VIERNES Ť 23 Ť MARZO Ť 2001

Paula Amor Poniatowska

Nomeolvides

Fragmentos extraídos del libro Nomeolvides, memorias de Paula Amor Poniatowska, con la traducción y prólogo de su hija Elena Poniatowska, editado por Plaza & Janés.

 

Nací el 4 de junio de 1908 en el número 60 de la avenida Kleber, en París. Mamá me contó que papá sintió tal decepción al ver una tercera hija que dejó caer la caja con los instrumentos quirúrgicos del ginecólogo. Esperaba un pequeño Pablo. Sin duda, por eso decidieron llamarme Paulette, a pesar de que en mi acta de nacimiento aparezco con el nombre de María de los Dolores.

Supongo que el nombre de Dolores me fue dado por mi tía-madrina Lola Attristáin de Yturbe, una señora ya grande que vivía en la planta baja de la Place des Etats-Unis y llevaba velos negros. Más tarde, mis padres pensaron que Dolores no hacía juego con Amor y que más valía llamarme Paula y decirme Paulette. Sin embargo, pienso que Dolores es mi verdadero nombre porque sufrí mucho de amor.

Creo que también fue bueno que Dolores se escondiera tras la pequeña Paulette.

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Tuvimos buen tiempo de regreso en el Flandres, durante la travesía hasta el Havre. Al atardecer, recostada en una silla de lona en cubierta, veía la alta silueta de Antonio Quintanilla destacarse contra el sol, cuando me dijo que me amaba. Era la primera vez que un hombre me hablaba de amor. Sentí una gran emoción anímica y también física: un hormigueo en el sexo y, sin embargo, no estaba enamorada de él. En la noche me fui a mi cabina a dormir sin inquietarme mayormente. Bendita inconsciencia de los adolescentes.

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De regreso a París recibí por fin una carta de Antonio Cortina disculpándose por no haber escrito. Añadía: ''Debes haberte sentido muy triste sin mis cartas. Si hubiera estado junto a ti, te hubiera besado y habrías olvidado todo''.

En el colmo de la furia, tomé una pluma y de la rabia rompí el papel para responderle que si aún estuviera enamorada de él me habría sentido, en e-fec-to, muy triste sin sus cartas, pero como ya no lo quería, me daba totalmente igual que me escribiera o no.

Sin embargo, seguía pensando en él con la esperanza de que viniera a París. Le había dicho a mamá que consideraba que la vida en México con él era más indicada para ella y para mí.

Todos estos planes fueron trastocados por la entrada en mi vida de Jean Poniatowski.

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En diciembre de 1941 viaje a Nueva York para ver al coronel Sosthnes Behn, director de la ITT. Muy amable me dijo que podría darle trabajo a Johnny en Cuba o en México cuando lo desmovilizaran. Salté de alegría.

-Naturalmente, México.

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En la semioscuridad mañanera contemplé los cuadros de mi recámara: una acuarela de una casita sobre el camino a Bayonne, una de la catedral, tres paisajes muy bien pintados por el tío Pipo y dos cuadros de flores de la amiga de mi madre, Mathilde Sée. De pronto comprendí que esos cuadros me retrataban; eran ellos los verdaderos representantes de mi vida, porque mi infancia es nítida, mientras que el resto de mi existencia se volvió nebulosa y mi propia persona borrosa, como lo interpretó tu papá al poner un signo de interrogación a mi perfil dibujado en una hoja blanca.

En los árboles, en la casa de Los Nogales, construida con gruesos adobes sacados de la tierra para poner en ella el agua cristalina de la alberca, Johnny invirtió toda su energía de artista frustrado.

Ahora sus bisnietos corren bajo los árboles, en el prado que él quiso verde y amplio. Quizá algún día sepan que gracias a él pueden respirar la felicidad.

Al padre Lefaubel le tengo un gran agradecimiento porque me abrió los ojos. Me dijo: ''No sabe usted que Johnny es su verdadero amor''. Me quedé sin habla. El padre cosntató: ''Ah, ƑLo ve usted?''.

No estaba muy enamorada de tu papá. No lo estaba de nadie. ƑQué sabía yo del amor? Sabía que quería tener hijos hermosos e inteligentes. Los tuve. Entre tu padre y yo, a pesar de nuestras diferencias, siempre hubo una gran comprensión que ayudó a un amor creciente.

Quiero que sepan, creo que ya lo saben, mis dos niñas vueltas grandes, que su valentía, Elena, Kitzia, será siempre enorme. Poco a poco el ensueño crecerá y nos envolverá en mucho amor.

Mamá