PASO AL DIALOGO
Entre la tarde y la noche de ayer, y tras exasperantes desencuentros,
jaloneos, movilizaciones masivas y saboteos a las perspectivas de paz por
parte de la reacción parlamentaria panista y priísta, el
Congreso de la Unión y el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional lograron un acuerdo para que los representantes de la organización
rebelde chiapaneca sean escuchados de manera digna en el Legislativo, en
el contexto de los esfuerzos por lograr la aprobación de la iniciativa
de reformas legales de la Cocopa en materia de derechos y cultura indígenas.
Es una noticia espléndida y reconfortante para
quienes están empeñados en construir un México equitativo,
tolerante, plural y pacífico, y cabe felicitar por la consecución
del acuerdo al propio EZLN, a los sectores de la sociedad civil que lo
han venido acompañando y respaldando, y por supuesto, a las bancadas
del PRD, del PT y del PVEM, así como a los legisladores del PRI
que, con un sentido de responsabilidad propio de su cargo, lograron derrotar,
por estrecha mayoría, a sus colegas que, por intereses inconfesables,
por ideologías excluyentes y autoritarias o por una combinación
de ambas, obstaculizaron hasta donde pudieron el necesario encuentro entre
los dirigentes rebeldes y los órganos encargados de elaborar y conformar
las leyes. Es obligado reconocer, también, el papel desempeñado
por los esfuerzos del presidente Vicente Fox para crear condiciones propicias
a la reactivación del proceso pacificador en Chiapas.
El hecho mismo de que representantes indígenas
que iniciaron su gesta con un levantamiento armado se hayan ganado el acceso
a la máxima tribuna del Congreso de la Unión es un suceso
al que no puede regateársele el calificativo de histórico,
toda vez que expresa y resume los avances de la sociedad en su conjunto
en materia de tolerancia, justicia, pluralismo y fortaleza institucional.
No debe olvidarse, sin embargo, que este acontecimiento
positivo y constructivo no es el colofón, sino el prefacio de una
negociación pacificadora que habrá de enfrentar numerosos
obstáculos, dificultades, detractores y saboteadores y que, dadas
las circunstancias, habrá de desarrollarse en dos pistas: el proceso
de aprobación legislativa de la versión de la Cocopa de los
acuerdos de San Andrés, por un lado, y el diálogo entre el
Ejecutivo y los zapatistas, por el otro, a fin de aterrizar e instrumentar
dichos acuerdos. El EZLN considera que no están dadas las condiciones
para que inicie el segundo de estos procedimientos, pero es indudable que
el acuerdo con el Congreso logrado ayer introduce elementos de optimismo
para que se reanuden los contactos --rotos desde comienzos de 1997-- entre
los rebeldes y el gobierno federal.
Finalmente, lo ocurrido ayer en la Cámara de Diputados
aporta tres datos insoslayables sobre la vida política y partidaria
del país: por un lado, el retroceso y aislamiento del PAN, que votó
en bloque contra la invitación a que los representantes zapatistas
expongan ante los legisladores sus argumentos a favor de la aprobación
de la ley Cocopa; por el otro, una fractura sin precedentes de la bancada
priísta, que se dividió entre los partidarios de la pacificación,
dignificación e inclusión de los indígenas y los tradicionales
dinosaurios empeñados en preservar los pedazos de un régimen
caduco, injusto y opresivo.
El tercer hecho a considerar es la convergencia esperanzadora
--así fuera coyuntural--de una mayoría de legisladores de
distintas fuerzas políticas en una postura razonable, democrática
y dialogante. Los alineamientos referidos podrían prefigurar una
composición parlamentaria que haga viables las transformaciones
profundas que el país requiere con urgencia.
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