Ť Anagrama ofrece en español la revista del Parlamento Internacional de Escritores
En Autodafe, 29 escritores hablan del dolor y la esperanza en el exilio
Ť El primer número de la publicación ofrece textos acerca del desprendimiento del hombre de su tierra, a causa del fanatismo Ť Russel Banks, Gao er Tai y Stanko Cerovic, entre los colaboradores
JAVIER GONZALEZ RUBIO IRIBARREN
El exilio es un dolor tan grande que sólo lo comprende en toda su magnitud quien lo ha vivido. Los testimonios sobre él nos acercan a una de las realidades históricas y legendarias más tristes del ser humano: el verse obligado a arrancarse de su tierra, de su alimentación, del territorio sagrado y mítico de la infancia. Para el exiliado todo queda atrás en un recuerdo del que se tiene que aferrar para que toda su vida anterior no parezca un sueño, una inexistencia.
A veces el exilio llega a buen puerto y el hijo puede regresar a la tierra amada y contribuir a volverla prometida. Pero en otras, la mayoría, su lucha es desde la nostalgia y la rabia e intenta por los medios a su alcance hacernos partícipes y solidarios de ella, lo cual se vuelve mucho más evidente, por razones obvias, con los escritores.
Ellos --nosotros-- pueden ser doblemente peligrosos, pues a su capacidad de aprehensión de la realidad se añade la imaginación que permite interpretarla, y las posibilidades siempre ilimitadas del lenguaje que libera y salta todos los muros materiales y encuentra, gracias a la poesía y la metáfora, por ejemplo, la manera de zarandear a los opresores, de ridiculizarlos, de exhibirlos, y ellos, a veces perceptivos, dan rienda suelta a sus labores represoras y amordazantes. Pero el escritor, como cualquier otro artista, no puede vivir preso. Y tiene al menos la enorme fortuna de hablar por otros muchos que pagan con el precio del exilio la posibilidad de seguir vivos, como ha escrito Mehemed Uzun.
Ha aparecido el primer número --otoño de 2000--de la revista Autodafe editada en París en su versión original por el Parlamento Internacional de los Escritores, y Anagrama la ofrece en español con muy buenas traducciones del francés hechas por Javier Calzada.
El Parlamento Internacional de los Escritores surgió formalmente en 1994, después de que en 1993, 300 autores de todo el mundo hicieron un llamado para solidarizarse con los escritores que sufrían persecuciones y promover la creación --hoy realidad-- de ciudades refugio --México es una de ellas-- para acogerlos.
El primer presidente de ese parlamento fue el inglés Salman Rushdie, que lleva más de 10 años exiliado en cualquier parte del mundo en que se encuentre, perseguido por los fundamentalistas iraníes. Ahora, el Parlamento es presidido por el premio Nobel Wole Soyinka.
Autodafe es una revista que debe celebrarse leyéndola, pues su riqueza es admirable y a la vez conmovedora, llena de fuerza por darle espacio a la verdad, al testimonio y no al sentimentalismo, al que, por lo demás, la mayoría de los autores presentes en ella tendrían todo el derecho.
Los textos, de escritores de prácticamente todas las latitudes donde hoy hay persecuciones contra libertad y conflictos bélicos, o procedentes de pueblos asediados por sus vecinos, conforman un gran lago de experiencias y reflexiones en el que, para el lector, confluyen el placer y el dramatismo. Una de las grandes paradojas de la creación artística.
Ningún texto se cae de las manos
La revista contiene 29 textos de otros tantos autores de muy variadas latitudes y no hay uno solo que se caiga de las manos, que no atrape al lector o lo deje con indiferencia. Pero quizá lo más valioso es tener la oportunidad en español de contar con una especie de antología del desprendimiento del hombre de su tierra herida y humillada por la doctrina, por el fanatismo, por los odios raciales, por la guerra, o incluso, como el del novelista estadunidense Russell Banks, que en su propia tierra reflexiona sobre el furor ocasionado por la frustración que cunde entre sus jóvenes.
La revista, además, está llena de contrastes estilísticos y emotivos para expresarnos las especialidades de la destrucción, de los intentos de castración del espíritu. Encontramos a Gao er Tai, cuyo texto ''Sobre la obligación de sonreir en los campos de concentración chinos'' nos lleva en una cadencia de sentido del humor que desemboca en un dramatismo que nos deja sin aliento. O tenemos a un autor montenegrino, Stanko Cerovic, que en ''¿Cómo se entra en la guerra?'' nos entrega una bella, amargamente dulce reflexión sobre la violencia y la guerra y la conducta del ser humano dentro de ella en relación consigo mismo, con la naturaleza y el sentido del tiempo. Una reflexión también sobre la eterna novedad cruel y sorpresiva de la guerra, pues el hombre se niega afanosamente en aprender de la historia.
Mehemed Uzun, exiliado en Estocolmo, nos atrapa en un texto que se mueve entre la melancolía y la esperanza en ''El renacimiento kurdo en el exilio''. El autor nos habla de un pueblo del que sabemos nada realmente, infatigablemente perseguido por otomanos, turcos e irakíes, y que se resiste a renunciar a su vida. Hace una amplia reflexión sobre el significado del exilio, recorre pérdidas, pero finalmente celebra la palabra y el afán de conservar y mantener el lenguaje como piedra angular de la cultura kurda.
La escritora argelina Assia Djebar, profesora en Loussiana,
EU, en ''El cross de Fanaia, frágiles amazonas'', rinde tributo
a las más de 600 mujeres que han sido asesinadas por los fundamentalistas
en Argelia, cuerpos que flotan y que danzan en el alba azul celeste
de nuestra memoria.
No se refiere a las mujeres incluidas en la cifra de los más 100 mil argelinos masacrados en barrios y aldeas desde 1992 (van 380 en en este años), sino a aquellas que fueron asesinadas por su expresión de libertad o rebeldía. En un texto breve, se niega al olvido y se rebela a la amnistía concedida por el gobierno a los sembradores del terror.
El escritor turco Nedim Gursel nos habla de un muro casi olvidado, ''El último muro de Europa'', el que divide a Grecia y Turquía en Chipre desde hace 25 años. Y para ello recurre a contarnos una historia real que ya la literatura nos ha contado mil veces desde Shakesperare y no deja de conmovernos e indignarnos: la de los amantes pertenecientes a diferentes etnias, a diferentes países, a diferentes familias y que, a diferencia de los adolescentes Romeo y Julieta, encuentran en la fuerza de su amor el poder para resistir el acoso, el castigo, la indiferencia, el silencio, el aislamiento.
Latif Pedram, escritor afgano, retoma uno de los grandes temas: el pleito feroz y eterno entre religión y literatura y se lamenta de la destrucción Talibán que ha vivido Afganistán --el fanatismo fundamentalista quemó los 55 mil libros del centro cultural Hakim Nasser Jorsow Balji--, pero también de la otra destrucción, la ideológica y encarcelada, que su país vivió durante el régimen prosoviético.
El mundo está lleno de dolor por donde quiera que se le mire. Cada vez es más difícil ser humano y tener esperanza e ilusiones; sin embargo, la literatura es una de esa pruebas infalibles de que el ser humano lucha permanentemente por sobreponerse a su capacidad de destrucción y al temor del otro. Autodafe es prueba contundente de ello.