MIERCOLES Ť 28 MARZO Ť 2001

Ť Emilio Pradilla Cobos

Nubarrones de recesión

El Distrito Federal concentra una cuarta parte de la economía nacional y su núcleo financiero más importante; la Zona Metropolitana en su conjunto genera una tercera parte del producto nacional, y la metrópoli es nodo central de la relación de México con la economía mundializada. Porque es a la vez fortaleza y debilidad, resultan muy preocupantes los signos de desaceleración y de posible entrada de la economía mexicana en una recesión que tendría un fuerte impacto sobre la economía en la ciudad y de la ciudad, así como en la población trabajadora local.

Es evidente la desaceleración de la economía estadunidense, sobre todo de su sector de alta tecnología --locomotora de la acumulación capitalista mundial y la mayor compradora de productos mexicanos de exportación. Y esta tendencia ya se manifiesta en la reducción del monto absoluto y del ritmo de crecimiento de las exportaciones mexicanas, al igual que en la contracción de la dinámica de la industria maquiladora y de exportación, incluida la automotriz. La desaceleración estadunidense se ha transmitido hacia otros países desarrollados de Europa, Asia y los más importantes del Tercer Mundo, algunos ya en crisis, como Argentina, a través del comercio internacional, a través de los movimientos especulativos del capital financiero en las bolsas de valores, cuyas acciones han perdido mucho de su precio, y de la restricción de los flujos de inversión directa. Es una de las características perversas de la globalización neoliberal.

Si el efecto recesivo, como parece probable, se reproduce en las economías europeas y agrava el estancamiento de la japonesa (hoy frente a una seria crisis bancaria), el impacto sobre las exportaciones mexicanas será aún mayor. Otro sector afectado sería el petrolero, por la caída de la demanda, del precio y de los ingresos del gobierno mexicano. La aplicación del IVA de 15 por ciento a medicinas y alimentos, propuesto por el gobierno de Fox, tendrá también un efecto recesivo sobre éstas y otras ramas de producción al reducir el salario y la demanda interna y elevar la inflación general.

El resultado, que ya se visualiza, será una pérdida mayor del dinamismo económico de la ciudad de México y la Zona Metropolitana con su correlato de más alto desempleo abierto o encubierto por la informalidad y la reducción de los ingresos de la mayoría de la población. La caída de los ingresos públicos federales, por la reducción de la actividad económica y la baja de las rentas petroleras, reduciría el monto de las transferencias federales a las entidades federativas, como ya anunció el gobierno federal. Al mismo tiempo disminuirán los ingresos directos locales, por la reducción del monto del impuesto de 2 por ciento sobre las nóminas, del impuesto sobre ocupación de cuartos de hotel, de la participación en el cobro de la tenencia de automóviles por la contracción de sus ventas, la caída de la actividad de la construcción (con un impacto notorio en la absorción de mano de obra poco calificada), ya afectada por las medidas de restricción para el ordenamiento urbano, y la reducción de la masa de contribuyentes. El desempleo y el empobrecimiento aumentarán la masa de informales y de potenciales delincuentes en el Distrito Federal y la metrópoli.

Simultáneamente, aumentaría la presión sobre el gobierno capitalino, pues la ciudad recibe cerca de 4 millones de visitantes de los municipios conurbados del estado de México y otras localidades para trabajar formal o informalmente, o delinquir, a los cuales ofrece servicios públicos muy subsidiados.

Sumadas, la desaceleración económica --ya aceptada por los economistas del gobierno federal--, la posible recesión y la caída de los ingresos públicos locales agravarán la situación. Otro factor que impactará el gasto público local será la elevación de sus costos de inversión y operación por la mayor inflación resultante de la aplicación del IVA a medicinas y alimentos, lo cual repercutirá directa o indirectamente sobre los programas en marcha.

Parece urgente que el gobierno capitalino (y metropolitano) evalúen cuidadosamente el impacto de estos procesos combinados, revise en este nuevo marco las políticas puestas en marcha, algunas de las cuales tienen implicaciones diversas con el crecimiento económico y estudien opciones alternativas de previsión a tiempo: de la baja en la recaudación, de ajuste de sus políticas y programas, o de búsqueda de mecanismos compensatorios de promoción de la actividad económica. Puesto que la desaceleración está en marcha y puede llegar a una recesión sincrónica mundial es previsible que la recaudación esté bajando ya y que la restricción presupuestal se dé a lo largo de este año y no en el mediano plazo.