LUNES Ť 2 Ť ABRIL Ť 2001

Javier Medina, trayectoria de una tesitura sopranista

ANGEL VARGAS

El cantante Javier Medina se sabe caso atípico no sólo para el ámbito de la música mundial contemporánea sino para la vida común, y todo por una deficiencia fisiológica: su tesitura de voz de soprano lo convierte, en el plano artístico, en un intérprete fuera de lo habitual, extraordinario, muy cercano a esas figuras pináculo del barroco conocidas como castrati -se dice que el mundo sólo hay cuatro como él-. Y en el plano personal, en un ser que ha tenido que afrontar y superar diversas adversidades y los prejuicios de ''una sociedad intolerante con lo que considera diferente".

De 31 años, Medina padeció leucemia durante la infancia y la mala aplicación de un tratamiento le impidió un correcto desarrollo hormonal, que entre otras secuelas se hace manifiesto en un tono de voz infantil y en una apariencia, en ocasiones, andrógina.

Con el devenir del tiempo, dice, esta condición le ha significado una doble situación polarizada, contradictoria, que oscila entre el don y la maldición. Esto último, empero, es algo que ha sabido superar e, incluso, canalizar de manera positiva hacia el arte, como ahora lo hace en su rol de Il Virtuoso, en la obra teatral De monstruos y prodigios y, desde hace poco más de un lustro, como integrante del grupo de música antigua Ars Nova. Incluso hace un par de años fue llamado a una audición para integrarse al prestigiado ensamble vocal estadunidense Chanticleer.

Afortunado encuentro con Ars Nova

Orgulloso de su origen humilde y de su parte indígena como originario de Xochimilco, Javier llegó al canto académico profesional sin habérselo propuesto en primera instancia, ya que sus inquietudes profesionales, hasta la preparatoria, se orientaban hacia el diseño gráfico.

Pero la relación del ahora sopranista con la música es algo inherente a su formación como persona. Según cuenta, todo quehacer y actividad que se hacían en su casa era con música, aunque cantando lo que sonaba en aquel entonces en la radio, como eran Yuri, Lucía Méndez, Manoella Torres, Mocedades... A la fecha, tiene montado un espectáculo donde incluso interpreta temas de Whitney Houston.

''Entonces, desde siempre había cantando, sobre todo música popular. En la parroquia de Xochimilco fue donde me acerqué a otro tipo de canciones. Don Chucho, el cantor, me enseñó dos o tres cositas para que las cantara cuando me tocaba ser acólito en alguna misa. Aprendí así el Ave María de Schubert, mi primera pieza clásica, aunque ni pronunciaba bien el latín y mucho menos sabía lo que decía."

Pasó la leucemia. Pasó el tiempo. Javier Cumplió 15 años y como no presentaba ninguno de los cambios propios de la adolescencia, salvo el incremento de la estatura, pensó en hacerse sacerdote, vocación que creía además tener enraizada por su proclividad a servir a las personas.

Fueron muchos los intentos que hizo para ingresar a una orden religiosa desde segundo de secundaria hasta, incluso, ya inscrito a la Escuela Nacional de Música de la UNAM. La última ocasión, de hecho, había dejado todo: casa, familia, estudios, pero de nada le valió: ''Me di cuenta que la mayoría de veces que me negaron la entrada fue porque mi voz es demasiado aguda".

Javier Medina llegó a la Preparatoria número uno de la UNAM y, si su cuerpo apuntaba ya a ser el de un adulto, su voz era aún la de un niño. Hasta ese entonces, se mantenía empecinado en estudiar diseño gráfico, pero cierto rechazo de sus compañeros lo llevó a encontrar una especie de refugio en la rondalla de la escuela, cuyo director lo impulsó más adelante a inscribirse en la Escuela Nacional de Música.

''En la escuela no supieron bien a bien qué hacer conmigo durante todo el propedéutico. Recuerdo que me comenzaban a trabajar como soprano hombre, no como niño, porque la voz de éste es un poco entubada. Fue un desbarajuste. Me mandaron a hacer análisis endocrinológicos y psicológicos. Estuve con muchos maestros, tenían buenas intenciones pero no había muchos resultados. Además, no tenía recursos para costearme clases particulares y en la escuela eso no se permitía."

Hace poco más de cinco años apareció en la vida de Javier el grupo Ars Nova, al cual considera su verdadera escuela, base, sustento y manera de trabajar. Llegó a él por invitación expresa de la directora de la agrupación, Magda Zalles, y de la soprano Lourdes Ambriz, integrante de la misma en aquel entonces, tras haber coincidido durante la grabación de un disco, comenta.

''En Ars Nova comencé a trabajar con Magda. Por azares del destino llegué también con Manuel Peña, un maestro con el cual continúo. El me ha guiado poco a poco, porque me explicó que mi garganta no era normal, sino que estaba atrofiada, pero veríamos qué podíamos sacar de ella, sobre todo porque no soy contratenor, porque no canto en falsete; no soy niño, porque mi osificación ya creció y mi laringe es de un niño de 12 años, de un prepúber. Eso me ayuda, porque como se dice en la obra De monstruos y prodigios, la castración no era sinónimo de una carrera promisoria. Cuando se castraban niños, muchas de sus voces eran apretadas, no eran nada agradables para escuchar".

Frecuente discriminación

Con ofertas de trabajo en Europa, que valorará al término de la gira de poco más de un año que hará con la mencionada obra de teatro, Javier Medina asume que su voz le ha dado maravillas, pero también momentos muy desagradables.

Entre estos últimos, menciona las frecuentes discriminaciones y señalizaciones que se hacen de él, tachándolo de ''pedazo de hombre que hace de remedo cantando como mujer", o de homosexual.

''Cuando hablo por teléfono y digo que soy hombre me cuelgan si es que no hasta me insultan, o me ha pasado que al tomar un taxi me bajan porque dicen que a pinches putos no llevan; el colmo fue cuando una vez unas chavas se bajaron del microbus porque, al verme, dijeron que el pesero estaba infestado de pinches lesbianas, y es que por mi problema hormonal, hay ocasiones en que mi apariencia es andrógina. Incluso, con Ars Nova hay veces que se le acercan a Magda y le dicen que la gordita canta muy bien pero que está medio fea, muy hombruna", subraya el cantante.

Javier Medina está muy adentrado en la vida de los castrati, incluso hace tres años obtuvo una beca para hacer una investigación sobre el particular, porque durante sus estudios en la Escuela Nacional de Música buscó algo similar a su caso, y el más cercano que encontró fue el de esos cantantes barrocos. Entre sus próximos planes está publicar esa investigación, así como grabar un disco con obras escritas para castrati.