SABADO Ť 24 Ť MARZO Ť 2001

ANDANZAS

Colombia Moya

Consagración de la primavera en el Zócalo

EFECTIVAMENTE, MUCHAS PRIMAVERAS se consagraron este año en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México. Primavera que año con año reverdece el alimento, la vida, la esperanza y también el feroz ciclo de vida y muerte y no desde hace 509 años, sino milenios, que esta humanidad doliente viene peleando por una primavera más, una eterna primavera, sueño paradisiaco, paraíso perdido desde el primer golpe inclemente asestado por Caín, en el indefenso cuerpo de Abel, según las Escrituras... Sagradas. Y aún hoy, en esta misma plaza, hace apenas unos días, gente convertida en sombras desde hace siglos, pobladores primigenios de esta tierra masacrada por la avaricia, la hoguera y el dolor de la miseria, en esta primavera alborozada del nuevo siglo vinieron a recordarnos su humanidad pisoteada y lastimada, muy lastimada; emocionan, dan miedo, asustan, son una evidencia del olvido, del egoísmo, un pretexto, una estampita folclórica con que adornarnos una muleta de magnanimidad, una hoguera que se aviva donde se quema a los brujos... Son gente que quizás no sabe o ya no tiene tiempo con sus llagas abiertas, de conocer el procedimiento, el tamaño de la "dignidad" de la autoridad, como si la de ellos no fuera día a día, fuera de su casa, con vuelos rasantes.

Y MUERTOS INSEPULTOS, el agua aceda de los eternos vencidos, la tortilla amarga del exilio en su propia tierra... Dónde estás, humanidad, donde habitas conciencia, qué mueve tu misericordia y tu piedad señores de horca y cuchillo como antes... tan atrasados estamos? Y son mensajes, miles, millones de mensajes que la gente lanza por todas partes para hablarnos del rito de la vida y la muerte. La lectura individual de la justicia y la armonía, la ley del más fuerte, la insolencia del corazón de piedra, en la danza, el cine, el teatro y la literatura, la poesía y el propio confinamiento... Despertemos... no vayamos a perder ya nada más de lo perdido, todo está por recuperarse, hasta la dignidad. Así, en este mismo espacio del antiguo Zócalo de infinitas capas de historia.

ACUMULADA SOBRE LA sangre del tiempo y el olvido, el ballet del gran teatro de Ginebra presentó La Consagración de la primavera de Stravinsky-Neumayer. Una idea perfectamente amalgamada entre música y danza, donde las estructuras técnicas de este arte, a punto de mostrar su armazón de hierro, lograron rebasar el procedimiento para llegar al fin a salvo, es decir, a su verdadera esencia, el verdadero significado.

EL LENGUAJE INEDITO de Igor Stravinsky, en la traducción corporal de la danza del coreógrafo Jhon Newmayer, con una compañía, un grupo de formidables bailarines que mantienen viva esta versión estrenada ya hace varias décadas, me parece que con el ballet holandés, nos muestra la ruta prodigiosa salvaje y violenta del germen de la vida. Formas, plantas y criaturas crecen y se desplazan en el caldo primigenio o en el telúrico suelo donde insectos-hombres cruzan su estructura en el ritual antiquísimo del apareamiento inicial. Y a pesar del corte de luz sorpresivo la noche del jue-ves 22, la compañía, sin música, en silencio, continuó inmutablemente sus secuencias a tal grado que aquello parecía parte de la obra y a muchas personas las confundió, pues ese silencio sorpresivo, sin luces, no tenía ningún sentido. La siempre excitante música de Stravinsky y el ballet del Teatro de Ginebra, de enorme calidad y belleza incomparable en cada una de sus manifestaciones raciales, parecía proponer una humanidad sin prejuicios raciales, como los sepultados en las lozas de piedra del Zócalo capitalino y que hoy parecen amenazar con telúricos ecos del pasado, no querer pagar una deuda pendiente con quienes son el recuerdo viviente de quienes ahí danzaban a sus dioses, y que hoy, harapientos y cansados quieren, exigen, ser parte de nuestra sociedad, de nuestra mexicanidad. No se necesita ser de aquí o de allá para tener sensibilidad y humanismo y aborrecer la doctrina del general Custer y aquella pléyade de migrantes europeos que construyeron sobre dolor y sangre, y esfuerzos inauditos al país actualmente más poderoso de la tierra. No hay mejor indio que el indio muerto... o vamos a cazar mojados... aún parecen vibrar en muchos oídos, y su eco de muerte puede manchar para siempre... aquella región más transparente de los mexicanos.