MIERCOLES Ť 21 Ť MARZO Ť 2001

Ť Presentó su ''novela de novelas'' bajo el sello editorial de Alfaguara

Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, reproduce historias que no podían caer en el olvido

Ť Los ''forzados a ser nadie'' y el éxodo, entre los temas de reflexión del escritor español

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 20 de marzo. El desarraigo del exilio, los éxodos masivos que, en cada persona, evocaban historias anónimas, el viaje del destierro, los trenes atiborrados de rostros pálidos, engullidos por las dos ideologías desatadas en la Europa del siglo XX: el nazismo hitleriano y el ''totalitarismo soviético-estalinista". El escritor español Antonio Muñoz Molina presentó hoy en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su ''novela de novelas", Sefarad (Alfaguara), reflexión literaria basada en situaciones, lugares, imágenes fragmentarias, conexiones plurales e instantáneas que someten al ''juicio moral de la literatura" los desastres del siglo pasado y su nutrida historia de exilios y ''éxodos miserables".

Muñoz Molina, prolífico escritor nacido en Jaén en 1956, rescata en Sefarad historias de ''personas que no merecen caer en el olvido", como Evgenia Ginzburg, una militante comunista que estigmatizada de forma injusta con el calificativo de ''espía" fue condenada a pasar el resto de sus días sometida a trabajos forzados en el Círculo Polar; o la historia del profesor Klemperer, expulsado en 1935 de la universidad y que dos años antes anotó en un diario que había visto en el escaparate de juguetes una pelota de goma infantil con una gran esvástica; o el mismo ''proceso" de desarraigo que sufrió Franz Kafka, que ''un día de verano de 1922 no volvió más a la oficina a la que había acudido durante 14 años" porque le habían dado de baja por enfermedad. Todos ellos ''forzados a ser nadie" por regímenes que extrajeron con brutalidad las ''identidades individuales" e hicieron del ''acusado" un ''culpable".

Tánger, luces y sombras

Muñoz Molina, también autor de El jinete polaco, explicó que ''Sefarad era el nombre de nuestra patria verdadera aunque nos hubieran expulsado de ella hacia más de cuatro siglos. En este libro hay un fuerte contenido histórico, cuestiones políticas, pero me gustaría contar su proceso de invención como artificio literario; al fin y al cabo no es un tratado histórico ni un panfleto en el sentido noble de la palabra. La sensación que deseaba dar en esta novela de novelas es que toda vida o toda narración es un entramado de narraciones y de vidas. La novela parte de una historia que contó una señora judía en Copenhague, de pronto conocí personas que me contaron cosas, tuve conversaciones que me regalaron historias asombrosas y poco a poco fue tomando una forma, y más que, curiosamente, había empezado a documentarme para el libro, sin saber que lo estaba haciendo, pues llevaba muchos años leyendo libros de historia y testimonios sobre el Holocausto, la persecución nazi y el estalinismo. El libro termina, pero me gustaría provocar que el lector siguiera buscando y hallando historias en otras personas o en sí mismo".

Así, el autor se convirtió en una gran ''oreja'' que reprodujo historias que no podían caer en el olvido.

''El novelista puede tener la tentación de convertirse en una especie de monarca omnímodo que rige su propia creación, pero en este caso era necesaria una cortesía de respeto hacia las vidas del otro, para permitir que la historia siguiera siendo de ellos aunque yo la contara. Eso lleva a una doble circunstancia: al reconstruir esa voz que me cuenta una historia, ejercito el derecho literario a la recreación."

El éxodo para huir de la barbarie o de la miseria persiste en nuestros días, y Muñoz Molina no es ajeno a esta realidad: ''Además de que el libro está lleno de inmigrantes, también hay una presencia persistente de ellos que llegan, de los que cruzan el Estrecho y se hallan en un país desconocido. Hay una historia en la que el narrador disfruta del veraneo en una playa del norte de Cádiz, que es famosa por los indocumentados que pasan cada noche, entonces ese hombre al ver las luces y las sombras de Tánger, al otro lado del mar, piensa en la sensación del que llega sin nada, sin papeles, sin nombre y que la identifica con la sensación del judío fugitivo que llegó de manera clandestina a Amberes en 1938 o de los que huyeron de Viena en la noche del 15 de marzo de 1938, cuando entró Hitler".

Linaje permanente de persecución

Muñoz Molina recordó que, gracias a la Revolución francesa, los judíos lograron por vez primera emanciparse, después de siglos de expulsiones en Alemania, España, Italia o Inglaterra. Esta persecución tiene, entre muchos responsables, un instigador paradójico:

''A la persecución judía en toda Europa, hay que añadir el antisemitismo de la Iglesia católica. No podemos olvidar su responsabilidad en la expulsión y el haber señalado al judío como al que ha rechazado el evangelio o la indiferencia escalofriante del Vaticano ante lo que ocurría en Europa. Todo eso es muy importante que se debata en España, porque nuestra vida intelectual es bastante provinciana."

Muñoz Molina, quien además de novelista es académico de la lengua, después de esta inmersión literaria en la implacable violencia del siglo XX, parece llegar a una dramática conclusión: la existencia de un ''linaje" que siempre es perseguido, al que siempre se le arrebata la identidad. ''Hay un linaje de seres que siempre son perseguidos. Por ejemplo, se da el caso de personas que buscaron refugio en Argentina o Uruguay en los años treinta, pasan los años, hay una dictadura militar y los hijos de esas personas son también perseguidos. Igual que muchos hijos de republicanos españoles que se fueron a América Latina y cuando las dictaduras, tuvieron que venir aquí. Es decir, es como un linaje permanente de persecución".

El autor de Ardor guerrero y Plenilunio va a contracorriente, al menos en este país, al señalar las virtudes del exilio o del exilio económico, la inmigración:

''Cuando se produce exilio o inmigración, quien pierde es el país del que se va la gente y quien gana es el país que la recibe. Entonces, cuando se ponen leyes o límites que permiten circular libremente los capitales, pero no las personas, algo ocurre.

''La riqueza máxima que recibió Estados Unidos a lo largo del siglo XX fueron las personas expulsadas de todas partes. La cultura latinoamericana está hecha de republicanos españoles exiliados, entonces toda norma que limite a las personas perseguidas o que padecen injusticia son contrarias a la humanidad. Para España la tragedia de la Guerra Civil no sólo fue la tragedia de los muertos, sino perder tanta inteligencia y personas."

Muñoz Molina advierte: ''La única patria posible es la ciudadanía; lo que nos define por nuestra individualidad y no por nuestra pertenencia a un grupo. El camino que me gusta es el de la Revolución francesa, que es el reconocimiento de la ciudadanía, no el derecho de la sangre sino el derecho del suelo.''