DOMINGO Ť Ť ABRIL Ť 2001

Carlos Montemayor

Diálogo y apertura

Que las puertas del Palacio Legislativo de San Lázaro se abrieran a los comandantes del EZLN y a los delegados del Congreso Nacional Indígena fue importantísimo. Por vez primera, de manera solemne, formal, la voz de los pueblos indios fue escuchada en la más alta tribuna de la República. Un hecho histórico y simbólico. Porque no se trata de la voz de un sector social de México, sino de pueblos con diferentes culturas que viven en México, lo cual es distinto. Este hecho notable no fue una imposición unilateral, como algunos han querido verlo. Fue resultado del esfuerzo y tenacidad, sí, del EZLN. Pero también del esfuerzo del tercer Congreso Nacional Indígena. También del esfuerzo y solidaridad de la sociedad civil de México y de otras regiones del mundo. Agreguemos el esfuerzo de medios, analistas y periodistas nacionales y extranjeros. Asimismo, sumemos el esfuerzo de legisladores lúcidos que supieron abrir las puertas del Palacio Legislativo a la realidad nacional. Fue resultado, en el más amplio sentido del término, de un esfuerzo colectivo de muchos mexicanos.

Igualmente, por supuesto, fue resultado del esfuerzo y del cambio gradual del gobierno federal. El presidente Vicente Fox fue asumiendo posiciones contradictorias, ambiguas y a menudo demagógicas ante el Ejército Zapatista de Liberación Nacional a lo largo de los últimos cuatro meses. Su discurso estuvo dirigido a crear en los medios una imagen en pro de la paz. Pero en los hechos, los mensajes que envió al EZLN fueron negativos. Cuando el Ejército se retiraba de cada una de las siete plazas señaladas por el EZLN, el jefe del Ejecutivo afirmaba que ya había cumplido con todas las condiciones. Cada vez que un grupo de presos zapatistas del fuero común, no del fuero federal, eran liberados en Chiapas, el mandatario afirmaba que ya había cumplido con todas las condiciones. Envió la iniciativa de ley de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) al Senado, sí, pero sin invertir 15 minutos con los senadores y diputados panistas para convencerlos de que apoyaran la propuesta. En algún momento, el presidente Fox llegó a exclamar: "ƑQué más se le puede pedir a mi gobierno?"

La estrategia mercadotécnica presidencial era efectiva para amplios sectores de la población, pero era frontalmente negativa para el EZLN. Cuando la marcha de la comandancia zapatista comenzó, el presidente Fox respondió con una campaña de proyectos indigenistas que no tuvieron peso alguno en la opinión pública, pero que siguió enviando mensajes negativos al EZLN. El Presidente hablaba de un modo y actuaba de otro. Sólo cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional anunció su retorno a Chiapas, el presidente Vicente Fox decidió cambiar en los hechos y no seguir escudándose en los discursos. Tomó la decisión de retirar las tropas de las tres plazas restantes: Río Euseba, La Garrucha y, sobre todo, Guadalupe Tepeyac, y asumir la responsabilidad directa en la liberación de presos zapatistas del orden federal. Este cambio fue decisivo.

Es lógico pensar que uno de los argumentos que la Secretaría de la Defensa Nacional expuso al presidente Vicente Fox fue que los zapatistas tratarían de reposicionarse militarmente en las plazas que el Ejército dejara. Esto debió imaginarlo también el EZLN, pues fue inmediata su respuesta: dejó en claro para el Ejército Mexicano y para el Presidente, que no se movería de sus posiciones de montaña y no ocuparía las plazas donde el Ejército se había retirado. Este mensaje fue esencial. También fue esencial la inmediata comunicación, a través del enlace zapatista, con la Cocopa y con el comisionado para la paz, Luis H. Alvarez. Tal respuesta, que reafirmó la disposición del EZLN al diálogo, debió haber provocado efectos y movimientos importantes en el gabinete presidencial y en los núcleos más recalcitrantemente cerrados del Partido Acción Nacional: el presidente Fox había tenido razón en tomar estas decisiones finales. La respuesta inmediata del Ejército Zapatista de Liberación Nacional seguramente lo fortaleció ante los sectores duros de su gabinete y de su partido.

Por otro lado, recordemos que en las mesas de negociación en San Andrés nunca estuvo el subcomandante Marcos: acudieron sólo comandantes zapatistas. Hubo congruencia en esta actitud: los comandantes refrendaron, solos, su apoyo a la iniciativa de ley de la Cocopa, porque así demostraron su interés en dar continuidad a un proceso de negociación que los acuerdos de San Andrés siguen significando. Estamos reiniciando el camino hacia la negociación política. Es el símbolo de que más importa el diálogo y la apertura. Pero el diálogo y la apertura requieren de un largo camino. No son sólo el milagro de un instante.