SABADO Ť 24 Ť MARZO Ť 2001
Ť El padre del joeson se presentará esta noche en La Maraka con Fruko y sus Tesos
Mi música es multirracial; gusta al pueblo, al cura y al diablo: Joe Arroyo
Ť Mi frustración, no tener tanta cultura como García Márquez para narrar la historia del Caribe, dice Ť Es el creador de un género musical sin fronteras, considera el diario New York Times
ERNESTO MARQUEZ
Joe Arroyo está considerado como el gran relevo mundial de la salsa. El pertenece a esa clase de artistas que cada cierto tiempo revuelven el estado de la música. Privilegiado en su voz, rumbero desde niño, en calles y salones de baile, ha sabido dotarle a sus trabajos un carácter multirracial con reminicencias africanas y sonidos de los tiempos que le ha tocado vivir.
Su historia la podemos resumir a partir de una infancia desordenada, con un padre ausente, š39 hermanos!, un noctambulísmo precoz y una juventud marcada por los excesos de la noche, que estuvieron a punto de dejarle en el dique seco hace apenas unos años.
Hoy lo tenemos entre nosotros como cantante de lujo de Fruko y sus Tesos, una de las formaciones más potentes de la salsa colombiana, quienes vinieron a animar el 26 aniversario de Sonido Sonorámico y hoy se presentan en La Maraka, en una fiesta de descarga sonora exclusiva para los buenos salseros y gozones de verdad.
Joe empezó a forjar su novelesca biografía cuando tan sólo contaba 12 años de edad. Por ese entonces la salsa empezaba a configurarse como el fenómeno de los setenta en casi toda Latinoamérica y Fruko era el motor y la fuerza creativa que lo impulsaba en Colombia. El encuentro de Joe con este gran productor y lider musical propició temas exitosos como Tania, Catalina del mar, El caminante, Las cabañuelas, Los barcos en la bahía y Patrona de los reclusos, que forman parte de la antología rumbera del Caribe.
"Yo empecé cantando la salsa vieja con agrupaciones que imitaban o seguían las pautas establecidas por los puertorriqueños. Hay que decir que la salsa colombiana tiene una historia de 25 años y muchos de nosotros empezamos por los margenes de lo que hacían gentes como Mon Rivera o Ricardo Ray. Se escuchaba a Johnny Pacheco, Cortijo y su Combo... y en eso apareció Fruko con un colectivo de excelentes músicos proponiendo algo novedoso, y me le uní porque mis inquietudes iban en ese sentido. Más adelante, bu
scando mi propia identidad hube de abandonar la organización pero no obstante que ahora sea quien soy y de que Fruko no tenga necesidad de mi, he venido a este reencuentro porque no dejo de experimentar una gran emoción de cantar con mi viejo amigo y maestro".
Vida de telenovela
Joe Arroyo es un hombre sencillo, jovial, que no olvida su procedencia. Todavía recuerda cuando era un negrito raquítico y pobre que se subía a las tarimas a cantar con esa voz espiritual de su raza que cautivaba a los asistentes. Ahora que platicamos en un hotel de la ciudad de México, nos dice que eso lo hacía por liberar un sentimiento que le oprimía por dentro, pero también para ganarse unos cuantos pesos y llevar a la casa algo calientico que comer.
Uno le escucha contar su historia y considera que bien podría ser el argumento de alguna novela de género o el guión de uno de esos teledramones tan acostumbrados.
Durante su niñez llevaba una especie de doble vida, siendo en el día un estudiante normal, que asistía a un colegio de curas y en las noches, un músico que se ganaba la vida con el potencial de su voz entreteniendo parroquianos en las casas de cita y burdeles de Cartagena. Todo eso lo pudo hacer hasta que fue sorprendido por uno de sus profesores y en consecuencia expulsado del colegio.
Arroyo sonríe al recordarlo: "Al mes de haber sucedido aquello llegó el Cardenal a Cartagena y como yo era la primera voz del coro de ese colegio, tuvo que ir el director a uno de los sitios donde yo cantaba y convencerme de regresar".
''Sólo soy alguien que compone canciones''
Joe Arroyo ha encontrado en la música un vehículo para hablar sin tapujos de la vida, de la gente, de su país y del amor. Autor de la mayoría de sus canciones nos dice que estas son pequeños dramas "de la vida real". Los difíciles años de su niñez y todo lo que ha debido afrontar le ha servido de inspiración. De estas experiencias han brotado temas como: A mi Dios todo se lo debo, Echao paƀlante, La rebelión, Bartolia, La noche, Pal bailador, Sin ton ni son y La guerra de los callaos (tema este que nos remite al momento de terror que vive Medellin a causa de la guerrilla y el narcotráfico).
Se le pregunta si desea ser un cronista urbano como Rubén Blades, y un tanto inquieto responde sólo ser alguién que compone canciones. Pero más adelante confiesa que su gran frustración es no tener tanta cultura como Gabriel García Márquez "para narrar la gran historia del Caribe" Sin embargo esta la ha compendiado en su música.
En ese sentido, el New York Times lo ha considerado como "el creador de un género músical sin fronteras" ya que este mulato se desenvuelve con soltura lo mismo en el son, la salsa, la cumbia o el chandé y ha llegado incluso a patentar un nuevo ritmo con su nombre, el "joeson", que no es otra cosa que "una mezcla del son cubano con músicas de las antillas francesas, inglesas, holandesas y ritmos propios de la costa atlántica de Colombia".
Sú música, asegura, "es multirracial, tremendamente negra, tropical y futurista. Por eso gusta al pueblo, al cura y al diablo".
Pero esto no es gratuito, tal efecto de convocatoria viene del empecinamiento por hacer las cosas bien. Y lo hemos comprobado. El hombre se pule tanto en la tarima como en el estudio de grabación. Toda la música que quiere llevar a sus discos la reflexiona detenidamente. "Soy muy cuidadoso en lo que hago. Hay ocasiones que no quedo conforme con ciertos pasajes musicales y los rehago una y otra vez. Por eso mis discos tardan alrededor de tres meses en grabación".
''La inspiración me llega en los momentos menos indicados''
Dice que cuando está inspirado las ideas de sus composiciones le asaltan en cualquier momento. "A veces paso vergüenza cuando estoy en misa, incluso en el funeral de un amigo me sucedió, por que la música y las ídeas no se reprimen. La inspiración me llega en los momentos menos indicados. De pronto una mujer bonita, un drama, una discusión... cojo mi libreta, tomo notas. En la noche las plasmo en casetes con mi voz y algún instrumento de apoyo, luego se lo paso al transcriptor".
Y esto es así porque este genio de la música afroantillana no tiene una preparación académica. Fruko, su maestro y gestor, le compara en ese sentido con Benny Moré, que aún sin saber leer y escribir música poseía un oído genial y privilegiado. "Toda la música que quiero llevar al disco la tengo en la cabeza, lo que hago es tararear esos sonidos a alguien que sepa escribirla para que los traslade a las partituras y la puedan hacer mis músicos".
Joe Arroyo ha grabado alrededor de una treintena de discos pero confiesa que el álbum importante está por venir. "Estoy buscando el camino de mi gente, de mis antepasados. Quiero darle más personalidad a mi música y para ello tengo que ir hasta el interior de la selva. A ese lugar donde se originó toda esa avalancha de cantos espirituales".