miercoles Ť 21 Ť marzo Ť 2001

Gabriela Rodríguez

šViva Juárez!

La celebración del Día Internacional de la Mujer es un rito anual que permite desenmascarar con toda la fuerza cultural que se esconde en los símbolos cristianos, proyectos irreconciliables que coexisten en nuestro país ante un asunto sustancial de cualquier sociedad democrática: la inequidad entre géneros.

Al celebrar el 195 aniversario del estadista que institucionalizó el Estado laico en México, profundas raíces culturales siguen perpetuando la visión sumisa de las mujeres con nuevas regulaciones que reproducen y a la vez se resisten al ideal femenino del cristianismo, ya sea con discursos seculares, con expresiones de la democracia cristiana aliada a los sectores gubernamentales, o bien a través de movimientos de resistencia, representados hoy por el EZLN.

Tres meses bastaron para que el nuevo gabinete mostrara su verdadero rostro al respecto. Cuando el titular de la Secretaría del Trabajo declara públicamente su preocupación por "la masculinización de la mujer" muestra el perfil de las mujeres femeninas que quiere impulsar el nuevo gabinete, cuando menos en el ámbito laboral. El funcionario que quiso imponer a la Virgen de Guadalupe como patrona de todos los trabajadores mexicanos, pretende hoy cerrar el acceso al empleo y circunscribir a las mujeres al espacio doméstico. Se trata, en cierta forma, de una estrategia consistente con un Estado gerencial, una medida promisoria en tanto permite matar tres pájaros de un solo tiro: favorecer a mediano plazo que un sector importante de la población no crezca ni exija ejercer sus derechos a la libertad, al trabajo y a la ciudadanía; que las mujeres pierdan movilidad y tengan también que depender y someterse a las condiciones laborales que le exigen a su hombre u hombres de referencia: padre, marido, concubino, amante, hermano, hijo o pariente; y de paso, con esta medida se logra reducir la demanda de empleo, o sostenerla en lo que actualmente representa un tercio del mercado laboral.

Algunas mujeres femeninas, que no feministas, pueden ser impulsadas a puestos de relativa responsabilidad, pero pocas, de bajo perfil y que puedan seguir instrucciones. Las mujeres del gabinete foxista, con una sola excepción, se destacan por su falta de experiencia en el sector público, mínimos niveles académicos y por hablar inglés. Son militantes católicas, cuyas vidas no deben llamar la atención, que están al servicio de padres, maridos, jefes, hijos o hijos en potencia, que coinciden en considerar el aborto un sacrilegio en cualquier circunstancia, sin pensar en las mujeres embarazadas sino en lo que producen; y cuyos ídolos de inspiración son Santa Teresa de Jesús ("aunque me muera, aunque no pueda, aunque reviente, aunque no quiera"), Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo, y famoso por las denuncias de abuso sexual a menores), José María Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei en plena dictadura franquista) y los gerentes de empresas con profundos intereses sociales: fabricantes de botanas, navajas y cosméticos.

El proyecto de género del actual gobierno es muy contrastante con las demandas de la sociedad civil, con la necesidad de cambios profundos que van desde la percepción del cuerpo y de lo privado hasta el ámbito público; concretamente con las de mujeres feministas y líderes del movimiento indígena, que hoy representan la perspectiva de la pobreza. Mientras el movimiento feminista impulsa iguales oportunidades y condiciones laborales para las mujeres, independientemente de su estado civil o condición reproductiva, en plena semana de la mujer hay que exigir la reparación del daño de una joven pobre que fue violada y obligada a ser madre en un estado panista, en tanto que a las autoridades les preocupa si el violador es el padre biológico.

El 8 de marzo alzan también la voz nuestras visitantes, mujeres zapatistas y dirigentes de la Coordinadora de Mujeres Indígenas, para señalar que siguen pendientes las reformas propuestas por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa). Partícipes muchas de ellas de organizaciones católicas de base, en la tan discutida ley exigen la participación de las mujeres en condiciones de equidad, critican las prácticas de violencia familiar y abuso sexual, exigen un marco que les permita participar en decisiones comunitarias y les dé reconocimiento en nuevas posiciones de fuerza y dignidad.

El sector secular se identifica con el feminismo, y los sectores católicos presentan una ambivalencia que se focaliza en la negación de la condición de ser humana entre mujeres "femeninas", o bien, en el reconocimiento de la mujer como sujeta de derecho entre las revolucionarias. Por ello, el tema exige la institucionalidad de los derechos de las mujeres en el marco de un Estado laico, verdadero reto para el recién estrenado Instituto Nacional de la Mujer. šViva Juárez!