Ť La obra de Daniel Finzi Pasca se presenta en México por quinta y única ocasión
Icaro cumple diez años de buscar la libertad
Ť El montaje ''muestra las posibilidades del ser humano para trasformar el destino mediante la imaginación'', explica el director suizo Ť El teatro de ciencia, un masaje al alma, plantea
CARLOS PAUL
La creación escénica Icaro cumple diez años, y por quinta y última ocasión se presentará en México para hablarnos de ese dulce y heroico anhelo de resistir a la enfermedad, el dolor y la muerte mediante un divertido y conmovedor viaje de iniciación, en el que los sueños florecen no para escapar de la realidad, sino para profundizar en ella y descubrir las distintas opciones que ofrece para vivirla.
Escrita y dirigida por Daniele Finzi Pasca, director del Teatro Sunil de Suiza, la obra "muestra las posibilidades del ser humano para transformar el destino mediante la imaginación".
Icaro ha viajado por distintos países de Europa y Latinoamérica con la propuesta a la que Finzi denomina "teatro de la caricia".
El teatro de la caricia surge como una reflexión acerca del trabajo del clown y de las posibilidades de éste para tocar físicamente al espectador y convertirlo en el héroe de la historia que se le cuenta. ''Lo que proponemos mediante esta cercanía --destaca Daniele-- es un masaje para el alma".
Finzi explica que el clown "es un actor que piensa danzando. Nosotros vemos todo en forma coreográfica. Un clown se podría definir como un pensamiento, una visión que danza en el espacio mirando a los ojos del público. El clown son los pensamientos que un actor tiene, más que un personaje ajeno a él. Es como un viaje dentro de sí mismo y un descubrimiento de las cosas que uno quiere contar. Tal es la perspectiva que tenemos en el Sunil".
El estudio de la clownería, añade, "parte de dimensionar lo trágico. Al hacerlo, uno busca y encuentra lo hiperdramático y lo tragicómico; ahí uno brinca del cómico al trágico muy rápido, quedándose así en equilibrio, sobre un hilo sutil entre el hiperdramático y el principio de lo que es el tragicómico".
En ese contexto, "se puede delimitar muy bien donde está la decadencia de la clownería, cuando los clowns comienzan a ocuparse de lo chistoso, caen, tropiezan y no queda nada. La estupidez no hace reír ni llorar; en general se queda corta. Para hacer reír o llorar uno tiene que tener una perspectiva muy personal de lo que es lo trágico, y a partir de esto, decidir si se le vuelve lírico o heroico".
A Daniele Finzi le interesa exponer en escena la búsqueda de la libertad; contar historias de héroes perdedores, "como somos casi todos en la vida". Así como el amor y el desamor, los sueños, las alucinaciones, los mundos paralelos, "que no llegamos por completo a interpretar, y sobre todo esa extraña lucha del hombre contra el destino".
En ese sentido, considera: ''una de las enfermedades más grandes que tenemos es la de acostumbrarnos a las cosas. Es una gran lucha el no habituarnos a algo. Nos acostumbramos al aire podrido de la ciudad, a los niños de la calle, a una infinidad de situaciones; nos olvidamos --destaca-- que tiene que ser distinto y terminamos acostumbrándonos, y esto es quizá una de las tareas de cada uno: buscar sorprenderse cada día".
Icaro, dice, "sigue siendo ese viaje hacía la libertad interior. En muchos lugares, hablar de alguien que se escapa de la realidad es pensar en alguien que no está presente. Tengo la sensación de que la realidad es múltiple, por lo que el viajar, el luchar por una realidad interna, no significa necesariamente no estar presente, es estar presente en varios lugares. La obra propone escapar dentro de las posibilidades que somos".
Esta temporada de Icaro, que se inicia hoy, a las 19:30 horas, en el Teatro Ramiro Jiménez (avenida División del Norte 2545, casi esquina Río Churubusco), anuncia Finzi Pasca, "es la despedida; serán las últimas funciones que demos en México, lugar que me dio mucho. Empezó por darme una esposa (Dolores Heredia)".