sabado Ť 31 Ť marzo Ť 2001
Luis González Souza
Semilla del México nuevo
Ahora sí agarró color -color de la tierra- el cambio en México. La semilla de este cambio quedó bien sembrada a lo largo de la marcha zapatista que culminó el pasado 28 de marzo -ya fecha a recordar con todas sus letras-, en una tribuna legislativa sublimada, que no "mancillada", por los dirigentes indígenas y zapatistas que allí hablaron.
Falta, sin embargo, el buen o mal cultivo que de esa semilla haga la sociedad en su conjunto: políticos y ciudadananos. Falta que todas las ciudades del país, donde la tierra "crece para arriba" -como dicen los zapatistas- aprendan a crecer menos alto pero más bonito, es decir, menos hacia donde tanta politiquería marea a cualquiera y más hacia donde las relaciones horizontales humanizan y dignifican a los dos.
A nuestro juicio, la pregunta importante no es la de quién ganó y quién perdió el 28 de marzo. Eso, que entretenga a los politiqueros, a los rencorosos y a los cobradores de facturas. La pregunta más bien es la de cómo cultivar y hacer lo más fértil posible la semilla heroicamente implantada por el EZLN y el CNI en el Congreso de la Unión. Después de sus vibrantes discursos en la tribuna legislativa, ya nadie podrá decir que los indios no saben pensar alto y calar hondo hasta en el corazón más neoliberal. También quedó claro que la lucha zapatista va mucho más allá del fenómeno Marcos. La propia ausencia de éste en la lista de oradores, de paso nos enseña que "la humildad no quita lo extraordinario". Porque extraordinario es lo que Marcos ha hecho: abandonar el mundo tradicional de los revolucionarios, autonegarse o morir como criollo, sumergirse en el mundo indígena, y renacer como un ser en verdad pluricultural (no mestizo a secas, ni sólo por accidente genético). Todo ello con base en un acto de estricta humildad: más que enseñarles y dirigirlos, a los indígenas hay que aprenderles. Y con la suficiente celeridad para impedir la total destrucción de la naturaleza, de la soberanía o de la nación misma, cosas contra las que ellos han resistido bastante bien a lo largo de siglos.
Tan sólo aprender que a los indios tenemos mucho que aprenderles. Eso es ya un buen primer aprendizaje. Como también lo es su contraparte: tan sólo reconocer que criollos y mestizos ya casi nos acabamos un país que ni siquiera es originalmente nuestro. Vaya, hace sólo unos días, hasta el Congreso y sus restos de credibilidad nos estábamos acabando en medio de disputas mezquinas sobre quién tiene o no derecho al uso de su tribuna. A fuerza de dignidad -criollamente confundida con terquedad- los representantes del EZLN y del CNI resolvieron tales disputas de la manera más creativa: mostrando en los hechos cómo hacer buen uso de la tan disputada tribuna. Y mostrándolo por cuenta propia, sin siquiera tener que recurrir a Marcos.
Tal vez sea ese el mejor camino para cultivar la semilla de la caravana zapatista. Es decir, la confrontación humilde, honesta y constructiva -con miras a enriquecerlas mutuamente- de nuestras culturas. Culturas en choque desde hace ya demasiado tiempo, mismo en que hemos sido incapaces de construir un país mejor, multicultural.
Por lo pronto la gesta del 28 de marzo mostró, de un lado, los beneficios de la cultura de la política digna y, del otro lado, los estragos y la caducidad de la cultura de los legalismos politiqueros. La política "derecha" -el reclamo de la tribuna legislativa como un derecho de toda la sociedad y porque serviría para exorcizar los demonios de la ley Cocopa- se probó más ventajosa que la politiquería torcida en nombre del "estado de derecho" (el Reglamento del Congreso). Del mismo modo en que la política ética, como la del "no hacer leña del árbol caído", brilló por encima de la política leñadora, entre más caído, más leña.
Es de recordar lo primero que dijo en la tribuna la comandanta Esther: "Los zapatistas no venimos a insultar ni humillar a nadie, ni a vencer, suplantar o legislar". Desde un principio quedaron a salvo, hasta los legisladores más racistas, para no hablar de quienes reprobarían cualquier "control de calidad" legislativa.
No hacer leña del México criollamente desvencijado, sino volver a levantarlo con la semilla pluricultural del zapatismo. Ese es el principal mensaje que nosotros leímos a lo largo de la por eso milagrosa marcha zapatista. Ojalá muchos estemos de acuerdo y, sobre todo, pongamos manos a la obra.
lugsouzaqservidor.unam.mx