VIERNES Ť 23 Ť MARZO Ť 2001

LA MUESTRA

Ť Carlos Bonfil

Perfume de violetas


EXHIBIDA CON éxito durante el quinto Festival de Cine Francés en Acapulco el pasado noviembre, Perfume de violetas, de Maryse Sistach, con guión de José Buil, se distinguió del resto de las propuestas nacionales invitadas, por su manera directa de abordar un tema controvertido: la violencia sexual contra las mujeres. Por su manera también de marcar un inesperado contraste con la filmografía anterior de la directora, muy en particular con Anoche soñé contigo (1991) y El cometa (1998). La nueva cinta surge de un trabajo de investigación. Por un lado, de la revisión de la nota roja y la documentación de violencia intrafamiliar y violaciones y, por el otro, del registro de las muestras de intolerancia gubernamental en situaciones de violencia sexual, en Tláhuac o en Ciudad Juárez, y de modo especial, de las respuestas eclesiástico-panistas en el caso de la niña Paulina en Mexicali.

A BORDO de un microbús, en un terreno baldío, la adolescente Yessica (Ximena Ayala, estupenda revelación) es violada por un chofer, amigo y jefe de su medio hermano. Este último, deseoso de comprarse unos tenis, facilita la faena a cambio de 500 pesos. Desde las primeras escenas, Sistach explora la complejidad psicológica de su protagonista, su carácter rebelde y pendenciero y también su disposición a la ternura y al trato amistoso que cultiva con una compañera de colegio, Miriam (Nancy Gutiérrez), en todo diferente a ella. Yessica, la chava mal hablada, la ''machina" que verbal y físicamente pone a los hombres en su sitio, se maquilla en exceso y a la menor ocasión ostenta actitudes retadoras. Al mismo tiempo se muestra extasiada ante el cabello perfumado de su amiga, feliz compartiendo a lado suyo una tiña de baño (momento afortunado de la fotografía de Servando Gajá), gozando puerilmente cada rincón del hogar clasemediero de su compañera, un paraíso de confort comparado con su propia casucha miserable.

LA CINTA no se despega tal vez lo suficiente de los clichés y de la visión esquemática de los barrios populares: Arcelia Ramírez, madre abnegada de Miriam, trabaja el día entero para que su hija pueda triunfar en la vida; María Rojo, madre noble, desesperada por la pobreza, es incapaz de entender a su hija Yessica, con lo que acentúa su desprotección afectiva y su vulnerabilidad frente al peligro. A pesar de este tratamiento melodramático, la cinta gana credibilidad y fuerza dramática por su manera objetiva, a menudo áspera, de abordar el tema central, por su rechazo del sensacionalismo (la violación se registra observando las reacciones del hermanastro), y por un punto de vista sólido que contrasta con el reflejo burocrático de trivializar esta violencia relegándola a explicaciones de nota roja. La película señala también a qué punto el desprecio sexista se descubre cómplices inesperados. Al hablar de Yessica violada, la madre de Miriam concluye: ''Cuando las muchachas no se dan a respetar, les pasan cosas así, o peores". Una reflexión con la que estarán de acuerdo en Mexicali los defensores del violador de Paulina.

Perfume de violetas es el trabajo más interesante de la directora Maryse Sistach.