SABADO Ť 31 Ť MARZO Ť 2001

Ť Dos días durará el recorrido de los zapatistas hasta la selva Lacandona

Vuelvan pronto, pidieron a los delegados indígenas

Ť En los alrededores de la ENAH, hombres y mujeres expresaron su aprecio por miembros del EZLN Ť "Gracias por todo", dijo la comandanta Esther desde el autobús

ENRIQUE MENDEZ

Los zapatistas iniciaron ayer el camino de regreso a la selva Lacandona con las manos llenas, luego de una despedida de hombres y mujeres que se congregaron afuera de la Escuela Nacional de Antropología e Historia -durante tres semanas cuartel de los comandantes rebeldes- para expresarles su afecto.

A las 10:05 horas -125 minutos después de lo programado- el autobús que transportó a la comandancia durante la caravana de Chiapas a la capital del país salió de la ENAH, precedido por dos camionetas del Congreso Nacional Indígena y del Centro de Información Zapatista.

En el autobús iban todos los delegados del EZLN. Los comandantes David, Zebedeo y Tacho se asomaron por las ventanillas para despedirse de la gente.

Recargada en la ventanilla, la comandanta Esther -que el jueves fue la primera mujer indígena en hablar desde la tribuna de la Cámara de Diputados, sin ser legisladora-, expresó su frase última en la ciudad de México: "Gracias por todo".

Mujeres y niños se despidieron de los zapatistas agitando rehiletes de papel montados en tiras de cartón corrugado, y algunas de ellas les pidieron: "šVuelvan pronto!"

Otra más, con su hijo en brazos, les dijo: "šQué Dios los bendiga!"

Detrás del autobús de la comandancia salieron otros seis, además del Camioncito Escolar por la Paz en Chiapas, el de los ciudadanos extranjeros que riñeron con un par de reporteros el viernes 16, antes de la salida a la Plaza Roja del Poli. También una ambulancia los acompañó, por si acaso.

La caravana del retorno la cerraron decenas de vehículos con reporteros, fotógrafos y camarógrafos que cubrirán el regreso a Chiapas, estimado en dos días, trayecto con sus respectivas paradas.

Movimientos desde el amanecer

Desde el amanecer, en la esquina de Piedra Luna y Zapote, en la colonia Isidro Fabela, donde está la ENAH, inició el ajetreo, el movimiento, la afinación de los detalles para la salida. Aunque desde la víspera ya se habían ido atando cobijas, ropa y guardando lo poco que se trajo.

Pero es más lo que se lleva, porque también a la escuela llegó a las ocho de la mañana un camión torton, para transportar a Chiapas los víveres que durante estos días la sociedad fue llevando a los zapatistas.

Además de los comandantes, el mundo alrededor se levantó temprano. A las ocho y media ya había tacos en el puesto de enfrente, quesadillas en otro, jugos y tortas, gelatinas en uno más. Y las infaltables camisetas con frases alusivas al zapatismo, a la Revolución de 1910, y las de Marcos fumando pipa o montado a caballo.

Una hora después un camión de la delegación Tlalpan se llevó la basura del campamento. Dos autobuses ya habían sido ocupados por estudiantes de la ENAH e integrantes del Congreso Nacional Indígena. A las 9:30 un hombre gritó: "šAhí vienen!", y el movimiento de reporteros y cámaras se hizo más intenso, pero fue una mentira.

En el autobús asignado con el número uno no viajaba la comandancia, y el vehículo se detuvo metros adelante, hacia la salida al Periférico Sur.

Poco antes de las diez de la mañana llegó la dirigente del movimiento Eureka, Rosario Ibarra de Piedra, visitante asidua de los comandantes del EZLN en estos días. despedida_ezln-enah

Previo a la salida del autobús de los líderes rebeldes, a las puertas de la ENAH llegó un hombre con su perro Melasa, animal que portaba pasamontañas, gorra, pipa en el hocico y en el lomo una carabina. El look al estilo sub entretuvo a los fotógrafos y a la gente.

"Si Melasa no se va al cielo, como todos los perros, con ese atuendo al menos podría ir a La Realidad", comentó una hermosa mujer de ojos grandes.

A las 10:00 horas se intensificó el movimiento de gente. Alumnos de la ENAH, simpatizantes del movimiento armado y jóvenes formaron un cordón de seguridad a lo largo de la calle Zapote para permitir la libre salida del autobús.

Un griterío confirmó la salida de los comandantes. "Somos todos los colores de la tierra", se leía en la manta colgada de uno de los autobuses. Y otra, en un poste de la esquina, describía a los zapatistas: "šSon muy chingones!"

Quinientos años después, los indígenas regresaron a Chiapas con las manos llenas.