sabado Ť 31 Ť marzo Ť 2001

Alberto J. Olvera

La transición, el zapatismo y las agendas políticas locales

La justificada atención nacional a la exitosa e innovadora marcha de los zapatistas chiapanecos ha tenido como un indeseado efecto secundario la pérdida de visibilidad de otros acuciantes problemas nacionales. Si de un lado el zapatismo ha traído un aire fresco a la vida política nacional y abierto nuevas avenidas a la participación política de los sectores populares, de otra parte las puertas continúan cerradas para muchos otros actores carentes del poder simbólico y movilizatorio de los zapatistas. Además, la agenda de pendientes de la transición política continúa creciendo peligrosamente, ahora agudizada por el desfase entre el PAN y el presidente Fox.

Para empezar, se ha perdido de vista que el IFE ha dado una especie de aval político al famoso "superconsejo electoral" creado por el gobernador Cervera Pacheco en Yucatán, con lo cual se ratifica la derrota de la legalidad e institucionalidad nacionales en materia electoral y la victoria del caciquismo regional. Una posible salida a este embrollo sería una decisión de la Suprema Corte desconociendo la legalidad de los actos del Congreso local, pero esto prolongará la crisis política en Yucatán. Riesgo similar existe en Tabasco, donde la mayoría priísta del Congreso local puede extender en forma arbitraria el periodo de gobierno interino. Encima están ya 14 procesos electorales locales que se producirán en medio de este fortalecimiento de un regionalismo retrógrado y de la confusión política nacional causada por el enfrentamiento entre el PAN y el Presidente. Este ambiente constituye un caldo de cultivo perfecto para el renacimiento de caudillismos locales y para un posible retroceso en el ambiente electoral que bien puede beneficiar al moribundo PRI y prolongar la agonía del autoritarismo.

A esta circunstancia debemos sumar la profundización de la crisis económica en el campo y la pérdida de dinamismo en el único sector que ha crecido significativamente en los últimos años: la industria de la exportación. Veracruz es un claro ejemplo de la crisis agrícola, la cual no ha merecido suficiente atención de los medios. La industria cañero-azucarera, la cafeticultura y la citricultura, que componen 80 por ciento del producto agrícola estatal, viven simultáneamente la peor crisis de su historia. La salida a esta debacle social había sido en los últimos años la emigración masiva. Pero hoy que la economía norteamericana ha entrado en una fase recesiva, esta válvula de escape se está cerrando.

Por si esto fuera poco, las perspectivas de recuperación económica en zonas deprimidas por la vía de la inversión pública son francamente nulas. La crisis fiscal del Estado no será resuelta en el corto plazo dada la increíble falta de oficio político de los operadores de la Secretaría de Hacienda y del propio presidente Fox y la necesidad de los partidos políticos de no perder votos en el apretado calendario electoral por venir. La reforma fiscal recién propuesta no tiene muchas perspectivas, dado su carácter recaudatorio y la falta de planes creíbles de gasto. El PAN, que ya paga en este momento el costo de su tozuda y reaccionaria oposición a los zapatistas, tiene ahora más razones para oponerse a una medida antipopular. El aislamiento del presidente Fox puede convertirse en vacío en el caso de la reforma fiscal, a menos que negocie desde ya con programas en la mano.

Si alguna lección dejó el éxito de la marcha zapatista es que sólo una enorme y atrevida movilización social puede obligar al sistema político y a los medios a poner atención a las más urgentes necesidades sociales y políticas de la población. Así, es muy probable que proliferen los encapuchados por todo el país, como el caso de los burócratas estatales de Tabasco lo demuestra. Lo malo es que los actores populares de nuestro país carecen en su inmensa mayoría de dirección política y de capacidad de liderazgo. La desesperación puede hacer presa de movimientos y grupos que hasta hoy permanecen en los márgenes de la atención pública, y que pueden emerger de pronto en forma masiva y violenta para sorpresa de partidos políticos, gobernantes y medios.

Antes de que la presión en la olla llegue a niveles inmanejables es urgente que haya pactos explícitos entre los actores políticos. La reforma fiscal, la reforma del Estado (incluyendo aquí centralmente la ley de derechos indígenas) y la política social son los temas básicos de una agenda de transición que no puede posponerse. Si los partidos actúan simplemente guiados por el oportunismo cortoplacista la gran oportunidad histórica abierta por la alternancia y por la détente con el zapatismo se perderá en una interminable serie de pequeñas batallas que conducirán inevitablemente a la derrota de todos y a la victoria de ninguno.