DOMINGO Ť Ť ABRIL Ť 2001

Vilma Fuentes

Costumbres y políticas culturales

Salón del Libro en París

De regreso a Francia, después de las presentaciones de King Lopitos en Montreal, vuelvo a encontrar al grupo canadiense de Les Allusifs durante la semana en que tuvo lugar el Salón del Libro de París, la segunda manifestación editorial más importante de Europa, después de la Feria de Frankfurt. Desde luego, participo en diversas actividades con dos escritores publicados por Les Allusifs, Pan Bouyoucas y André Marois, instalados en el stand de Quebec. Esto no impide que me pasee por los corredores del gigantesco Salón, dedicado este año a Alemania, mirando las mesas recargadas de libros de todo género.

Veo a autores alemanes y de otros países firmar sus obras. Hoy en París, mañana en Frankfurt, pasado mañana en una ciudad italiana, española o griega. Las ferias del libro se multiplican a través del mundo en capitales y en provincia. Los escritores van de un salón a otro, nuevos turistas de una extraña agencia de viajes que pasea cada vez más numerosos clientes. Así, mis canadienses vienen ahora a Francia y yo misma vuelvo a Canadá a mediados de abril, invitada al Festival del Libro de Quebec y a Metropolis Bleu en Montreal. Yo creía que eran los libros los que viajaban, pero ahora parece que los autores se ven obligados a acompañarlos.

ƑLos frágiles libros necesitarían ayuda ? Quizás. La presencia de los culpables padres --me refiero a los autores-- atrae el gentío. Fenómeno singular: las colas más largas se forman frente a celebridades de preferencia extraliterarias --deportistas, políticos-- quienes en ocasiones no se dan ni siquiera el tiempo de escribir ellas mismos sus libros, pero que ocupan tan a menudo las pantallas de la televisión que sus rostros son bien conocidos, al extremo que los groupies les piden un autógrafo como a cualquier estrella del show-biz. El público que viene en su busca parece querer asegurarse del parecido entre la imagen televisiva y la del hombre o la mujer en carne y hueso que tiene enfrente. O tal vez desea pasar, gracias a esa cercanía, al otro lado de la pantalla.

Cambio en el Centro Cultural de México

Directora del Centro Cultural de México en París, Lucía García Noriega logró establecer en apenas tres años las directivas de una política cultural. Así nos lo anunció, poco después de su llegada, durante una cena en casa de la pintora Agueda Lozano. A pesar de conocer la capacidad de trabajo de la entonces nueva directora del Centro, no pude dejar de sonreír para mis adentros sin ninguna ironía. Para mi sorpresa, la vi realizar su promesa a través de un trabajo constante.

Lucía organizó una red de relaciones a lo largo y ancho de Francia que permitía pasear exposiciones más caras, pero que presentaban con más fuerza la imagen de México. Misma red que la ayudó a extenderse y a participar en otras actividades: ferias de libros en provincia, conciertos, ballets, teatro... No conforme, consiguió que, cuando la ocasión se presentase, las manifestaciones presentadas en Francia viajaran a otros países de Europa.

Profunda conocedora del arte mexicano, y de la historia del arte en el mundo, Lucía se dio tiempo para asistir a museos y galerías, decidida a no dejarse entumecer por las tareas burocráticas. Lo que no significa que no sea una excelente administradora y deje una excelente gestión a su sucesor, el escritor Jorge Volpi. Sin contar con la bondad de un carácter que siempre le permite encontrar lo positivo de cada persona. Una bondad que, para mí, es una de las formas más altas de la inteligencia.

Ninguno de los creadores que viven en París, o de los que pasaron por aquí gracias a su colaboración, puede dejar de guardar un excelente recuerdo de su trato a los artistas, escritores, arquitectos, músicos... Pero, como ella misma dice: los puestos no son eternos y hay que saber irse. Sin embargo, no todos se van de París con una sonrisa.