domingo Ť Ť abril Ť 2001

Néstor de Buen

Un gran director de escena

Me parece que fue en la entrevista, prodigiosa, con Julio Scherer en la que Marcos hizo referencia a su posible regreso a la vida civil cuando la paz sea una realidad en todo el país. Una paz que no será congruente con la miseria dominante, por lo que no se logrará con la simple firma del acuerdo. ƑA qué actividad se dedicaría este formidable dirigente militar, subordinado al consejo de los comandantes que -Esther dijo- tienen a su cargo la tarea política en tanto que Marcos es responsable sólo de las acciones de guerra?

Es evidente que Marcos ha demostrado dotes particulares de escritor. Es un buen oficio y no dudo de su capacidad de venta. Pero aficionado como es a los actos espectaculares, viendo el miércoles cómo se movían sus actores en el Congreso, no me quedó la menor duda de que en la dirección teatral o cinematográfica está su verdadera vocación, si es que nos olvidamos de la política.

Marcos escribió el libreto, fijó el orden de aparición, distribuyó los papeles y, como todo director que se respeta, no apareció en la escena. Se mantuvo en un discreto apartamento que no dejó de tener su salida al foro: el de la calle, donde se mueve con elegancia y salero, en una despedida en la que, además, confirmó sus dotes de actor relevante.

Adivino en Marcos, además, quizá por estricta vocación personal, grandes dotes de abogado. Porque el litigante, que es la única manera de manifestarse la abogacía, no sólo se ocupa de lo que tiene que hacer, sino también de ponerle frenos a lo que piensa que hará el contrario. Y en este caso los señores del Partido Acción Nacional, violentos votadores en contra de su presencia en el Congreso, hicieron notables sus estrategias, por cierto que extremadamente simples. En los primeros minutos de su intervención, emotiva a partir de cómo dijo lo que leía, la comandanta Esther borró la preocupación por las injurias que supuestamente proferiría Marcos, definió espléndidamente la razón de la presencia de ella y sus compañeros en la tribuna y provocó el aplauso entusiasta de diputados y senadores y del público que emocionado veía un espectáculo diferente del que esperaba. Con la consecuente sensación que tuvimos todos de que algunos miembros del PAN, los de la obediencia debida al partido, debían estarlo pasando muy mal.

La presencia preponderante de Esther (uno más de los nombres bíblicos que expresan desde siempre la estrecha vinculación del zapatismo con las ideas de la teología de la liberación) fue también la respuesta, sutil pero evidente, en contra de las ideas de quienes intentan desconocer el papel preponderante que la mujer puede tener en la vida pública. Y no dudo que la comandanta Esther tenga de sobra la capacidad de desempeñar las tareas que muchas mujeres llevan a cabo con la responsabilidad del hogar que, en el mundo de la extrema pobreza, es colaboración estrecha, auxilio mutuo, interdependencia absoluta entre los miembros de la pareja. Pero el jueves su responsabilidad era otra: desempeñar el papel preponderante que su director de escena le había atribuido. Y lo hizo poniendo de manifiesto que no es la oratoria su principal cualidad, pero que a base de disciplina, se ha convertido en una comunicadora que emociona.

Cuando tuve el privilegio de estar como asesor con los zapatistas en San Cristóbal de las Casas, en el diálogo unilateral con los emisarios de Gobernación, mudos por consigna, hace ya algunos años, me llamó la atención que la responsabilidad de decir, leídos generalmente, mensajes colectivos, caía casi siempre en alguno de los menos preparados. No tengo la memoria de los nombres, pero no me extrañaría que haya sido la misma Esther la que, entonces primeriza en la oratoria, hacía notables sus esfuerzos por presentar razonablemente la palabra de su grupo.

šBuena salida de la selva que le ha dado a nuestro pueblo un líder indiscutido! A veces pienso, sin embargo, que Marcos tiene que ser la rencarnación de alguno de aquellos prodigiosos hombres del Renacimiento, como Leonardo da Vinci o Miguel Angel, que al oficio ocasional de pintor incomparable unían muchas otras profesiones y, en el fondo, la condición de condotieris, hombres que trocaban la pluma o el pincel por la espada y que igual creaban el milagro de La última cena o imaginaban como nadie La Creación, en el techo abovedado de una capilla vaticana, sin dejar de escribir de lo que fuese y conocer a fondo el milagro de la esgrima.

Habrá de volver Marcos a la civilización. Pero dudo que lo haga para siempre. Perdonen la ligereza, pero me recuerda que el viaje de Tarzán de los monos, el personaje prodigioso de Edgar R. Burroughs, a Londres para asumir su condición de noble dueño de residencias majestuosas, acaba en un regreso a la selva que era, en realidad, su hogar.

Hemos asistido a un maravilloso duelo de imaginación y arte escénico. Marcos ha fijado el escenario y dirigido a los actores, ha escrito los libretos y ha distribuido los papeles. La escenografía ha sido siempre suya, desde el contacto con los pueblos en el largo recorrido de la caravana hasta el final, sentimental por cierto, de la tribuna popular enfrente de la gran tribuna nacional.

Pero también, con sabiduría política, ha dejado escritas las reglas del juego. Ahora, los otros personajes tendrán que someterse a sus tiempos y a sus palabras. Y la guerra, tan particular, tendrá que pasar a la historia. Como, sin duda, pasará Marcos. Ť