DOMINGO Ť 1Ɔ Ť ABRIL Ť 2001
Jenaro Villamil Rodríguez
La violencia televisamente existente
Durante esta semana tres conductores de taxis contestaron con un "no puedo" a la petición personal de hacer un viaje a Tepito, el barrio bravo de esta ciudad que ha estado expuesto en los últimos cuatro meses a operativos judiciales. ƑLas razones?. "Ahí matan", "ahí no me arriesgo", "es difícil entrar".
Bien o mal esta es la percepción que se ha generado a raíz de la profusa difusión televisiva de los operativos, con saldo de varios detenidos, algunos heridos y un joven muerto en la persecución judicial de hace una semana contra la lideresa María Rosete. La violencia en Tepito y en otras zonas de la capital y ciudades del país son el pan y la sal de los programas de "nota roja" más vistos: Metrópolis Información y Respuesta, de TV Azteca -cuyo rating promedio es de nueve puntos, alcanzando en algunos casos más de diez puntos y hasta un tope de 14 con los "especiales" del caso Mario Bezares- y Testigo en Alerta, transmitido en Canal 9 de Televisa, con un índice de audiencia promedio menor al de la competencia (seis puntos en promedio), pero en ascenso constante en los últimos días.
Precisamente, el 26 y 27 de marzo Testigo en Alerta hizo un escándalo por la agresión que sufrió uno de sus reporteros durante el operativo de días anteriores.
Los productores incluyeron entrevistas con habitantes de este antiguo barrio, quienes se quejaron amargamente por la "mala fama" que le han creado a esa zona, a partir de los actos vandálicos transmitidos en vivo y en directo durante varias horas del 16 de noviembre de 2000.
Lo imagen de Tepito como zona de delincuencia y de inseguridad pública crecientes, "tierra de nadie", como les gusta decir a ciertos comentaristas, al igual que la imagen de la ciudad fronteriza de Tijuana y de la propia ciudad de México, es el resultado no de una labor informativa que busca una cobertura oportuna de hechos con valor noticioso. Más bien es el producto mediático de una tendencia que se ha consolidado en las transmisiones televisivas, incluyendo los "noticieros serios": ante el alto rating que provocan las imágenes de violencia, los productores han buscado incrementar progresivamente estas dosis a través de la realidad de esta violencia. Ya no sólo son las caricaturas infantiles como los Pókemones , que escandalizan a la jerarquía católica, o las series policiacas que "representan" una ficción donde la violencia es un ingrediente principalísimo, o las mismas telenovelas de reciente cuño.
Ahora se obtiene mayor rating si esta violencia se presenta en "vivo y en directo", aun sin importar que se traten de escenas truqueadas o de videofiltraciones de dudosa calidad sobre la situación en un penal de alta seguridad.
La investigadora María del Carmen García Galera, autora del libro Televisión, violencia e infancia, explica así este fenómeno: "La atención de la audiencia a los programas de violencia disminuye como efecto de la constante exposición a los mismos. Así pues, la industria televisiva progresivamente incrementa la realidad de esta violencia para que el receptor preste atención a este tipo de contenidos.
"De esta forma, podría decirse que ver violencia en la televisión crea una adicción; es decir, cuanta más violencia se ve en la pantalla más fuerte debe ser la siguiente dosis de agresividad si se desea obtener el mismo nivel de atención y estimulación. De hecho, si se observan los programas de televisión de contenido violento de los últimos 20 años, la violencia proyectada en la pequeña pantalla se ha caracterizado fundamentalmente por ser cada vez más gráfica y más intensa" (p. 48).
Al recrearla y transmitirla sin ponderación informativa alguna se tiende a promover mayor violencia, generando lo que el investigador G. Gerbner denominó teoría del cultivo; es decir, el efecto que provoca la exposición regular a ese mundo televisivo dramáticamente violento y repleto de criminales "conduce a los receptores a una impresión exagerada de la amenaza y peligro existentes en la sociedad real y produce una excesiva ansiedad sobre la seguridad personal" (op. cit., p. 52).
Y esto, en la ciudad de México, ha llegado a grados incluso de paranoia social que se resuelve con dosis mayores de violencia cotidiana que van a la par del tono sensacionalista de los programas de "nota roja".
La misma investigadora García Galera reproduce entre sus conclusiones las principales creencias de los ciudadanos socializados por la violencia televisiva:
"-La violencia es un medio para conseguir fines individuales.
"-Los jóvenes pueden incrementar su masculinidad mediante la utilización de la violencia.
"-Las actitudes no violentas carecen de significado. No solucionan los problemas.
"-No es responsabilidad de los ciudadanos ayudar a otros fuera de situaciones violentas.
"-Los policías o defensores de la ley son tan violentos como criminales".
"-Aquellas personas que tienen éxito en la vida pueden romper la ley y utilizar la violencia a su conveniencia" (op. cit. p. 79).
En estos momentos que se abre nuevamente la discusión sobre la autorregulación en el contenido de los medios de comunicación y la necesidad de hacer efectivos códigos de ética profesional, el asunto de la violencia transmitida y generada desde la televisión es un punto insoslayable como un problema de convivencia social de primer orden.