martes Ť 13 Ť marzo Ť 2001
Héctor Tamayo
Zapatistas y globalización
Después de ser aclamada por cientos de miles de personas, no sólo indígenas, en su recorrido por pueblos y ciudades de 12 estados de la República y el DF, la caravana zapatista llega a la ciudad de México. La "indiada" vuelve a tomar la ciudad como en noviembre de 1914, pero ahora no viene sola ni armada; la acompañan y reciben multitudes de mestizos y criollos que comparten sus aspiraciones. No se recuerda que el Zócalo capitalino haya sido desbordado en la medida en que lo fue el domingo pasado.
Las palabras "šYa basta!" y "šNunca más un México sin nosotros!" cimbran todo el tejido social nacional. Nunca la sociedad mexicana y sobre todo las elites políticas y económicas dominantes habían sido obligadas a ver su propio rostro en un espejo. Se trata de un rostro que avergüenza. Pueden advertirse en él los rasgos del racismo, la discriminación, el desprecio, el miedo, la culpa, la ignorancia y la hipocresía.
Marcos ha ganado el desigual combate mediático a Vicente Fox. Las armas del zapatismo no han sido los AK 47 ni los R15, sino la política, la inteligencia, el conocimiento, la computadora, el software, el internet y sobre todo la legitimidad de la causa que defiende. Como bien ha dicho Carlos Monsiváis, Marcos no existiría sin esta causa, sin esa enorme deuda histórica que la sociedad mexicana tiene con los indígenas. El movimiento zapatista ha rebasado las fronteras nacionales. Numerosos movimientos sociales, partidos políticos, intelectuales, artistas y pensadores críticos de todo el mundo han hecho suya su causa. Las nuevas tecnologías han permitido la interconexión entre los movimientos contra la globalización neoliberal. Estamos apenas en el principio, pero es indudable que el zapatismo ha hecho una aportación fundamental a la resistencia contra las nuevas formas de control y explotación en el mundo, utilizando nuevos instrumentos, que hasta ahora han beneficiado de modo privilegiado al capital.
La historia no es lineal, sino contradictoria y transcurre con avances y retrocesos. Es cierto que por primera vez en la historia, la lógica del capital, es decir, la búsqueda de la mayor rentabilidad se impone en todo el planeta. La nueva tecnología permite que desde los centros financieros del Primer Mundo sea posible determinar la ubicación de capacidad productiva y flujos de capital financiero en los rincones más apartados del planeta e imponer formas de producción, explotación y de vida a poblaciones y comunidades que se ven avasalladas por decisiones tomadas a decenas de miles de kilómetros.
Pero ni la historia del siglo XX es una historia de los fracasos por superar al capitalismo ni la caída del socialismo real significa el fin de la historia y el arribo del régimen social que corresponde a la naturaleza del ser humano, fuera de la historia. La globalización tecnológica es irreversible. La globalización neoliberal no lo es. Las contradicciones se acumulan...
No hay recetas sencillas ni alternativas fáciles. Los posibles futuros se irán construyendo a partir de la resistencia al capitalismo global. Primero vendrán las regulaciones que impidan la destrucción del planeta o el agotamiento de recursos naturales estatégicos, es decir, el Estado nacional no está muerto y sepultado, menos aún las formas estatales supranacionales. Más adelante, la globalización tecnológica podrá ser conducida por formas de democracia autonómicas, contando con la propia tecnología, y decidir sobre los problemas fundamentales de la sobrevivencia de la especie caracterizada por el predominio del capital financiero especulativo y el uso de la nueva tecnología al servicio de las mayores ganancias para algunos centenares de corporaciones. Sin importar que se aniquilen culturas, comunidades y tradiciones, se desintegren naciones, se destruyan organizaciones sociales y sindicales, se supriman contratos colectivos, prestaciones, servicios y seguridad social, se reduzcan ingresos y salarios, se conformen un desempleo tecnológico y una marginación sin precedentes en la historia, se contamine el ambiente y se destruya el planeta.
Pero la resistencia a las instituciones, formas de producción y relaciones sociales que oprimen al ser humano, es parte de su propia naturaleza. La historia del siglo XX no es una historia de fracasos que culmina con el fin de la historia. Es sobre todo la historia de millones de hombres que resistieron y se rebelaron contra la lógica del capital. Hay una inmensidad de ideas, valores, proyectos y experiencias recuperables en las vidas de nuestros abuelos, en la de nuestros padres y en la de nosotros mismos. Muchos otros deben ser desechados; si el capital actúa internacionalmente (globalmente) y utiliza en su provecho las nuevas tecnologías, la resistencia también tendrá que hacerlo. Con el fracaso del socialismo real, por primera vez en la historia el capital es global, es decir, internacional, mundial, y gracias a las nuevas tecnologías puede hacer efectivo este dominio, esto es, puede controlar y decidir el destino de millones de personas ubicadas al otro lado del mundo metropolitano. La alternativa al capital no será fácil, pero es posible. La aldea global, es decir, la tecnología global es irreversible, la globalización neoliberal no lo es. El fracaso de las revoluciones del siglo xx no implica que el capitalismo será eterno. Son variados los futuros posibles. La alternativa al capitalismo será construida a partir de la resistencia a sus efectos nocivos sobre la sociedad y el planeta que habitamos. El zapatismo es una aportación en esa dirección.
Es difícil prever lo que viene a continuación. Todo es posible. Desde el cumplimiento de las tres señales y la reanudación del diálogo hasta la aparición de signos ominosos de cerrazón del régimen que pretendan culpar a los zapatistas de intransigentes por no firmar la paz de inmediato. Hacia allá apunta la campaña de Fox en los medios, que quiere hacer creer que la paz está a la vuelta de la esquina, lo cual es totalmente falso.
Los zapatistas han sido muy claros al respecto desde el 2 de diciembre de 2000. Las tres señales constituyen un mínimo desagravio a lo que ha venido ocurriendo desde el 9 de febrero de 1995. El gobierno de Fox está obligado a cumplirlas, aun cuando en la situación actual la aprobación de la ley Cocopa dependa del Congreso. Tienen razón los zapatistas al señalar al que mucho habla y hace poco, porque Ƒcuándo hemos escuchado del Presidente una argumentación de fondo sobre el contenido de la ley Cocopa? ƑCuándo hemos sabido de una exhortación razonada a sus compañeros de partido para votar por dicha ley? ƑAcaso es suficiente enviar la ley y decir que se está cabildeando en su favor, para despejar la duda sobre su responsabilidad en la aprobación de una ley indígena contraria a los acuerdos de San Andrés? Cierto es que se puede pensar en cierta flexiblilidad para que sea aprobada de consenso, pero sin alterar lo esencial de su contenido.
Todo puede pasar. Estamos por cerrar una etapa en el camino hacia la paz justa digna y duradera. Pero esa paz no está a punto de firmarse. Quienes pretenden hacer creer lo contrario, están trabajando contra ella. Que cada quien asuma su responsabilidad.