Ť Una vez más, los capitalinos se volcaron a las calles para aclamar a los rebeldes
La historia se escribió dentro y fuera del Palacio Legislativo de San Lázaro
Ť En la sesión plenaria, debate sobre un punto de acuerdo para recibir al EZ; en la calle, decía Marcos: nos mintieron
HERMANN BELLINGHAUSEN
La historia del día se escribió dentro y fuera de San Lázaro, a unos metros de distancia, con el intenso dramatismo de lo simultáneo. Dos orbes de la política que se reivindican como democráticos y son muy distintos; en horas de la tarde casi se rozaron, estuvieron más próximos que nunca.
Una sola, compacta multitud rodea el Palacio Legislativo, y la comandancia zapatista y los oradores del Congreso Nacional Indígena hablan ante ella con un énfasis diríase que mayor al empleado hasta ahora en las decenas de actos similares a lo largo de la ciudad y el país, en la Marcha de la dignidad indígena, que ahora se encuentra a las puertas de su meta.
Mientras, dentro del recinto legislativo los diputados federales se enfrentan a una decisión histórica. Toma la palabra Felipe Calderón en nombre del PAN y elabora un combativo discurso que pinta su raya con los zapatistas, y también con el presidente Fox.
Muy parlamentariamente, se opone a que la 58 Legislatura reciba al EZLN en estos palacio y tribuna. Apela a la legalidad y afirma que recibir a los indígenas de Chiapas violentaría la ley.
El subcomandante Marcos, no lejos, dice una y otra vez: "nos mintieron", y mientras teje un discurso que es testimonio, descripción y denuncia, presenta a los comandantes que van leyendo comunicados y mensajes breves a las miles de personas que se aprietan a lo largo de la calle Emiliano Zapata, en el costado norte del Palacio Legislativo.
Hora crucial en el Congreso
En el pleno, los congresistas de la nación escuchan a Martí Batres, del PRD, y a Beatriz Paredes, del PRI. La sesión parece ordinaria, pero no lo es. La gravedad que emplean los oradores, representantes de los tres partidos políticos más importantes de México, aun con las ironías de Batres, dejan ver que el Congreso enfrenta una hora crucial.
Beatriz Paredes, quien no iba a hablar, sustituye al legislador Roberto Domínguez Castellanos, y en su carácter de presidenta de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, sale al paso de su propia historia y "libera" el voto de los priístas.
Su intervención será definitiva para que el pleno apruebe una "propuesta generosa" (por utilizar la nomenclatura del diputado García Cervantes, presidente de la sesión y opositor al ingreso de los indígenas zapatistas al gran teatro de la ley).
Es momento de recordar que hace seis años la diputada Paredes quedó atrapada en la trituradora de la traición zedillista cuando, en febrero de 1995, participó como subsecretaria de Gobernación en una entrevista con el subcomandante Marcos en Guadalupe Tepeyac, que pudo inaugurar una nueva etapa de negociación por la paz, pero quedó desechada en pocos días cuando el presidente Ernesto Zedillo optó por la persecución policiaca y la ofensiva militar para "resolver el problema", con los resultados de todos conocidos. Y liquidó la carrera política del entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán.
Hoy, un discurso sobre los símbolos de la ley y la realidad que clama allá afuera, y una balanza que ella inclinó al lado de la apertura (así sea nomás tantita), da a Beatriz Paredes la oportunidad de reivindicarse después del ya lejano manotazo zedillista.
Afuera, la multitud grita a los zapatistas: "No están solos". Sobre el estrado, la representante mixe Cándida Jiménez, del CNI, alude a "los que se creen dueños de las leyes" y les advierte: "estamos aquí para demostrarles que somos iguales que todos, y para demostrar al mundo que estamos dispuestos a seguir luchando".
Las cosas empiezan a suceder con rapidez. El canal televisivo del Congreso termina de transmitir el debate y sale al mitin de la calle. Fernando Yáñez, representante del EZLN para dialogar con los congresistas, ingresa al Palacio Legislativo rodeado por una nube de guardaespaldas de la Cámara, reporteros, y fotógrafos arriesgando la integridad física de sus cámaras, y a toda prisa recorren pasillos y escaleras hasta el salón de Protocolo, parece que entrarán y de pronto cambian de ruta, bajan otro piso y Yáñez al fin se pierde tras una pequeña puerta.
En apretada votación, los diputados habían decidido abrir el recinto y la tribuna al grupo rebelde, cuya intención explícita es "convencer al Congreso de las bondades" de la Ley Cocopa, que hoy respalda también el presidente Fox, a diferencia de su propio partido.
Así que lo de hoy, si acaso fue una victoria foxista, resulta bastante pírrica. Como la de la diputada Paredes sobre su propio pasado.
Los trabajadores del recinto legislativo empiezan a congregarse en los patios que dan a la calle, y si bien separados por doble reja del vivaz y apretado mitin callejero, siguen con curiosidad, y en muchos casos simpatía no reprimida, los discursos de los indios y la algarabía pro zapatista del público.
El comandante David dice: "No permitiremos que se nos vuelva a cerrar el camino que hemos trazado". Se refiere al momento como "un triunfo sobre el racismo" y fecha su comunicado "desde el Palacio Legislativo de San Lázaro, ciudad de México, Consejo Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del EZLN", con intención premonitoria aunque más tarde, al rubricar otro comunicado, el subcomandante Marcos lo haga sólo "desde la calle Emiliano Zapata", pues sin duda no resistió el detalle onomástico.
El comandante Tacho saluda a la sociedad civil, y le da trato de "señora", mientras en sus intervenciones espaciadas el subcomandante Marcos habla del hostigamiento sexual a las mujeres y los inconvenientes de ser ama de casa, madre, sexoservidora o simplemente indígena. Pero Tacho elabora una metáfora de albañil, él que ha construido tantas casas, y hasta dos Aguascalientes, y dice a la "señora": "Venimos a tu más grande casa", pero la encuentra todavía "en construcción". Nada puede darse por acabado, ni la democracia, ni la respuesta a las demandas indígenas, ni al apoyo de la sociedad civil a su lucha, que de tal modo hace su propia lucha, la construye.
Jaime Martínez Veloz, diputado príista y cocopo, se muestra casi satisfecho. No deja de notar que 20 compañeros de su partido votaron contra el punto de acuerdo y aliados al PAN. "Los que vienen de la burocracia", observa uno de sus acompañantes, mientras él se reserva sus comentarios. Su cara dice "los derrotamos", pero su preocupación es conocer la respuesta de los zapatistas.
Afuera habla Cándida otra vez, luego de Juan Chávez, el comandante Zebedeo y el subcomandante Marcos. La representante mixe resume en una frase la gran cantidad de palabras dichas (con perdón del buen Kafka) a las puertas de la ley: "estamos aquí para acatar nuestro compromiso".
A las 6 de la tarde, la delegación zapatista aborda su autobús y se retira a la ENAH. El arquitecto Yáñez permanece en las entrañas de San Lázaro. Doña Rosario Ibarra de Piedra, ubicada en el borde entre el recinto y la calle, luce contenta. No que sea gran cosa la oferta de los diputados al EZLN (del cual ella es intermediaria con la sociedad civil), pero sí nota la diferencia de cuando, hace pocos años, siendo diputada, puso su fuero legislativo a favor de los rebeldes chiapanecos; entonces iba sola, hasta se burlaban de ella, hoy la Cámara baja gana altura y se aproxima al nivel de la circunstancia histórica en juego.
La gente se dispersa hacia el Metro y cruza en torrentes las calles paralizadas. Hay alegría, ganas de sentir que esto avanza. Un grupo de muchachas, enlazando los brazos, casi dan el ancho de la avenida del Congreso; se ven quemadas por el sol de los días recientes, de tanta plaza, tanta calle, tanto plantón, y entonan una canción que no reconozco, pero entresaco dos versos de la letra: "Estamos haciendo historia/ pero la historia es difícil".
Juro que no lo estoy inventando.
Ť Mitin en el traspatio de la Cámara de Diputados
ROBERTO GARDUÑO Y VICTOR BALLINAS
El escenario preparado para recibir a los delegados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en la Cámara de Diputados era el traspatio donde se instaló una gran carpa con todo y sonido... así lo indicaba el señalamiento colocado en la gran reja trasera del Palacio Legislativo: "Entrada peatonal. Sólo empresas de servicios."
Al medio día del jueves, el tiempo pertenecía a la comandancia del Ejército Zapatista, como el propio enviado presidencial a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Rodolfo Elizondo, lo dijo la noche anterior. Sólo que ayer el tiempo transcurría vertiginosamente porque su retorno era inminente, según las declaraciones del subcomandante Marcos en la UNAM, que fueron confirmadas ayer por los otros 23 dirigentes zapatistas.
El argumento central: no se han cumplido las tres demandas básicas requeridas para el inicio del diálogo.
Como se esperaba, ayer se cumpliría el último acto público del EZLN en la capital del país. Ante las razones y el racismo que expresó un importante sector del Congreso de la Unión en el momento de responder a las exigencias del Ejército Zapatista, los líderes rebeldes acudieron a las afueras del Palacio Legislativo para expresar su indignación por no haber sido escuchados. A tono con el zapatismo, el templete se instaló en la calle Emiliano Zapata.
A las 15:52 horas salió de la ENAH una fila de vehículos con personas que acompañarían al EZLN en su última actividad en la ciudad de México. La caravana fue la más grande de las que ocurrieron en la capital del país: 18 autobuses que trasladaban a integrantes del Congreso Nacional Indígena y de sociedad civil; 50 motopatrulleros y 20 patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública, más decenas de vehículos de reporteros que atravesaron la megalópolis del sur al oriente.
El despliegue policiaco e informativo, que implicó el sobrevuelo de helicópteros y el corte de la circulación en los carriles centrales de Periférico Sur --en dirección a Cuemanco-- y otras calles que lo ali mentan, atrajo la atención de transeúntes, conductores de vehículos, dependientes de establecimientos comerciales y familias enteras que habitan colonias populares y unidades habitacionales.
Incluso los choferes y las familias que se trasladaban en los autos, al momento del cierre temporal de la circulación descendían de los vehículos y se acercaban a saludar a los zapatistas. La mayoría de esas personas sabía quién pasaría por esas avenidas.
El trayecto empezó en Periférico Sur rumbo a Cuemanco. A pesar de lo ancho de la avenida las personas que circulaban o caminaban por ahí se manifestaron con saludos y gritos de apoyo: "¡E-Z-L-N, E-Z-L-N, E-Z-L-N...!" "¡No están solos, no están solos...!
Después la caravana tomó la avenida Cafetales. A lo largo esa arteria, los reporteros que a diario han seguido las actividades de los rebeldes comenzaron a ser reprendidos por las mujeres policías que a bordo de patrullas viales eran las encargadas de guiar a la caravana. Y como sucede en esos casos, los informadores las ignoraron. Quienes no corrieron mejor suerte fueron los conductores de microbuses y taxis, porque la patrullera solicitó a sus compañeros viales que los sacaran de las rutas o los frenaran.
Sobre Cafetales, cerca del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, mujeres de edad se asomaron a la calle con ramos de flores en los brazos y alegres gritaban: "¡Viva Marcos! ¡Vivan las comandantas del EZLN!"
Al contrario de lo que transmitían algunas radiodifusoras ?que advertían del descontento de transeúntes y automovilistas, que incluso lanzaban mentadas de madre?, lo que se observaba en esos momentos era totalmente distinto a lo que se escuchaba. Las personas que salían a las aceras mostraban pancartas de apoyo. Unas saludaban y otras, como los alumnos del Colegio de Bachilleres, plantel tres, de plano echaban porras y vivas a la comandancia zapatista.
El trayecto por Cafetales y Eduardo Molina ?como se denomina la prolongación de esa avenida? fue similar en muestras de apoyo. Lo sorprendente fueron las actitudes de los niños que salían a ver a Marcos y los comandantes zapatistas: "¡Ahí viene, ahí viene...!" "¡Qué chingón, ahí viene!"
El periplo duró cuarenta minutos, y la caravana llegó al Palacio Legislativo de San Lázaro, donde sin ser visto por la mayoría de los miles de asistentes a la concentración zapatista, ya esperaba un gran escenario con otra gran lona para que los indígenas hablaran en la sede del Congreso de la Unión, pero al aire libre. De plano, en el traspatio.