domingo Ť 18 Ť marzo Ť 2001

José Agustín Ortiz Pinchetti

Los partidos históricos que vienen

A propósito de Benito Juárez, yo pienso que la mayor muestra de su talento fue una iniciativa para establecer un pacto de reconciliación nacional reconstituir al partido conservador, la que formuló un mes después de la restauración triunfal de la República en julio de 1867. Juárez sometió a plebiscito una verdadera reforma del Estado para hacer viable una democracia con alternancia. Intentó alentar a los conservadores a reorganizarse garantizando el voto al clero y propuso una reorganización del sistema de poderes. Juárez calculaba que los liberales sin un partido que alternara con ellos acabarían de dividirse entre sí peleando con ferocidad por el poder. Fue exactamente lo que sucedió. Los liberales se opusieron a la reforma y la derrotaron. Los conservadores sobrevivientes se dedicaron pacientemente en las siguientes décadas penetrar el poder porfiriano sin perder su ideología y sin renunciar a sus intereses.

La misma ceguera política se repitió idéntica a partir de 1929, después de que la Revolución se volvió un gobierno estable. Los revolucionarios consideraron que había que cerrar cualquier posibilidad de alternancia con los conservadores (o con cualquier otro grupo). Se pasaron 50 años haciéndole fraudes al PAN que era una opción democrática y reprimiendo implacablemente a la izquierda. Ellos mismos se consideraban como izquierdistas o al menos como "reformistas". Mientras tanto los verdaderos reaccionarios penetraron el aparato del Estado y a partir de 1985 se apoderaron de su control. No lo abandonaron hasta dejar al PRI en ruinas en el año 2000.

ƑLa opción conservadora que encabeza el presidente Vicente Fox desembocará en una organización política que perdure en el poder en el plazo de una generación, como soñó lograr Carlos Salinas?

Me permito dudar. Para lograrlo, Fox y el PAN tendrían que renunciar a toda su legitimidad democrática. Además, ni Fox ni el PAN pueden dar, al menos por el momento, una verdadera respuesta al problema central de México, que es el de la desigualdad. La desigualdad se repite en segmentos, clases, castas, sectores económicos, regiones y fragmenta la población e impide que México pueda aspirar a ser una nación moderna. Ni siquiera puede garantizarse una gobernabilidad democrática. La respuesta de Fox puede tener visos interesantes, pero será muy difícil que desde un ángulo conservador se plantee como única salida la de empresarios y tecnócratas que hoy conducen la política económica. Debe haber y hay otra respuesta.

La mayor parte de la clase política "realmente existente" más allá de las ideologías ha llegado a un acuerdo implícito que forma un núcleo central de coincidencias. Por citar algunos ejemplos, todos aceptan que: 1. Es necesaria una reforma del Estado integral. 2. La lucha por el poder hacia el futuro se dará en un régimen democrático de partidos con elecciones libres y justas. 3. El crecimiento económico y del empleo es imposible sin una operación eficaz del mercado y que los monopolios y el centralismo burocrático no son eficaces. 4. En algún grado la intervención del Estado en la vida económica es necesaria (son raros los que desearían eliminarla totalmente). 5. Aun los más nacionalistas aceptan que no estamos en condiciones de tener una relación agresiva con Estados Unidos. 6. Unos y otros reconocen como un hecho irreversible la progresiva integración de la economía mexicana y de buena parte de su población a la América del Norte. 7. Todos han aceptado, así sea retóricamente, la gravedad de la desigualdad. El movimiento zapatista ha tenido la virtud de poner luz intensa sobre este punto neurálgico.

Ahora bien, existen por lo menos 2 respuestas distintas a la problemática de México que discrepan en aspectos sustanciales de la forma de llevar las políticas públicas. Se pudiera decir que existe una opción conservadora que pone el énfasis en la democracia representativa. Que sólo acepta la intervención del Estado en la economía en las dosis mínimas. Que preferiría no estimular la repartición mientras no se "ampliara la torta" de la riqueza. Que reclamándose patriota ve con muy buenos ojos la relación más estrecha posible con Estados Unidos y que aunque está de acuerdo en la gravedad de las desigualdades de México prefiere llevar los cambios en forma paulatina.

Existe otra opción reformista que ve los mismos problemas pero que propone otras soluciones: intenta vincular la democracia con la participación, acepta el crecimiento pero quisiera iniciar las acciones de justicia redistributiva enérgicas e inmediatas y no espera a que se produzcan por inercia. Que acepta la relación con EU, pero que quisiera acotar los excesos y revisar los aspectos que son abiertamente negativos para nosotros.

Hay que recordar que Fox llegó al poder con el apoyo de grandes grupos de interés y que al menos en su gabinete económico tiene gente de confianza de esos grupos que garantizan cierta política social, fiscal y económica. El PAN coincide fundamentalmente con esa orientación, aunque establece sus propios matices.

Por otra parte, las diferencias en las corrientes reformistas de PRI y PRD y de otros grupos de centro izquierda son relativas. Parecen participar todas de la corriente ideológica reformista que predominó en el país durante décadas y que tiene profunda raigambre. Muchas de estas aún están vivas, a pesar de la traición sistemática que desde el gobierno priísta se hizo entre 1985 y 2000 a sus postulados.

Hace años se hablaba de una disputa por la nación, es decir por la contradicción antagónica insalvable entre dos proyectos. Hoy las cosas parecen haberse movido en otro sentido. Los enfrentamientos radicales se han atenuado, las semejanzas en lo fundamental han crecido, pero las diferencias en las respuestas a los problemas de México son muy claras. Lo suficientemente claras para esperar que surjan nuevos bloques políticos y compitan leal y enérgicamente por el poder, que ofrezcan alternativas, que garanticen la rendición de cuentas que finalmente conduzcan a México de modo progresivo hacia lo que está destinado: a emerger como una República moderna, la reaparición de los dos grandes partidos históricos no es imposible, ni siquiera improbable. Es posible convertir en realidad material las imágenes poderosas que entrevió Juárez en el momento de la restauración de la República.