viernes Ť 30 Ť marzo Ť 2001
Ricardo Robles
Empezaron iguales, pero ganó la tortuga
La historia queda narrada en fábulas indígenas o en relatos míticos muchas veces. Es diferente esa historia, pero es verdadera de por sí. Al expresarse en símbolos trasciende los tiempos, se vuelve cíclica según algunos, en realidad se repite periódicamente porque el símbolo es síntesis de muchas historias, es para muchos aconteceres y para todos los tiempos.
La historia india es así, diferente, pero es verdadera. No se fija tanto en los hechos aislados, individualistas al fin. Le dicen más los aconteceres comunitarios, los de los todos, los que recogen constantes, los que son recuerdo y lección a futuro.
Este género histórico indio dice verdad, y viene bien ahora, cuando su voz se va creciendo desde la pequeñez de sus comunidades pobres para fecundar al mundo. Una antigua fábula de los rarámuri --recogida por Don Burguess-- nos cuenta del reto perpetuo entre el grande y el pequeño, entre el ligero y el lento, entre el jactancioso y el humilde.
Cuentan diciendo:
El coyote le dijo a la tortuga: "tú no caminas muy de prisa. Caminas muy despacito por dondequiera que vayas. Me están entrando ganas de comerte, compadre. Quisiera comerte ahorita mismo".
"Entonces vamos a correr una carrera --dijo la tortuga--, y si tú me ganas, me puedes comer. Vamos a correr de bajada".
Hicieron la carrera. Empezaron iguales, pero ganó la tortuga. Se puso a rodar hacia abajo, y šallá se fue bien rápido! Luego luego dejó atrás al coyote.
La carrera de hoy lleva sus años, siete han sido, como por encargo y designio. Ha tenido sus metas por etapas, y aunque repetidas veces se les ha negado y arrebatado el triunfo a los pequeños, los ciclos se siguen, y ellos, constantes, siguen superando los retos. Van rebasando, como si nada, a los que se creen valer más, a los que creen poder más, a los que se las dan de astutos.
Desde su simplicidad rebelde van conquistando simpatías, amigos, apoyadores. Y así van siendo expertos en rebasar pronósticos y cercos. Para evocar tan sólo algunos de sus trabajos, recordemos. Salió de Chiapas primero una pequeña de entre ellos y maniató a la prepotencia. Salieron mil 111 y se abrieron el paso prohibido por los mismos "egos" de hoy. Salieron cinco millares por todo el país y desintegraron la cárcel del olvido. Salieron ahora veinticuatro, y etapa tras etapa de su ruta van cosechando el reconocimiento de la verdad. En los estados, en Nurío, en los alrededores de la capital, en las universidades, han cosechado solidaridades de hombres y mujeres, niños y viejos, estudiantes y trabajadores, intelectuales y políticos... para esa su verdad que es de los todos.
Hubo tensiones para que se abrieran las puertas del Congreso de la Unión, para escucharlos decir palabras verdaderas, para verlos como iguales a aquéllos que ya de por sí son recibidos, para que rebasaran las costumbres y los usos de la inercia ventajosa de mandar mandando. Pero ahí, su claridad testimonial, su honestidad generosa, su india cortesía firme, sus sueños en reclamo y proclama, lograron sin lugar a dudas compartir las bondades de San Andrés y de la iniciativa de ley que defienden después de tanto haber cedido en las negociaciones previas.
Indígenas fueron las voces que lejos de desmerecer brillaron. Indígenas fueron los pensamientos y el lenguaje. Indígena de nacencia fue la mexicanidad defendida. Indígena resultó que rebasaran el protocolo en el final de todos con el propio, suyo, canto del Himno Nacional.
Una vez más nos invitan a los todos, nos convocan, no nos retan o desafían, para exigir con ellos justicias secularmente negadas. Es oportunidad para incorporarnos a su historia, la de los símbolos siempre actuales, que puede darnos vida, la de las dinámicas de fondo de la existencia humana, la que da rumbos para siempre, la de los indios. Se van de la capital rebasando de nuevo a la esperanza misma.