lunes Ť 12 Ť marzo Ť 2001
Iván Restrepo
Bosques y agua, asuntos de seguridad nacional
Los ideólogos del partido que estuvo en el poder 71 años suelen hablar de los grandes avances que tuvimos durante ese largo periodo. Mencionan la infraestructura carretera, la paz social, la estabilidad económica, los servicios públicos, la educación, los distritos de riego con que cuenta el país. Se disculpan de no haber acabado con la pobreza y la desigualdad, pero se consuelan diciendo que en otras partes también existen y hasta es peor. Se olvidan del rescate bancario y carretero, del insuficiente apoyo a la ciencia y la tecnología, de los bajos salarios de la clase trabajadora y de la corrupción de los líderes sindicales, de la camada de funcionarios explicablemente enriquecidos cada sexenio. Pero no pueden negar que dejaron en crisis dos bienes indispensables para obtener el desarrollo y el bienestar de una sociedad: el agua y el bosque.
El miércoles pasado, el presidente Fox anunció en Pátzcuaro una cruzada nacional, la gran alianza entre el gobierno y la sociedad a fin de atacar el enorme deterioro que actualmente sufren estos recursos.
El diagnóstico presentado en dicha reunión es terrible: 78 por ciento de las aguas residuales municipales y 85 por ciento de las industriales se vierten a los ríos sin tratamiento alguno. En las ciudades se pierde hasta 50 por ciento del agua potable por fugas en la red de distribución; más de la mitad del agua de riego agrícola se pierde por evaporación e infiltración. 15 por ciento de los acuíferos está sobreexplotado, mientras 12 millones de mexicanos carecen de agua potable y 24 millones de alcantarillado.
La escasez de agua en buena parte se explica por la pérdida de bosques y selvas, lo que altera el ciclo de lluvias y su filtración para recargar los mantos freáticos. Y es que cada año se destruyen más de 600 mil hectáreas cubiertas de árboles; 40 por ciento de los bosques y las selvas están mal conservados o tienen plagas; es crítica la tala ilegal, 64 por ciento de las tierras agrícolas y forestales están dañadas por la erosión y 20 millones de hectáreas apenas tienen la mitad de su capacidad para retener agua. Y así podríamos seguir detallando esta tragedia, clara muestra de la irresponsabilidad con que las administraciones priístas, y en especial las últimas, manejaron recursos vitales para el país.
Conocida la parte medular del problema, urge actuar para resolverlo.
Ahora, por primera vez oficialmente se reconoce que tanto el agua como el bosque son asuntos de seguridad nacional e indispensables, si queremos ser soberanos, independientes. Y por primera vez también se admite que evitar y revertir el deterioro es tarea que rebasó la capacidad del gobierno, por lo que es necesaria la participación de la sociedad.
Hoy todos debemos tomar parte en las acciones tendentes a resolver los problemas más urgentes en sistemas y regiones críticas: desde la contaminación de ríos y lagos, la deforestación en Chiapas, Oaxaca, Guerrero o Michoacán, Durango y Chihuahua, la sequía en la frontera norte, la contaminación del agua por la industria; la pobreza y su secuela no deseada: la degradación de recursos; la escasez de agua en las ciudades y la sobreexplotación de mantos freáticos, como ocurre en la cuenca del Valle de México.
El gobierno promete para cada caso una estrategia concertada entre las diversas instancias oficiales, las actividades económicas y la sociedad. Un papel clave lo jugarán los medios de comunicación y el sistema educativo.
Pero viene lo más difícil: hacer realidad la cruzada, que sus objetivos no queden en simple promesa y sea verdad la participación de todos.
Como el sexenio va que vuela y los funcionarios están felices de declarar bajo el menor pretexto (comenzando por el presidente Fox y el jefe de gobierno capitalino López Obrador), lo mejor que pueden hacer para dar inicio a esta cruzada es no permitir más violaciones a las leyes vigentes relativas al cuidado de los bosques y el agua. Una política de cero tolerancia hacia los infractores. Las dependencias gubernamentales deben ser las primeras en dar ejemplo y mostrar con hechos el tan anunciado cambio.