A 25 AÑOS DEL GOLPE EN ARGENTINA
Ayer
se cumplieron 25 años del golpe militar en Argentina que dio origen
a la instalación de una sangrienta dictadura que cobró alrededor
de 30 mil víctimas mortales. La perversidad de los militares e ideólogos
civiles que lo consumaron representa una llaga abierta en la memoria histórica
del pueblo argentino, que no ha dejado de enfrentarse al pasado para lograr
un mínimo de justicia y evitar que ese tipo de atrocidades se vuelvan
a repetir.
Ese enfrentamiento con la historia merece también
una reflexión sobre el momento histórico y el contexto internacional
que, de cierto modo, lo albergó. El golpe militar ocurrió
en el apogeo de la Guerra Fría, cuando las potencias occidentales
y la Unión Soviética se enfrentaban por el dominio mundial.
En el contexto regional, en América Latina existía un pujante
movimiento de insurgencia armada y protestas populares, que, desde la lógica
capitalista de Estados Unidos, representaba una amenaza del bloque comunista.
La hoy primerísima potencia mundial había
apoyado tres años atrás el golpe militar en Chile y para
ella los hechos en Argentina eran también contra "la subversión
comunista". En este sentido, tanto la dictadura argentina como las de otros
países latinoamericanos fueron no sólo instrumentos de orden
interno, sino golpes de resistencia a la ofensiva soviética.
En el ámbito local, la asonada se destacó
por llevar al extremo la represión y la violencia de Estado en contra
de miles de personas. Es decir: la instauración de un régimen
militar --brutal por sí misma-- se vió rebasada por actos
de crueldad inusitada, como la depredación familiar, la tortura
física y psicológica, la desaparición masiva de ciudadanos,
de los cuales miles fueron arrojados vivos al mar en los llamados vuelos
de la muerte. Peor aún, escribe Tomás Eloy Martínez:
"esos crímenes no podrían haberse cometido sin el consentimiento
y hasta la aprobación entusiasta de importantes sectores de la sociedad
(argentina)".
El pueblo argentino tiene todavía que analizar
a profundidad otros factores, entre ellos la complicidad de algunos sectores
sociales, incluidos grupos de la Iglesia católica --al igual que
en Chile--, que permitieron tales niveles de brutalidad para lograr una
plena reconciliación con su historia.
La clase política que siguió a la dictadura
se empeñó en establecer el olvido por decreto con las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida, recientemente anuladas por el juez
Gabriel Cavallo. Pero los argentinos, en especial los familiares de las
víctimas, merecen saber la verdad y esto sólo se logrará
mediante la aplicación de la justicia, entendida sobre todo como
una garantía para que nunca más se repita la barbarie de
Estado.
La incansable lucha de las Abuelas y Madres de la Plaza
de Mayo, el pujante avance de la justicia internacional en materia de derechos
humanos y crímenes de guerra, y el importante logro para anular
las leyes de amnistía, son algunos precedentes para el establecimiento
de un orden social en el que impere la justicia en esta nación sudamericana
y el mundo.
Argentina, un país y un pueblo queridos, merece
la solidaridad de la justicia internacional que hoy cunde hacia ellos.
Las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo, voluntades incomparables, son
hoy ejemplo pleno de amor, de tenacidad y de esperanza. Nunca más.
|