MIERCOLES Ť 14 Ť MARZO Ť 2001

Víctor M. Quintana S.

De muy mala leche

Si José Bové arremete contra MacDonalds por la mala calidad de su comida y los perjuicios que causa a la agricultura francesa, los ganaderos de El Barzón llevan vacas al palacio de gobierno de Chihuahua, regalan leche recién ordeñada y quesadillas de auténtico queso para denunciar la pésima calidad de los lácteos importados y el daño que producen a la ganadería lechera nacional.

El plantón-establo de los barzonistas permanece cuatro días y capta un gran apoyo de los sectores sociales, incluso de los empresarios. Sus denuncias y demandas son bien claras, justas y van mucho más allá del beneficio de su propio gremio.

Denuncian primero que, a pesar de que la Ley de Salud y el reglamento respectivo establecen la obligación de pasteurizar la leche que va a industrializarse, por lo menos 90 por ciento de los industriales locales no realizan dicho proceso previo ni tampoco se efectúa en los productos importados de Estados Unidos y otros países. La misma normatividad prohíbe el empleo de grasa vegetal en la elaboración de derivados lácteos y, sin embargo, es de uso corriente entre los industriales.

Los niveles de caseína permitidos oficialmente en la elaboración de quesos son de tres por ciento, como máximo. No obstante, la mayoría de los industriales llega a utilizar los caseinatos hasta en una proporción de 10 por ciento. Estos industriales no conocen aquel viejo secreto: "También de leche se hace el queso".

A pesar de los graves riesgos que implica para la salud, sobre todo de los consumidores habituales, los industriales utilizan la sosa cáustica para disolver la caseína y bajar la acidez de los quesos, independientemente de los efectos residuales que puede tener sobre el organismo humano. Tarjeta roja para los "quesadilleros frecuentes".

Las respectivas secretarías de Estado brillan por su ausencia... o por su colusión. La Secretaría de Economía ha permitido que los industriales no etiqueten debidamente los productos lácteos, colocando la leyenda "sustituto de" cuando no se trata de quesos o yogures auténticos. Tampoco ha hecho cumplir la norma de especificar en la etiqueta el verdadero contenido del producto. Por su parte, la Procuraduría Federal del Consumidor no ha verificado ni ha hecho cumplir la normatividad aplicable en la materia.

Hacienda, Agricultura y Ganadería no se quedan atrás. No han establecido controles eficaces para impedir que se importen lácteos no pasteurizados, o con ingredientes no permitidos, de Estados Unidos o de otros países a los que ni siquiera nos une un tratado de libre comercio, como Uruguay.

De toda esta cadena de productores, intermediarios, fabricantes, distribuidores, etcétera, hay sólo dos perdedores: los extremos. Los consumidores, en primer lugar, que ingerimos lácteos que llevan ese nombre, porque uno de sus tatarabuelos ingredientes fue leche, y que consumimos una bazofia de subproductos, cuyos efectos en nuestro organismo sólo la Secretaría de Salud sabe, pero no dice.

El otro perdedor es la ganadería nacional. Con tanta importación de lácteos chatarra, los industriales se dan el lujo de pagarle a los productores directos hasta un máximo de un peso con 60 centavos por litro, mientras el ama de casa paga siete pesos. El enorme margen de intermediación se queda en los embotelladores y distribuidores de leche.

La movilización barzonista rindió frutos de inmediato, al menos en el ámbito de Chihuahua. Las dependencias se comprometieron a supervisar queserías e incluso los productos exhibidos en anaqueles. El gobierno del estado se comprometió a apoyarlos con infraestructura para procesar y vender su leche-leche, y la Secretaría de la Contraloría recibió las quejas de contrabando y falta de supervisión de lácteos importados. Falta que todo esto se vaya convirtiendo en una política eficaz a nivel federal.

En esta edad de hierro de la globalización, como diría el teólogo brasileño Leonardo Boff, hay quienes luchan en tribunas internacionales, como las de Seattle, Praga o Cancún. Hay otros que detectan cómo en la vida cotidiana de la gente, en lo micro, en la mesa familiar va golpeando a las personas esa mundialización excluyente, injusta, contraria incluso a la salud y al medio ambiente. El combate en ambos espacios es necesario y se complementa. Por eso, el establo de los barzonistas chihuahuenses y su batalla por mejores lácteos para la población y mejores precios a los lecheros no puede soslayarse.