JUEVES Ť 21 Ť MARZO Ť 2001

Ť Olga Harmony

Ellas juegan, imaginan...

Y trabajan, si pueden, en lo que les apetece, estudian, las que pueden hacerlo, para cumplir vocaciones y destacan, muchas, en sus profesiones y oficios. Digo ellas, para jugar con los títulos de dos obras de las que escribiré en esta nota, pero en realidad somos nosotras, las mujeres de todas clases y edades a las que algunos personajes (que a fuer de hablar como cristianos, más parecen talibanes) quieren reducir a las tareas hogareñas (muy dignas, por cierto) sin pensar que ''el corazón del hogar" tiene dos ventrículos y que, afortunadamente, muchos varones ya quieren ser la mitad de ese corazón. Más chistoso que el señor Carlos Abascal, titular panista de la Secretaría del Trabajo, es el diputado, por supuesto también panista, Jorge Ruiz García quien sostiene que ni siquiera podemos abrir una lata de conservas (ojo: la señora muy de su casa no necesita abrir latas, ella hace las conservas) o recordar las reglas del juego de la canasta (al que, por supuesto, la ociosa dama que perfila el señor diputado se dedica con tal pasión que le daría el santo y las malas a cualquier machín talibán).

Una de estas señoras clasemedieras, pero esta vez abrumada por su aburrida realidad -que, muy significativamente se hace presente con el pitido de una olla express- al extremo que se refugia en diversas fantasías, es la que nos presenta Juan José Millás en Ella imagina, un monólogo escrito dentro de la serie dedicada al personaje Vicente Holgado. En su estreno mexicano ya me ocupé del sugerente texto que bajo la dirección de José Ramón Enríquez y con la espléndida actuación de Emma Dib cobraba una gran riqueza emotiva, porque mostraba la soledad y el desconcierto de la protagonista. Enríquez la colocó en un gran lecho, olvidando las acotaciones del autor -que a lo mejor, ya que estaba presente en el estreno, no quedó del todo complacido por la adaptación que se le hizo- lo que limitaba los apoyos externos para esta joven actriz que demostró que no los necesitaba. Ahora la actriz Raquel González trae el monólogo tal cual lo dirigió Javier Pérez Eguarra en España. Qué vieja resulta ya para nosotros una dirección que acentúa con focos de luz los espacios que ocupará la actriz y qué anticuado el desenvolvimiento de Raquel González, tan exterior y tan previsible en sus matices. Contrastando ambas escenificaciones, no se puede menos que pensar que algo más que el Atlántico separa el teatro de nuestros países.

Otras dos mujeres, o las dos partes antagónicas de una misma mujer (puesto que se llaman Ana 1 y Ana 2) juegan El juego, de Mariela Romero, una importante dramaturga venezolana que se tituló como actriz en la Escuela de Arte Dramático del Ateneo de Caracas y se incorporó a la dramaturgia con el Grupo Bohemio, teniendo con El juego, precisamente, su primer gran éxito. Por desgracia, su drama, a pesar de sus evidentes virtudes, nos llega tarde. La influencia genetiana que culminó en el teatro latinoamericano con La noche de los asesinos, de José Triana, en que los personajes representan a muchos otros personajes y que rompió con la tradición costumbrista y tuvo muchos imitadores, pronto llegó a su extenuación. El mismo texto del dramaturgo cubano se nos antoja envejecido. Pero a diferencia de éste, Mariela Romero crea una atmósfera onírica y lleva a sus dos mujeres del intimismo a la crítica social, y el misterio que envuelve la situación lo rescata del empolvamiento, aunque quizá no del todo.

En su primera incursión como director, Ignacio Ferreyra tiene todavía muchas debilidades, como es el trazo escénico en demasía frontal. A su favor hay que decir que crea la atmósfera adecuada y que sus dos actrices, Verónica Rimada y Karla Constantini logran interpretar a sus dos personajes base -Ana 1 débil y víctima, Ana 2 siempre triunfante, aun jugando papeles que debieran ser de víctima- de manera muy convincente, aunque la dicción de Karla Constantini resulte por momentos bastante atropellada. El joven director, esperemos, podrá tener un trazo e indicaciones de iluminación más modernos en sus próximas escenificaciones.