Ť Ayer se presentó la última función
del monólogo
Rosario Castellanos en voz y figura de Ofelia Medina
Ť La actriz encarnó los poemas de la escritora chiapaneca en una presentación dedicada a Ibarra de Piedra
Ť Se abre el diario íntimo para desenmarañar los sueños
MONICA MATEOS-VEGA
La palabra poética de Rosario Castellanos, como agua tibia, como deseo que quema, lo impregna todo: el escritorio blanco que fue su rincón favorito durante interminables noches de insomnio, la bañera nívea que fue su último lecho, y la lámpara alba que iluminó su sueño eterno.
Este es el escenario en el que se desarrolla el monólogo de Ofelia Medina, quien presta su garganta y figura a la poeta chiapaneca para que Rosario hable durante una hora, y llore, y ría, y explique, y comparta con los espectadores su angustia, sus certezas, sus desvelos, su risa, "su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca."
Rosario Castellanos murió el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel. Nadie la vio, nadie la acompañó. Al irse se llevó todo lo que era, menos su poesía. Con esa herencia, la actriz Ofelia Medina confeccionó un sencillo homenaje cuya última función presentó el domingo en el Foro Cultural Coyoacanense y estuvo dedicado a Rosario Ibarra de Piedra.
"Te voy a decir todo cuando muramos. Te voy a contar, palabra por palabra, al oído, llorando. No será mi destino el del viento que llega solo y desmemoriado", dice Ofelia desde la bañera, como desde "el centro puro de un diamante", para que la poesía desencadene imágenes y cuente la historia de una mujer que afirmaba: "yo ya no espero, ¡vivo!".
La actriz retoza sobre los poemas, reflexiona, baila, explica, argumenta con las palabras de Castellanos que son ahora las palabras de cualquier mujer: "Prefiero tener una que otra cicatriz que tener la memoria como un cofre vacío". Se abre el diario íntimo de una poeta para desenmarañar sus sueños y conocer la expresión no sólo de su amargura y soledad, sino de sus íntimos momentos de placer.
Dice Rosario con picardía, es decir, Ofelia: "soy soltera sí, pero no virgen", para después rebelarse: "sufro por hábito, por herencia, por no diferenciarme más de mis congéneres que por causas concretas". Porque la voz de Rosario Castellanos no sólo habló de los claroscuros del alma o de las inercias de género, sino de las tragedias sociales: "La oscuridad engendra violencia. Por eso el 2 de octubre aguardó hasta la noche, para que nadie viera la mano que empuñó el arma . porque la oscuridad engendra el sueño.".
La breve y eterna estancia con Rosario, en voz de Ofelia Medina, conmovió a los presentes al escuchar los versos: "no voy a morir de vejez, ni de angustia, voy a morir de amor. no me recuerden, no repitan mi nombre hasta que el aire no sea transparente otra vez", mientras la actriz, transformada en poeta eterna, se sumergía en la bañera, abrazada de una lámpara que al apagarse iluminaría para siempre el recuerdo.