Ť Esperan especialistas en fijación de nitrógeno más aportes oficiales, en Morelos
Interesa a trasnacionales comercializar biofertilizante realizado en la UNAM
Ť Científicos descifran el genoma de una bacteria que ayudará al conocimiento de leguminosas
ANGELICA ENCISO L. ENVIADA
Cuernavaca, Mor. Especialistas del Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno de la UNAM tardaron casi ocho años para descifrar el genoma de la bacteria Rhizobium etli, con lo que ahora podrán ampliar el conocimiento sobre leguminosas como el frijol.
Fue el 14 de febrero del año pasado cuando diez investigadores terminaron de descifrar el genoma de la bacteria a partir del análisis de la secuencia de 500 bases y ahora analizarán los resultados.
Este avance científico de los investigadores mexicanos permitirá mejorar el crecimiento de las leguminosas, explicó el secretario técnico del centro, Oscar Rodríguez.
Además, en las dos décadas que lleva en operación el centro, los investigadores desarrollaron un biofertilizante con alto contenido de nitrógeno, el cual ha resultado benéfico para el medio ambiente y para los agricultores de granos básicos, porque obtienen altos rendimientos y además es barato. Pero ahora esta investigación puede pasar a manos de la iniciativa privada, debido al poco interés gubernamental por divulgarla.
Ubicado en esta ciudad, el centro cuenta con una comunidad de aproximadamente cien personas, entre académicos y estudiantes, quienes han participado en los proyectos que se han comenzado a dar a conocer.
Para llevar a cabo el análisis del genoma de la bacteria Rhizobium etli ahora cuentan con más recursos, ya que la institución adquirió un secuenciador automático de ADN, que es único en América Latina, y con apoyo del Conacyt.
En cinco años, el centro espera tener avances sobre esta nueva fase del proyecto, y también pretenden descifrar el genoma del frijol y de algunas especies animales, explicó Rodríguez.
Una de las investigaciones básicas del centro es sobre los biofertilizantes. Estos ya se comenzaron a utilizar en siembras y sus resultados se plasman en que los rendimientos de las cosechas crecen entre 11 y 95 por ciento, además de que son baratos, ya que la bolsa para una hectárea cuesta tan sólo diez pesos.
Aunque los biofertilizantes se comenzaron a aplicar en las cosechas de 500 mil hectáreas de maíz, trigo, sorgo y cebada desde 1999, y el año pasado en dos millones de hectáreas, en coordinación con la Secretaría de Agricultura y con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), su divulgación aún es limitada.
Los especialistas confían en que el gobierno participe más activamente para hacer llegar a los agricultores esta aportación científica, porque de otra forma sería la iniciativa privada la que se haga cargo de ello.
Empresas trasnacionales ya se han acercado a los especialistas con la intención de comercializar ese producto.
Historia del biofertilizante
La producción de fertilizantes ha sido fundamental para la de alimentos, ya que ha permitido abastecer a 40 por ciento de la población mundial, pero el aumento de la producción y el uso de fertilizantes químicos en el terreno agrícola ha traído graves consecuencias al medio ambiente, explicó la investigadora Georgina Hernández, directora del centro.
Señaló que ahora se propone usar los biofertilizantes en sustitución de los que son de origen químico, y mencionó a Brasil como uno de los países donde ya se lleva a cabo, lo que permitió elevar la producción de soya.
A partir de la creación del centro, en 1981, la investigación se centró en fijar el nitrógeno, y sólo un grupo de bacterias lo pueden hacer, es el caso de Rhizobium etli, la cual está asociada a la raíz de las leguminosas e infecta las raíces, pero al fijar el nitrógeno produce amonio y fertiliza la planta.
También se desarrolló el biofertilizante Azospinillum para ser utilizado en el cultivo de maíz, trigo, sorgo y cebada.
La bacteria, en combinación con un medio inerte, estimula el crecimiento de las plantas y eleva el rendimiento de los cultivos, indicó por su parte el investigador Jesús Caballero Mellado, responsable de este proyecto.
En una presentación de la investigación, el especialista detalló que luego de las pruebas experimentales, la bacteria se utilizó en 16 estados del país en 1999 y las cosechas se elevaron notablemente, incluso en suelos arenosos, difíciles para la siembra, se encontró un efecto positivo.
Además del aumento en la producción, se encontró una disminución en la contaminación de los mantos freáticos y en la infición atmosférica, ya que se evitó la generación de óxido de nitrógeno, precursor del ozono.
Aun con los beneficios que aportan los biofertilizantes, los convenios con INIFAP son para investigación, y la producción masiva de ese producto no la pueden llevar a cabo los científicos, por lo que en caso de que este organismo no la produzca este año, "seguramente la iniciativa privada tendrá una buena opción y un amplio mercado".
La directora del centro, Georgina Hernández, lamentó que esa investigación no se utilice masivamente en la producción agropecuaria, pero confió en que este año continúen las pruebas con el frijol en un mayor número de campos experimentales, para que en el 2002 se empiece a utilizar en forma extensiva en la siembra de la leguminosa.