Ť Autora del libro de memorias Nomeolvides, prologado por su hija Elena Poniatowska
Murió Paula, María de los Dolores, Paulette Amor, a los 92 años
Ť Nació en París, de padres mexicanos; allá se casó con el prícipe Jean Poniatowski
Ť Su condición de princesa no le impidió mostrar su generosidad ante el drama de la guerra
Jamás perdió el acento francés y antes que el título nobiliario de ''princesa", llevaba otro más íntimo, adherido a su nombre y a su personalidad: el de Amor, palabra que fue su apellido paterno, el mismo que distingue a una estirpe de la que Elena Poniatowska Amor, escritora y periodista, es la más destacada heredera. Ahora doña Paula Amor Poniatowska pertenece a otro reino. Falleció la tarde de ayer en su casa de Coyoacán, a consecuencia de una insuficiencia respiratoria, a los 92 años.
''Me voy a morir", anunció hace unos días, rememora su sobrina-nieta, Beatriz Zalce.
Doña Paula todavía alcanzó a despedirse de su entrañable hija Elena, quien alrededor de las 16:00 horas de este jueves recibió la última llamada de su madre, a tiempo de abrirse paso y encontrarla aún viva en medio de una ciudad atenta al debate legislativo que culminó con la aceptación de recibir al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el recinto de San Lázaro. Le hubiera dado gusto, ya bien le decía a nuestra compañera Patricia Vega, que el subcomandante Marcos le parecía ''un hombre no sólo encantador, sino necesario para México''.
Torbellino de ocurrencias
Apenas el pasado junio, Paula había celebrado bailando su cumpleaños 92, tan jubilosa y activa como siempre, cuenta Beatriz Zalce. Parecía ingenua, distraída, inocente, pero en el momento más inesperado podía provocar un torbellino con sus ocurrencias, escribió Patricia Vega cuando charló con ella a propósito de su libro de memorias Nomeolvides, publicado en 1996 por Plaza y Janés.
Así era ella: una mujer para quien su avanzada edad no implicaba obstáculo alguno, pues solía manejar en carretera ?prosigue Beatriz?, nadar sin inhibiciones en traje de baño, ver películas e incluso adueñarse de la calle en los paseos cotidianos con su perro Pipo (un salchicha que le regaló su nieta Paula) y seguir el itinerario de la marcha zapatista a través de las noticias. Así era ella, una princesa preocupada por la miseria de este México al que llegó en 1941, cuando huyendo de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial se refugió aquí para proteger a sus pequeñas hijas: Elena y Kitzia Poniatowska. Y luego vino Jan, a quien tuvo en este país y que murió a los 21 años.
Nacida en 1908 en París y de padres mexicanos que coincidieron con el general Porfirio Díaz en su exilio, se le dio el nombre de Paulette Amor Yturbe, pero también el de Paula Amor e inclusive el de María de los Dolores y se convirtió en una mujer a quien su posterior condición de princesa no le impidió incorporarse a la Cruz Roja Internacional durante la Segunda Guerra Mundial como voluntaria en la sección sanitaria automovilística femenina.
Baile sobre el volcán
Sin solución de continuidad ?escribió Elena Urrutia en La Jornada? la alguna vez ''encantandora y elegante encargada de relaciones públicas de la internacionalmente conocida casa de modas Schiaparelli, que baila charleston y participa en fiestas y recepciones de gran mundo, se entrega con devoción a sus labores de rescate y de servicio en medio de esa drole de guerre, de esa curiosa guerra que, no obstante, no es obstáculo para que se tenga la sensación de estar viviendo un auténtico baile sobre el volcán".
Así era: una princesa que se imponía obligaciones para no dispersarse:
''Estuve muy contenta en la Segunda Guerra Mundial, porque aunque era voluntaria de la Cruz Roja tenía una obligación y muchas cosas que hacer. A pesar de que era un drama, el tener una responsabilidad me hacía sentir en mi elemento, qué extraño, ¿no le parece?"
Ser un poco rebelde, como Elena
Antes, en 1930, Paulette conoció en un salón parisiense a quien sería su esposo, el príncipe Jean Poniatowski, descendiente directo del último rey de Polonia y cuya estirpe familiar se remonta a la Casa Real de Sajonia que se inicia en el año 843 con el duque Ludolfo.
Aquel título, en realidad, no era relevante para ella. ''El que fuera príncipe no era muy importante, pues lo más sobresaliente es que era un joven guapo, inteligente, que tenía la misma educación que yo y era trabajador".
En un ejercicio de memoria, la autora de Nomeolvides, se mira entonces a sí misma como una joven ''muy libre, que tenía muchos flirts y sin tantas ganas de casarme, porque estaba muy feliz viviendo con mi mamá. Sin embargo, ante la insistencia de Jean me casé muy rápidamente, y al vivir con mis suegros, al principio me sentía muy intimidada por el protocolo y la atmósfera solemne, así que yo no era feliz en París, porque aparte de los hijos ?cosa que fue muy buena? me pareció que el matrimonio me encerraba. Yo era un poco como es Elena, rebelde".
Así era, con un inefable amor por su hija Elena, a la que quiso de un modo singular desde ''que me hizo una sonrisa que nunca he podido olvidar. Desde entonces entró un amor que no puede salir y que está ahí todo el tiempo." (Yanireth Israde, Mónica Mateos-Vega, Carlos Paul, Angel Vargas y Arturo Jiménez)