MARTES Ť 13 Ť MARZO Ť 2001

Ť Reunión entre los comandantes e intelectuales en el estadio de Villa Olímpica

"Todo está empezando", señala Saramago a los zapatistas en el extremo de una cancha de futbol

Ť Bertrand Cassen revela el nacimiento de la "Internacional Rebelde" Ť Monsiváis y Vázquez Montalbán rinden testimonio de emoción y aprendizaje ante la caravana

HERMANN BELLINGHAUSEN

 "Todo está empezando", insiste José Saramago al público, y especialmente a los zapatistas, durante un acto fuera de serie, indefinible, ni mesa redonda ni mitin político. Celebrado en el extremo de una cancha de futbol, el encuentro fue saludado por tres bandas de metales, procedentes de tres distintos pueblos indígenas de Guerrero, que como en las fiestas patronales, tocan a su ton y son cuando les late, no cuando debieran, e interpretan "Dianas" para saludar a Saramago y Manuel Vázquez Montalbán, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Pablo González Casanova, Carlos Montemayor, Alain Touraine y Bertrand Cassen, equipo un tanto cargado de individualidades, pero en esta ocasión reunido con un mismo fin en el uso de la voz.

Ingresan a la cancha de Villa Olímpica seguidos por el apretado trabuco de encapuchados, que viene de buena racha. Comparten con ellos la valla que los aísla del público, mas no el cinturón de seguridad que rodea a los comandantes zapatistas. Para la temporada que llevan, en términos de público los zapatistas se echarán una cascarita amistosa. Sumamente amistosa.
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Un helicóptero de la policía ronda los cielos de Villa Olímpica y Cuicuilco, mientras cruzan la cancha los dos grupos de gente de palabra, aclamados de inmediato por entre dos y tres mil hinchas de todos por igual (tal vez un término menos deportivo los describiría mejor: dos o tres mil lectores).

Apenas tomaron asiento bajo el toldo ex profeso que los protegió del solazo reinante durante los 90 minutos reglamentarios que duró el encuentro, echaron a rodar la de gajos. El saque correspondió al gran novelista y además premio Nobel José Saramago, quien imprimió al balón un suave toque portugués y lo puso en órbita. Su jugada tomó por sorpresa los corazones del público, al confesar su emoción ayer en el Zócalo, y considerarla superior a su propia revolución, la que lo sacó del ostracismo salazarista y le permitió llegar a ser quien es. Esa especie de encuentro de espíritus y cuerpos lo puso a girar. No sólo a él. Los difícilmente impresionables cracks Monsiváis y Vázquez Montalbán rindieron testimonio de emoción y aprendizaje ante la caravana indígena y su espectacular arribo a la capital. Observadores privilegiados desde los extremos opuestos del Atlántico, el mexicano y el español-catalán arribaron a similares conclusiones, con eficaces cambios de juego y precisos pases al área que todos supieron apreciar, no obstante el calor de un mediodía ya primaveral del altiplano.

En su turno, dos locales sorprenderían al respetable al iniciar sus breves intervenciones con frases en lengua indígena. González Casanova y Montemayor, académicos y escritores, por un momento hicieron parecer esto una reunión del Congreso Nacional Indígena, al saludar en náhuatl y maya peninsular, respectivamente. La "victoria cultural" del movimiento indígena, señalada por Monsiváis, la de un Zócalo volcado por los derechos indígenas, y también por la pluralidad, la tolerancia, el respeto y la inclusión, abrió camino a la mecha encendida por el atacante Cassen (miembro del equipo Attac, por cierto), quien largó un cañonazo al revelar el nacimiento de la "Internacional Rebelde", en la cual el EZLN y el movimiento indígena mexicano llevan una cómoda delantera esta temporada.

Rememoró el Foro Internacional Social de Porto Alegre, Brasil, como el match definitorio de la creciente resistencia global a la embestida despiadada y criminal de la otra globalización: la perversa imposición de un mercado único que pretende arrasar con pueblos, culturas y lenguas que no coticen suficiente en Wall Street, lejos de los índices Nasdaq y Nissei. Su repentino enfriamiento del esférico hizo de Turaine dueño por unos minutos de la cancha, usando los instrumentos de la razón para saludar el fenómeno político que representa México para las miradas internacionales. Poniatowska recalentaría el uso de las palabras, en el modo que ella sabe y sus lectores agradecen cada que logra conmoverlos, como hoy.

La comandancia zapatista tomó la palabra para desarrollar un esquema discreto, como quien anda de aprendiz. Los comandantes David, Tacho y Esther se dirigieron por primera ocasión desde que salieron de Chiapas, no a una plaza, sino a una mesa de escritores al filo de sus mejores palabras. El comandante Zebedeo dijo que ellos, los indígenas, son los analfabetas, los que aprenden, por más que a su paso por el país las multitudes les agradezcan todo lo que enseñan. Pero la modestia de los zapatistas, como su "locura", es incompleta: "Lo que nos hace grandes es la conciencia".

El intelectual del trabuco de comandantes, que salvo indicación en contrario siempre sale como centro delantero, el subcomandante Marcos, extrajo del librero a dos venerables escritores de armas tomar: Borges y Coleridge, y sacó de la banca después de un largo periodo de hibernación al Maradonna del equipo (caprichoso, temperamental y de juego impredecible): don Durito de la Lacandona, que como quiera jugó discretamente, ya sobre el tiempo complementario, haciendo honor a su origen literario, pero sin exagerar su proverbial impertinencia, que la ha ganado tanto exégetas como detractores en los circuitos letrados.

Al fin de la partida, comandantes, subcomandante y escritores caminaron sobre la pista de los atletas, rodeados por el cinturón de indígenas de casi todo el país que se encargó de cuidarlos. La pequeña multutud de lectores y simpatizantes los despidió con muestras de afecto.

Más tarde, Saramago padecería las urgencias de fotógrafos y reporteros, y las ansias de los caza-autógrafos en lo que esperaba, bajo un sol redundante y vertical, que un taxi de sitio lo alejara del Anillo Periférico y de las desventajas de ser un famoso de primera división.

Los zapatistas, mientras tanto, se guardaron en la ENAH para esperar a la Cocopa, en lo que habría de ser un match arduo, de tanteo, y no tan amistoso. Todo sea por la ley. Pues, como dijo el delantero portugués, avencidado en Lanzarote, esto apenas está empezando. El, que ya vivió la Revolución de los Claveles y otras revoluciones menos amables, sabe de qué está hablando.