VIERNES Ť 23 Ť MARZO Ť 2001

Orlando Delgado

Globalidad y soberanía

Frente a los coordinadores parlamentarios de los tres grandes partidos políticos, frente a miembros del gabinete y frente al mismo Presidente de la República, los empresarios estadunidenses agrupados en la Cámara Americana de Comercio (Camco), a través de su presidente, advirtieron que debe abrirse a la inversión privada el sector energético, cruzando fronteras, para aprovechar la lección de California.

Ese estado estadunidense muestra, según ellos, una economía que mantiene un importante ritmo de crecimiento, sigue comprando tecnología, pero no tiene capacidad para generar la energía eléctrica que requiere; su planteo señala que la economía mexicana debe aprovechar esta oportunidad, con nuevas empresas generadoras de energía, empresas privadas con participación de capitales internacionales. Por eso, urgieron a "abandonar las preocupaciones obsoletas sobre los impactos de estas inversiones en la soberanía de México."

La Camco agregó que de no darse estas modificaciones, que propiciarían la competencia y permitirían ofrecer precios razonables a los usuarios, "los capitales se van a ir a otro lado"; esto, sin embargo, no ocurrirá ya que, en su opinión, el gobierno del presidente Fox va en la dirección correcta. Lo que hace falta, en consecuencia, es que los otros actores políticos entiendan que existen oportunidades que podrían aprovecharse, pero haciéndose cargo de que no hacerlo pudiera implicar no sólo perder esa oportunidad, sino perder porciones significativas de los capitales externos que han invertido en nuestro país y de muchos más que podrían hacerlo.

El señalamiento se da en un momento particularmente significativo: el de la clara desaceleración de la economía estadunidense, que podría dar cuenta del fin de un largo periodo de expansión basado, en primer lugar, en el boom de los valores accionarios de las empresas informáticas y, en segundo lugar, en una expansión de la inversión basada en la confianza estadunidense por "haber ganado una batalla estratégica histórica": el triunfo del "credo norteamericano", la imposición a escala universal de los valores estadunidenses como los valores de la civilización, la generalización de la idea del libre mercado como un estado de cosas natural, surgido al dejar de interferir en los intercambios; en breve, el laissez-faire como programa de futuro para la economía mundial (John Gray, Falso amanecer, Paidós Barcelona 2000).

La desaceleración estadunidense y el limitado crecimiento europeo, sumados a los problemas de la economía japonesa, han conducido a reducciones de las tasas de referencia en Estados Unidos y a una situación inédita en Japón; la Reserva Federal ha disminuido en 150 puntos base los intereses (1.5 puntos porcentuales), dejándolos en 5 por ciento para los fondos federales y en 4.5 por ciento para los de descuento, al tiempo que en Japón la tasa ha llegado a ser inexistente. Esto ilustra las dificultades que enfrenta el proyecto neoliberal para seguirse expandiendo.

Por ello, los requerimientos de espacios de inversión que sustituyan los estadunidenses se convierten en exigencias para que las llamadas transformaciones de segunda generación sean llevadas a cabo; se trata, precisamente de la liberalización de sectores estratégicos, fundamentales para la sustentación de los gobiernos y, en consecuencia, vitales para cumplir con las demandas de la población de contar con servicios públicos eficientes, así como con el compromiso de contribuir a una distribución menos inequitativa de las oportunidades de generación de ingresos.

El obstáculo único para privatizar el petróleo y la energía eléctrica en nuestro país ha sido la resistencia popular a permitir que empresas creadas para lograr que insumos fundamentales para la producción y, en consecuencia, para la vida de la nación, sean entregadas a intereses privados; intereses que no garantizan que la empresa sea eficiente, ni tampoco que atienda los requerimientos que son relevantes para la sociedad en su conjunto. La idea de que el modelo estadunidense es deseado por todos está lejos de la realidad; libre mercado y democracia no son, en definitiva, "socios sino competidores".

El fin de la burbuja estadunidense puede abrir la posibilidad de replantear radicalmente la propuesta neoliberal, terminando con el poder hegemónico de Estados Unidos, sosteniendo en toda su dimensión la soberanía como un concepto vigente.