sabado Ť 24 Ť marzo Ť 2001
Luis González Souza

Congreso en vías de dignificación
 

Dignidad y respeto, hasta del enemigo, son los ingredientes de los milagros zapatistas. Por ello, quienes seguimos aprendiendo de su marcha, no debemos caer en la tentación de linchar a los legisladores rejegos

Otro milagro acaba de producir la milagrosa marcha zapatista al DF. No resucitó a todos los moradores de San Lázaro, pero sí a los suficientes para impedir la consumación del mayor delito, en muchos años, de lesa insensibilidad y racismo: la negativa a que los dirigentes del EZLN y del CNI fuesen escuchados desde la tribuna del Congreso.

Bienaventurados aquellos legisladores que supieron rectificar y que el jueves pasado votaron en favor de abrir ''la casa del pueblo", ya no en sus sótanos, sino en su estancia principal, a los representantes directos del pueblo. Lástima y gran pena, en cambio, por aquellos otros que no supieron rectificar. Urge atenderlos en nuestros mejores hospitales de soberbiología y racismo intensivo. "La culpa no es del legislador sino de quien lo hace su representante".

Dignidad y respeto, hasta del enemigo, son los ingredientes de los milagros zapatistas. Por ello, quienes seguimos aprendiendo de su marcha, no debemos caer en la tentación de linchar a los legisladores rejegos. Finalmente, estos también son criaturas de nuestro país y de nuestras subculturas de racismo e intolerancia. Y éstas son divisas del viejo, pestilente México, totalmente contrarias a las divisas de la dignidad y el respeto de todos, claves del México anhelado.

Más bien debemos derivar de la marcha zapatista todas las enseñanzas y pendientes del caso. Una de ellas es que México está urgido de un Congreso a la altura de su actual circunstancia histórica. Un Congreso que jamás vuelva a negar su casa al pueblo mismo y que jamás vuelva a poner al país en vilo. Necesitamos legisladores que jamás vuelvan a olvidar a quién deben hasta su sueldo: la sociedad, el electorado.

La nueva cultura política que requerimos en México nada tiene que ver con linchamientos de ninguna especie. Pero si tiene que ver, y mucho, con la rendición de cuentas y las remociones. Tal es nuestro atraso, sin embargo, que nuestros legisladores no han hecho ley alguna que permita su remoción en caso de grave irresponsabilidad o incompetencia. No, lo que hoy más bien cocinan es la posibilidad de ¡relegirse! Sobra decir que también seguimos en espera de un código mínimo de ética legislativa.

Así, el "incidente" sobre la negativa de la tribuna legislativa a los zapatistas permitió que aflorara, ya al límite de lo tragicómico, una paradoja que, con perdón de la respetabilísima comunidad mexicanoestadunidense, podría llamarse el síndrome de los legisladores chicanos. Es decir, la fracción de legisladores que por un lado buscan todas las dulzuras del Congreso de EU ?relecciones casi vitalicias, sueldos y prestaciones primermundistas, respeto casi religioso a su investidura e independencia, al punto de guerras virtuales, con el propio Presidente?, y al mismo tiempo, buscan conservar los vicios-prebendas del legislador a la mexicana: olvido del electorado en cuanto termina la elección, cero rendición de cuentas, negociación facciosa de sus votos, mansedumbre, si ya no ante el Presidente, sí ante los jefes de bancada (como Juan Diego el no-indio Fernández), y en fin, una férrea defensa de su investidura, ya no sólo con base en charolazos, sino en tribunazos.

A nadie conviene que avance el síndrome del legislador chicano, ni cualquier otro lastre legislativo. A lo único que conduciría el mayor desprestigio de nuestro Poder Legislativo es al crecimiento de tentaciones fujimorianas. Y esto, como bien se sabe en Perú, sólo lleva a nuevas catástrofes porfiristas. Pero nadie sino el Congreso mismo puede frenar su desprestigio. La vía para lograrlo está a la vista: inicia y termina en la estación dignidad, misma que ejercen los indígenas en su larga, ya inconmensurable marcha hacia el respeto y la inclusión de todos los mexicanos.

Con la votación del jueves comenzó la apremiante dignificación del Congreso mexicano. Pronto arreciará, cuando se constaten los beneficios de una tribuna legislativa con voz indígena y zapatista. Pero falta la prueba de fuego: la aprobación de la ley Cocopa. Aprobada ésta, la dignificación del Congreso será irreversible y, por supuesto, será una de las mejores noticias para la nueva institucionalidad democrática de México. Una vez más: gracias a la digna marcha de los milagros, emprendida desde La (ya casi nueva) Realidad por el EZLN.

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