Vibraron 90 mil almas en el Monumento a la Revolución


Atrapados en el Tecnogeist

JUAN JOSE OLIVARES

Como hace un año en el Zócalo, alrededor de 90 mil jóvenes celebraron ahora en el Monumento a la Revolución la tarde y noche del sábado y madrugada del domingo, al ritmo de la música electrónica más intensa (trance), el éxtasis del festival-rave llamado Tecnogeist: el espíritu del tecno... la apología de la tecnocultura.

Comenzó a las 6 de la tarde con un desfile (del Angel de la Independencia al Monumento) de cinco camiones con plataformas que llevaban a dos diyeis --entre los que estuvieron Unknow, Borderline, Tobi Temple, Exel Wirtz, Klang--, durante un recorrido de dos horas en el que invitaban a los ravers a seguirlos hasta el sitio del moderno ritual.

Fue su noche, más bien su madrugada, ya que hasta el final del programa, como a las seis horas del domingo, todos los presentes seguían bailando, escuchando, sintiendo, amando, y algunos hasta fumando (churros de mota) y bebiendo cervezas, que devinieron orines sobre los jardines del inmueble, ya que las 20 cabinas sanitarias resultaron insuficientes.

Desde el escenario donde estaban colocadas las cuatro tornamesas, las mezcladoras, distorsionadores y consolas, se apreciaba a la multitud como gran enjambre compacto, alterado por el estruendo de poderosas bocinas que emanaban desde el hard, psycho hasta el progressive trance.

Alienígenas, cibernoides, dancers, noviecitos, fresas, reventados, de todo había. Gran parte se fundía en el vértigo de la hipnótica música importada, pero que hace más de diez años ya es suya. "Escuchar a los picudos de a grapa, pues está muy chido", señaló un eufórico jovenzuelo que dijo haberse metido una tachita. No paraba de brincar y hasta se coló a la zona backstage, donde estaban los diyeis y los perfumados con gafete (incluyendo algunos músicos invitados ytecnogeist_3 artistas, entre ellos Juan Carlos Retes).

''Es impresionante. He tocado tres veces en Love Parade (el más grande festival del orbe que se celebra en Alemania) y me parece sorprendente que a estas horas nadie se mueva de su sitio", comentó alegre el diyei alemán Hans Nieswandt, en medio de un aura de humo verdoso, en pleno proscenio.

La euforia ya había arrancado con las andanadas break beat de Nopal Beat y Terrestre, dos actos en vivo mexicanos que antecedieron al gélido, punzante y acidulado pum pum de los dos Thomas alemanes (Schumacher y Brinkmann), quienes elevaron a los danzantes mexicas en auténtico ritual de horda.

Siguió Fussible y su sonido Tijuana Nor Tec, que hacía mover esbeltas caderas y cinturas púber, apoyado en el quisquilloso ruido del Live Act germano, Zombie Nation, electrizante y manipulador. Unos iban y venían, mientras otros gritaban o colocaban su casa de campaña para el rush (o sea, el descanso, el baile horizontal).

Entraron Triple R, Koggi y el loco de Mijk van Dijk, acelerando el ritmo de los platos puestos en las tornamesas, para que el enjambre --que más bien era panal-- se moviera al unísono, saltando con natural alegría de libertad.

Pero no tanto como cuando apareció la estrella de la noche: Sven Väth, uno de los más reconocidos en el mundo y uno de los creadores del trance. Llegó en un vuelo de Nueva York, saludó a la banda y comenzó con sus disquitos de verdadera hipnosis. Una hora --por la que cobró cinco mil dólares-- completa de beats magnéticos que anestesiaron a miles de párvulas mentes. No cabe duda que Sven es un hechizero que sabe cómo prender a la gente; muchos nomás escuchaban y perdían su mirada en la oscuridad de las bocinas.

Las calles aledañas, inundadas de jóvenes, seguían viviendo una verbena nocturna. Tortas, chescos, atole y tamales (además de otras sustancias) daban la pila pa' mantenerse en el baile. Mientras Diyei Hell y Monika Kruse continuaban proporcionando la sonora dosis, y Hans Nieswandt rechinaba los discos con las agujas y poco a poco bajaba el ritmo.

Subió el mexicano Martín Parra y para arriba otra vez. Más electrocandela y la gente no paraba de bailar. "Es increíble que nadie se vaya", dijo el subdirector del Instituto Goethe, Dietmar Geinsedorf, uno de los productores de este benéfico mal llamado Tecnogeist.

Igual que en la versión pasada, el saldo fue blanco. La Secretaría de Seguridad Pública informó que con la vigilancia desplegada --con 368 policías, la mayoría, afables con los chavos-- se redujeron al mínimo los incidentes.

Se detuvo a 11 sujetos (algunos por consumir alcohol), entre ellos dos muchachos de 19 años que agredieron a policías que les solicitaron revisar sus bolsos.

Pero al final, con este rave, Tecnogeist se consolidó como la expresión de un auténtico proyecto de joven cultura contemporánea.