias capas de nuestra sociedad. Pero la política económica debe ser a favor de los más necesitados, donde la fortaleza de nuestra riqueza pública nos haga más soberanos e independientes ante el extranjero. El control de la inflación, el uso eficiente de los recursos y el fomento al ahorro interno son algunos de los elementos capitales para la recuperación y la estabilidad. Lamentablemente, estos objetivos no han bastado para resolver las constantes crisis que nos mantienen en una situación de constante zozobra.

Por eso es indispensable orientar y fortalecer la política social a fin de compensar los desajustes financieros que ha traído consigo la globalización y la apertura de los mercados. Pero el Ejecutivo no debe desplazar decisiones que sólo a la sociedad corresponden ni la democracia convertirse en silogismo jurídico carente de referencia para procurar la justicia social. Las clases populares, a las cuales se movilizó de manera electorera con una supuesta esperanza de cambio, se encuentran ahora en un callejón que puede llevarlas al desamparo y a la frustración.

El interés colectivo debe predominar en la adopción de las decisiones tributarias, presupuestales y financieras que afecten al conjunto de la sociedad. No el deshumanizado criterio empresarial con que se pretende establecer la reforma fiscal integral. Ť

 

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