Ť Otra temporada de fraudes, abusos, dependencia y tedio
Concluyó en la Plaza México enésimo serial al margen de la ley
Ť Prevaleció el ganado joven y manso Ť Autoridades sometidas Ť Empresa sin remedio
LEONARDO PAEZ
Otra temporada subdesarrollada.
Se efectuaron 21 corridas de toros o su aproximación, ya que a partir del noveno festejo la empresa prohibió a los veterinarios de la delegación Benito Juárez realizar exámenes post mortem a las reses lidiadas, con la anuencia de autoridades delegacionales y del Distrito Federal, por lo que el escaso público a vistas trató de convencerse de que eran toros y no novillos lo que salía por toriles.
Los 18 hierros lidiados, ya que Xajay envió hasta tres corridas, y Teófilo Gómez, dos, confirmaron la severa crisis de bravura por la que atraviesa el campo bravo mexicano y el pobre concepto de edad y trapío que manejan los criadores.
Mansedumbre y escasa presencia en la mayoría del ganado no fueron obstáculo para que la autoridá, antes que el público, otorgara 34 orejas por faenas en su mayoría regularcitas --el toro adulto es el que da importancia a la faena, no los trofeos concedidos--y sólo algunas con fuste y expresión interior.
El rabo que debió haber cortado un especulador Zotoluco por su magnífica faena al boyante Romerito de Los Encinos, en la séptima corrida, se redujo a vuelta al ruedo, ya que el juez Jesús Dávila, en la peor temporada de su vida, en vez de ordenar al diestro que entrara a matar, tuvo a bien conceder el indulto, con lo que evitó a la nueva figura la posibilidad de malograr el trasteo con la espada.
La empresa, aplicando unos criterios que ni ella entiende pero que le sirven para cubrir el expediente de que hace Fiesta, contrató a 41 matadores --27 nacionales, 12 españoles y dos franceses-- de los cuales tres fueron rejoneadores, uno español, Andy Cartagena, vertiginoso pero que se hizo de dos orejas en su tercera y última actuación, mientras que su paisano Hermoso de Mendoza, a quien no pudo contratar la empresa, todavía no se baja del caballo actuando en cuanta plaza de provincia grande o chica es contratado.
Efectistas, artistas y turistas
Continúan sin salir --por los erráticos esfuerzos empresariales-- toreros mexicanos que apasionen. Los mejorcitos que tenemos hacen las cosas bien, acusan desenvoltura y solidez técnica, pero carecen de expresión intensa, de esa propuesta capaz de tocar "las telillas del corazón", sea por su estilo refinado, sea por su arrojo carismático. Tal fue el caso, con cuatro y tres actuaciones respectivamente y cuatro orejas cada uno, de Rafael Ortega y El Zotoluco, solventes pero sin arrastre.
Quizá el torero mexicano joven más consistente resultó Ignacio Garibay (4 y 4), con buena presencia, valor sereno, bases técnicas y un estilo aún por consolidar.
De los veteranos, el mejor fue el maestro Mariano Ramos, que en la cuarta corrida bordó a dos astados de Los Martínez de diferente estilo, malogrando con el estoque sus enormes faenas. Pero lo realizado por Mariano fue de lo que resuena para siempre. Miguel Espinosa se topó con dos bureles propicios para su toreo, anovillados ambos, que le permitieron cortar sendas orejas.
Al que sí le salieron las cosas mal fue a Eloy
Cavazos, que en tres comparecencias no hizo más de medias entradas,
excepto cuando alternó con El Juli. Obtuvo una oreja para
en las siguientes dos tardes escuchar sonoras rechiflas.
Por sus cualidades para convertirse en diestros taquilleros, merecieron mejor suerte en las oportunidades y en los carteles --fallidas combinaciones en su mayoría--: Mario del Olmo, El Conde y Jerónimo, que nada hicieron frente a la mansedumbre de sus respectivos lotes. Y otros tres, Jorge Mora, Alfredo Lomelí (1 oreja) y Humberto Flores, bien pudieron haber ocupado uno de los 10 puestos que la generosa empresa concedió a medianías españolas.
De los diestros importados destacaron por su compromiso torero y expresión elocuente: Eugenio de Mora (2 y 1) y Morante de la Puebla (1 y 1) --éste incluido en uno de los carteles más redondos del serial, pero en una fecha infame: el lunes 25 de diciembre--, quienes pudieron recordarle al escaso público que los vio que el arte del toreo es gozar y pensar en la cara del toro, no sólo pegar pases bonitos. En este sentido, Enrique Ponce (2 y 4) realizó interesante faena su primera tarde, desdibujándose en la segunda, y El Juli algo dijo en tres corridas.
Bien hará el Gobierno de la ciudad en dejar en paz a los autorregulados taurinos, que cuando acaben de hundir al espectáculo no tendrán a quién culpar de su ineptitud, como no sea a la selecta prensa negativa.