MIERCOLES Ť 28 Ť MARZOŤ 2001
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Bajo la arena
FRANCOIS OZON, realizador casi desconocido en México, goza a sus 33 años de un creciente reconocimiento en Francia. Admirador confeso del cine de Fassbinder y Almodóvar, en cada nuevo largometraje ensaya variaciones estilísticas muy audaces, desde la comedia del absurdo -Sitcom (Comedia de familia, 1998)- hasta una cinta fuera de serie, Gotas de agua sobre piedras ardientes (1999), en la que a partir de una obra teatral del director de Querelle, sorprende con su tratamiento fársico, inclemente, de las relaciones amorosas. Episodios de nota roja inspiran su mediometraje Mirando el mar (1997), y otra incursión novedosa, Los amantes criminales (1999). Autor inclasificable, tempranamente prolífico, Ozon rechaza la rutina artística, y declara: ''Antes de hacer una película quiero tener la impresión de que será algo diferente a lo que he hecho antes -en el tono, en la narración, o en la manera de dirigir a los actores-. Debe ser una apuesta distinta". Este propósito se cumple holgadamente en su cinta más reciente, Bajo la arena (Sous le sable).
CON TRAZOS muy seguros, los primeros 10 minutos detallan la vida cotidiana de una pareja madura (Jean/Bruno Cremer, Marie/Charlotte Rampling) durante sus vacaciones a orillas del mar. Luego, en un instante, el marido desaparece en la playa (Ƒaccidente, hartazgo conyugal, suicidio?). Única pista interpretativa: su última mirada al océano. Lo que sigue en la obra minimalista es el proceso de antiduelo de la protagonista, renuente a aceptar la desaparición de su esposo, incapaz de encontrar en una relación nueva un equivalente mínimo de lo perdido. Marie, profesora de literatura, se protege del naufragio existencial recreando una ficción: la presencia virtual, las visitas espectrales, de su esposo. Le fascina el final trágico de Virginia Wolf, su suicidio en el mar, lastrado el cuerpo con piedras, y lee a sus alumnos pasajes de Las olas. La hipótesis de un desencuentro marital no manifiesto, de alguna explicación bruscamente impedida por la muerte, la conduce a revivir fantasiosamente su relación, a fin de recobrar, aun de modo póstumo, una armonía auténtica. Una conversación con la madre del esposo, una visita a la morgue, derriban la ficción y generan un conflicto nuevo en su personalidad ya escindida.
FRANCOIS OZON revela su destreza en la dirección de actores y extrae de Charlotte Rampling su caracterización más emotiva. Elegancia en los encuadres, sobriedad en la revelación de cuerpos desnudos y escenas sexuales. Una escena elocuente, el cuerpo de Marie acariciado por sus dos parejas, objeto también de la autoestimulación erótica. El agua es recurrencia simbólica (el Sena, la playa atlántica, la alberca), y la mirada de cada personaje una expresión privilegiada. Ozon no resuelve nada, el final es abierto, como también lo son las pistas sugeridas. Entre ellas, destaca una, que avanza la propia Rampling: ''Cuando dos personas viven juntas largo tiempo, cada una aprende a vivir mejor su propia soledad, acompañadas. La ruptura de ese equilibrio precario produce un drama". Bajo la arena explora ese desasosiego con una enorme sensibilidad artística. Lo mejor de la muestra.