Silvia Gómez Tagle
¿Por qué recordar a Juárez?
El aniversario del nacimiento de Benito Juárez, antes denominado "natalicio", ha dado lugar a reflexiones muy diversas en la primera celebración oficial de un gobierno no priísta: desde quienes pretenden justificar su intransigencia frente a las demandas de reconocimiento de los pueblos indígenas en los ideales liberales de igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley, hasta quienes pensamos que el Estado laico es un principio fundamental que hoy más que nunca debemos preservar.
No todos los principios son buenos nada más porque forman parte de la tradición republicana del siglo XIX. Incorporar en la Constitución un capítulo especial de derechos indígenas supone el reconocimiento de diferencias culturales que han dado lugar a la exclusión de la población originaria del territorio que ahora ocupa la República Mexicana. Lamentablemente, ni el liberalismo del siglo XIX, incluyendo al propio Juárez, ni la Revolución del siglo XX, ofrecieron espacio político y recursos materiales para que los pueblos indios se incorporaran al desarrollo nacional en condiciones de igualdad: por ello los indígenas siguen siendo los grupos sociales más pobres, menos atendidos en salud, educación y servicios, con menos accesos a la representación política y menos posibilidades de participar en el proceso de cambio político que vive México en la actualidad. Para que estos cambios políticos desemboquen en la consolidación de la democracia es indispensable reconocer el lugar que les corresponde a los pueblos indios.
Los indios, como muchos otros sectores sociales marginados, requieren de espacios propios para generar una dinámica de desarrollo que no los obligue a perder su dignidad como seres humanos, sus valores morales, familiares y su capacidad creativa. Esos valores que dan fuerza a la comunidad frente a la invasión de una civilización orientada a la acumulación de bienes materiales y a la destrucción de la naturaleza; y que eventualmente podrán ofrecer nuevas perspectivas para el futuro de la humanidad de un mundo globalizado donde compartir la diversidad cultural podría llegar a ser el medio para enriquecer la vida de todos.
Sin embargo, si bien es cierto que es necesario hacer una revisión profunda de algunos de los principios del liberalismo republicano, también hay otros que es indispensable defender con determinación. El Estado laico es tan indispensable hoy en México como lo fue hace dos siglos, porque sin una clara separación del Estado y las creencias religiosas no puede existir la tolerancia a la diversidad que se requiere como fundamento cultural de la democracia.
El Estado laico es indispensable porque es la única forma de salvaguardar las libertades individuales y colectivas. Un ejemplo es el debate en torno al papel de la mujer en la sociedad y más concretamente sobre el aborto.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer 80 organizaciones no gubernamentales, difusoras de los derechos de las mujeres, solicitaron al presidente Fox una respuesta "congruente con su carácter de jefe de Estado" ante las presiones del Episcopado católico para penalizar el aborto (La Jornada 11/03/01, p.42). Y es que para que los derechos de todas las mujeres no católicas sean respetadas (inclusive de muchas católicas no conservadoras) el Poder Ejecutivo tiene la obligación de no comprometerse con ninguna creencia religiosa. Por ello es incorrecto que Fox guarde silencio y, en cambio, el secretario de Trabajo, Carlos Abascal, tenga la imprudencia de expresar opiniones subjetivas sobre el papel de la mujer en la familia y en el mundo laboral, que no sólo resultan incongruentes con la realidad histórica, sino ofensivas de la dignidad de las mujeres que realizan cualquier tipo de trabajo fuera del hogar.
El recordar a los próceres de la patria ofrece lecturas diversas; el PAN y los conservadores de otros partidos difunden los principios liberales, que pueden servir para obstruir el camino a los zapatistas, inclusive en asuntos tan menores como el formato de las reuniones posibles; en cambio se olvidan completamente de uno de los principios fundamentales de la República, la separación del Estado y la Iglesia.