DOMINGO Ť 25 Ť MARZO Ť 2001

Rosa Nissán

Tango zapatista

Desayuno en el restaurant árabe que está enfrente de los Viveros de Coyoacán, cuando entra muy abrazada una pareja que ocupa una mesa junto a la mía. Traen brillo en los ojos, en las manos, en la piel. Pienso: ''a leguas se nota la noche que pasaron juntos''. Ella lo mira con lascivia. Saludan con familiaridad a los meseros. El, a pesar de ser tan alto, tiene tipo de indígena.

Cada uno trae un periódico, ella La Jornada; él, El Universal. En la primera plana ambos traen la foto del subcomandante Marcos. Los dos tienen sus años; él más que ella y más atractivo; pelo necio. Ella, clasifica señora de las Lomas. Saborean el jugo de naranja tomados de la mano, se sueltan cuando abren los diarios. Me entra curiosidad por escuchar lo que se dicen:

-No te imaginas, Martín, qué día el domingo pasado, el 11 de marzo, esa fecha será inolvidable: la entrada de los zapatistas al Zócalo capitalino y la llegada de la caravana; te lo perdiste -dijo la mujer con los ojos luminosos. Siempre le he tenido mucha admiración a Marcos; qué tipazo, qué entusiasmo despertó toda la marcha... Fue un día histórico''.

-Yo ni de relajo hubiera ido; no estoy loco -respondió riendo el hombre. Ese tipo es extranjero, te lo apuesto, ya verás. No tenemos por qué recibir como héroes a un ejército encapuchado. šQué se muestren!...

-Y si fuera extranjero Ƒqué? -interrumpió impaciente la mujer. Y qué tiene que ver que traigan pasamontañas: la mayor parte de la gente muestra su cara y es una máscara y no dice nada. El quiere ser anónimo, no defiende nada personal, sólo lleva la voz de los indígenas hasta nosotros; vive en la montaña desde antes del 1o. de enero del 94 y lleva esperando dos sexenios para ser escuchado.

-Qué quieres, Adriana, no puedo pensar lo mismo que tú en todo; no creo en ellos, eres ingenua. Es extranjero, te lo aseguro, ya lo verás...

-Ay, Martín, es que me enerva que repitas lo que oyes en los noticiarios de la tele; transmiten cualquier pendejada, un partido de futbol en Alaska, pero lo del Zócalo del domingo ningún canal, ni el 22 ni el 40. Mi mamá se la pasó con el control remoto en la mano, y como si nada estuviera pasando con el Zócalo a reventar. Marcos es un rebelde que busca reconocimiento a los derechos indígenas en la Constitución. Ƒqué más quieres? ƑPor qué no lees La Jornada? ƑNo viste esa foto tan conmovedora, donde los hijos de Zapata lo recibieron en su pueblo? Pero cómo vas a conocer sus comunicados si no lees el periódico adecuado.

-Yo sólo leo La Jornada cuando te veo, Adrianita, y veo la televisión. No creo que un hombre blanco entre indígenas...

-No sé qué pasa contigo, Ƒo la tuya es una desesperanza que disfrazas repitiendo el discurso de Televisa? O también es envidia, como la que sienten ellos por Marcos.

En el pórtico del restaurante aparece un hombre con un acordeón en el pecho. Qué flojera, pensé, un músico callejero más y me mato. Vengo huyendo de La Condesa donde pasan uno tras otro; no se puede platicar ni leer, y algunos no saben cantar y como mi mundo se ha reducido al triángulo que forman las calles Michoacán, Atlixco y Vicente Suárez, que está a un lado de mi casa y cada rato bajo, conozco a todos.

Ni modo, el acordeonista no me va a dejar oír en qué acaba el encuentro de dos mundos que tengo frente a mí.

-No es mi ídolo, preciosa, yo no hago ídolos, la verdad me es indiferente. He oído sus entrevistas, sus posturas son inflexibles, ya lo dijo López Dóriga... Insulta a los empresarios, que se ponga a pensar que pueden sacar su dinero del país. No, Adrianita, no se le dan patadas al pesebre.

-No es posible que tú pienses eso, Martín, tú que fuiste pastor, eres hombre de campo, vives discriminación por ser de tez oscura; esos rebeldes son tu gente...

-šQué se quiten la capacha, Adriana! No se puede hablar con...

-Todavía fueras un rico de esos que no están dispuestos a perder sus lujos, sus viajes, te entendería -agregó con furia. No puedo hablar contigo porque hay que empezar desde que te cuestionas la honestidad de Marcos... Joven, me trae más pan por favor -dijo ya muy alterada. Estamos muy lejos tú y yo, igual que Fox y ellos; entre nosotros tampoco puede haber diálogo, bueno, en la cama, cuando tus brazos me hablan es otra cosa, pero eres muy necio, mi amor; yo amaba el idealismo de Robin Hood, y este hombre es el portavoz de los indígenas, necesitan hospitales, medicinas, escuelas... Me caes gordo, prefiero caminar a los Viveros que seguirte oyendo, desayuna tú, no me esperes. Voy al baño -dijo iracunda.

Cuando Adriana regresó, el del acordeón cantaba un tango. Sorpresivamente, ella se sentó y se mostró cautivada con la manera de cantar del joven. Cuando terminó Caminito amigo... yo también me voy, aplaudió entusiasmada. Después de dos tangos más el hombre pasó de mesa en mesa a repartir su tarjeta. Ella le dio veinte pesos y le dijo: ''qué bonito canta'', Ƒse sabe el tango Garufa? Se ve que no quería quedarse con el mal humor, porque enseguida pidió un desayuno árabe. El resto de la clientela se mostró generosa con el del acordeón, que cantó otras de su repertorio.

-ƑPara qué lo idealizas? Da coraje -arguyó el hombre.

-Mira, Martín, Marcos defiende lo que yo; él con sus hechos y palabras, y yo, humildemente, con las mías. Para decirlo de una vez: si no amara lo que él dice, no me hubiera enamorado de ti, ni amaría este país ni a su gente.

-Es cierto -murmuró Martín-, está bien, mi reina, voy a comprar La Jornada. Aunque yo no sé por qué el que lee La Jornada sabe más.

Noté que al hombre se le escapó un gesto de satisfacción.

El tanguero y su acordeón salieron del lugar, la mujer besó a su compañero y le dijo: ''lo importante, Martín, no es que ya estén aquí los zapatistas, es que los escuchemos, todos saldremos ganando, no sólo los indígenas. ƑTomamos un pastelito árabe o engorda?''.