MIERCOLES Ť 21 Ť MARZO Ť 2001

Ť Estreno en Bellas Artes a cargo de la compañía suiza Grand Théatre de Geneve

La púrpura de la rosa, una ópera de auras incendiadas digna del Olimpo

Ť Montaje contemporáneo con música de Tomás Torrejón y libreto de Calderón de la Barca

Ť Mañana por la noche, en el Zócalo, La consagración de la primavera con ese agrupamiento

PABLO ESPINOSA

La noche del lunes se estrenó en Bellas Artes un montaje contemporáneo, mérito de la compañía suiza Grand Théatre de Geneve, de la primera ópera del Nuevo Mundo: La púrpura de la rosa, música de Tomás de Torrejón y Velasco (1664-1728) y libreto de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

Trátase de una historia de belleza con una música a su altura y una puesta en escena fuera de serie. Una ópera de auras incendiadas, una representación operística con logros, aciertos, maravillas.

La púrpura de la rosa es una de las cuatro producciones que trae a México la amplia representación artística suiza encabezada Rosainteriorpor Renée Auphan, como parte principal de la versión 17 del Festival del Centro Histórico. Este jueves 22, a las 20:00 horas, ocurrirá la cuarta de ellas y que nadie debería perderse: La consagración de la primavera, en el Zócalo capitalino, por supuesto con entrada libre.

Recuperación de una partitura

La apuesta estética de La púrpura de la rosa es harto ardua, riesgosa inclusive. Acierta por todos los flancos. Visto el conjunto en escena es una maravilla. Trazo escénico, concepción espacial, ejecución en el foso, voces solistas de belleza y potencia arrobadoras, presencia y resolución coreográfica, vestuario, escenografía. Todos y cada uno de los grandes y pequeños detalles de este montaje son un prodigio en sí mismo y su conjunción, su puesta en vida en escena producen un encantamiento irresistible. Sueño dorado, arte total.

El listado de aciertos y prodigios resultaría interminable. Citemos algunos principales: la recuperación de esta partitura ha causado conmoción desde hace relativamente poco tiempo y la ocasión tuvo su punto culminante con una efeméride mayor: el cumpleaños número 400 de don Pedro Calderón de la Barca.

Entre las diversas versiones discográficas de esta ópera prodigiosa, en México puede conseguirse la de Andrew Lawrence-King al frente de The Harp Consort (Deutsche Harmonia Mundi/ BMG). Hay otras opciones en la aldea global.

La versión que tuvimos el privilegio de presenciar en México esta semana (anoche hubo una segunda y última función en Bellas Artes) está registrada en disco compacto por Gabriel Garrido, al frente del formidable Ensemble Elyma, como una memoria auditiva de las representaciones que ocurrieron en Ginebra y Madrid. Todo este proyecto sustentado por el Grand Théatre de Ginebra y Paribas Suisse.

Sin resquicio de error

El trabajo del Ensamble Elyma es bien apreciado en México, donde en fechas recientes montaron (Guanajuato y Sala de Conciertos Nezahualcóyotl) un par de trabajos escénico-musicales de relevancia capital: una representación músico-teatral, la una, y una puesta en vida de composiciones de Sor Juana, la otra.

Las cantantes solistas son prodigiosas: las sopranos Isabel Monar y Graciela Oddone, como Venus y Adonis respectivamente, Victoria Manso en el papel de Amor, la mezzo Linda Mirabal encarnando a Marte. El coro, los instrumentistas. Todos formidables. No hay resquicio de error, todo es maravilla.

El texto de don Pedrito Calderón narra el apasionado amor de Venus y Adonis y la venganza del Dios Marte, quien loco de celos hace que el Efebo sea herido de muerte. Su sangre mancha las rosas blancas y las tiñe de púrpura. Júpiter, compadecido de los desdichados amantes, hace que suban juntos al firmamento: Adonis en forma de flor y Venus como el lucero de la tarde.

O séase, los mismísimos dioses del Olimpo y lugares circunvecinos. Una historia de amor y sexo contada de la forma más sublime. Ninfas, musas, deidades, hombres, bosque, nenúfares, zagales, ''las venas con poca sangre/ los ojos con mucha noche", suenan trompetas, truenan tambores, cantan los árboles, suenan los címbalos. Ya se oyen los claros clarines.

A golpe de vihuela y clavecín, ''la hermosura vence/ más que el arpón", Venus entona un canto triste mientras Amor, etéreo, gime. Danzan las hadas mientras crepitan las castañuelas, desbórdanse en fuegos de cabelleras doradas, lluvias de trigo, las lágrimas ''porque vuelve Venus/ hermosa y gentil/ trayendo despojos/ de Amor tras sí/ porque nadie puede/ exento decir/ que vivir no amando/ se llama vivir".

Una puesta en escena de belleza fascinante, El Dorado existe y tiene forma de ópera, fluyó por las venas de bailarines prodigiosos, saltó en géiseres de encanto desde las gargantas de mezzos y sopranos, rebulló en el foso de la orquesta ataviada de instrumentos de época y réplicas de reliquias, descendió Venus, se descolgó por la tarde desde el cielo y dejó de ser estrella para ser, ayuntada en el lecho con Adonis, nuestra Luna entera.

¡Dioses del Olimpo! ¡Qué prodigio de montaje de ópera! La apoteosis del barroco, en aggiornamiento formidable. Loor al Grand Théatre de Geneve.