SABADO Ť 24 Ť MARZO Ť 2001
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
El filo de la inocencia
JOSEPH A. HILDITCH (Bob Hoskins), apacible solterón de 50 años, chef culinario obsesionado con Gala (Arsinée Khanjian), cocinera televisiva con acento francés, prepara metódicamente cada una de sus recetas videograbadas 40 años atrás. A lado de Gala aparece su hijo, un niño rubicundo y martirizado, primer comensal de sus platillos. La acción transcurre en Birmingham, ciudad industrial inglesa. Al mismo tiempo, en un poblado irlandés, Felicia (Elaine Cassidy) es rechazada por su padre cuando la descubre embarazada por un joven que ha elegido alistarse en el Ejército inglés. Felicia abandona su pueblo para buscar al soldado, llega hasta Birmingham, conoce allí al señor Hildich, y lo que sigue es un fascinante rito iniciático, una actualización de La bella y la bestia, con la laboriosa seducción moral de una adolescente a cargo de un asesino serial.
EN EL FILO de la inocencia (Felicia's journey) el realizador canadiense de origen egipcio, Atom Egoyan (Partes habladas, Exótica), lleva por segunda vez a la pantalla una obra literaria. En 1997 había adaptado The sweet hereafter del escritor Russell Banks para Dulce porvenir, esta vez la inspiración proviene de una novela de William Trevor. Como es costumbre en Egoyan, su relato fílmico continuamente altera la temporalidad, por lo que el espectador debe seguir muy de cerca la evolución de cada personaje en una trama plagada de bifurcaciones. Desde el inicio el cineasta propone en montaje paralelo los itinerarios de Felicia y Hilditch. El encuentro final de estas rutas será accidentado -coincidencias fortuitas, solicitaciones sesgadas-, y estará dominado por la mitomanía de Hilditch, por su invención de una realidad alterna donde prevalecen la simulación y la mentira (devoción frente a una esposa agonizante, vocación gastronómica, caballerosidad afectada, etcétera.). El juego de temporalidades es también fascinante: Hilditch parece estancado en los años cincuenta, el periodo dorado de su infancia, incapaz de desprenderse del glamour y del edén edípico; Felicia, por su parte, padece la condena de un padre igualmente obsesionado por un pasado glorioso, el de las luchas irlandesas de 1916. Estos tiempos irrumpen continuamente en el relato.
UNA FUENTE DE inspiración para el personaje de Hilditch fue un asesino serial, Jeffrey Dohmer, hombre de aspecto bondadoso, que conservaba en un refrigerador los restos de sus víctimas y que, según relata Egoyan, enfurecía y perdía la razón cuando una persona querida amenazaba con abandonarlo. En El filo de la inocencia persiste este tema de la pérdida, pero los crímenes se evocan de modo muy indirecto, grabados en la memoria de Hilditch, como solía capturarlos con su cámara el asesino serial de la película Trauma (Peeping Tom, 1960), de Michael Powell. De igual modo, las fijaciones de infancia, el aprendizaje doméstico, determinan aquí una conducta psicópata. El homenaje de Egoyan a Powell es evidente, aunque muy distintos sus procedimientos narrativos. Como primer acierto de la cinta figura la elección de Bob Hoskins para el papel protagónico -una actitud y un rostro en los que se concentran todas las ambigüedades del relato.