MIERCOLES Ť 21 Ť MARZO Ť 2001

LA MUESTRA

Ť Carlos Bonfil

Infiel


EN LINTERNA MAGICA, su libro de memorias, el director Ingmar Bergman relata lo esencial del episodio que es materia central de Infiel, la cinta más reciente de Liv Ullmann. En 1949, a los 31 años, él tiene un affaire con una mujer casada, la periodista Gun Hagberg. El marido descubre la relación e intenta recuperar a su esposa sometiéndola a un acoso sexual. El intento es infructuoso. Bergman se casa con la joven, pero el matrimonio dura poco; sigue un divorcio y la muerte de la joven en un accidente. Cincuenta años más tarde, este hombre escribe el guión de Infiel, casi un último ejercicio de exorcismo, después de varias cintas semiautobiográficas, entre ellas, la más elocuente, Escenas de un matrimonio. Liv Ullmann, también compañera del cineasta, accede a realizar la película a partir de la historia referida, misma que guarda semejanzas con su propia experiencia conyugal a lado del realizador. Esta reciente colaboración artística con Bergman culmina, sin embargo, menos en un ajuste de cuentas pasional que en una sugerente reflexión sobre el poder desestabilizador de la infidelidad amorosa.

ESTAS HISTORIAS las conocen los lectores de los libros autobiográficos de la pareja. Algunas alusiones figuran en Cambios y en Choices, de Liv Ullmann, otras en el libro mencionado de Bergman. El tema de la infidelidad es también recurrente en películas de ambos directores, en Gritos y susurros (1972), donde el matrimonio aparece como ''un tejido de mentiras", en El toque (1970), con otro triángulo amoroso (Elliott Gould, Bibi Anderson, Max von Sidow), o en el adulterio que la propia Ullmann presenta en Confesiones privadas, de 1997.

EN INFIEL, la directora introduce un elemento nuevo: la mirada infantil. La niña Isabelle (Michelle Gylemo), hija de la protagonista, asiste al juego de masacre de los adultos. Es un personaje ausente en el guión de Bergman. En esta historia de cálculos, simulaciones y mezquindades, ella irrumpe como emblema de la inocencia, y el tratamiento alcanza su mejor nivel dramático en la relación que mantiene con su padre. Erland Josephson, actor veterano, encarna a un personaje omnisciente llamado Bergman, el escritor que vive en una isla remota y que en compañía de la actriz Marianne (Lena Endre) elabora la historia de una crisis conyugal.

El juego teatral se confunde con la evocación nostálgica, y la construcción de personajes con la lenta disección del pasado del autor del guión y de las personas que lo han rodeado, incluida la directora del filme. Los lenguajes se confunden entre sí, el guionista y la revisión crítica de sus propias respuestas afectivas; la directora y su modo de alterar el relato original para introducir un personaje infantil y explorar los motivos y consecuencias del colapso amoroso.

Hay escenas cercanas al vodevil (los amantes descubiertos por el marido), y otras donde el desbordamiento melodramático en la realización contrasta con la sobriedad del relato. Al final, las finas observaciones psicológicas de Liv Ullmann, su invaluable complicidad con el director de El séptimo sello y un notable conjunto de actuaciones llevan a buen término esta empresa por demás azarosa.