Ť En un viejo hotel, la líder de Madres de Plaza de Mayo veía de lejos "a su quinto hijo"
La ebullición, las palabras y su exasperante
eco, desde los balcones al oriente del Zócalo
Ť Las voces de abajo no necesitaron amplificador para
hacerse entender: "no están solos"
BLANCHE PETRICH
Hebe de Bonafini, la dirigente de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, se cubrió la cabeza con su inseparable pañuelo blanco y sólo entonces empuñó los binoculares. La enorme plancha del Zócalo, con su apretada alfombra de multitud, la separaba del templete. La hilera de hombres y mujeres con la cara cubierta se veían como muñequitos en la lejanía.
Las palabras del subcomandante Marcos rebotaban con un exasperante eco. Los privilegiados balcones de los edificios que flanquean el lado oeste de la plaza mayor resultaron perfectos para la vista panorámica: la ebullición del Zócalo lleno, algunos detalles del templete y sus personajes accesibles con largavistas y lentes zoom, la minúscula figura del insurgente leyendo sus impecables cuartillas justo debajo del palco presidencial del Palacio Nacional y enmarcándolo, dos acróbatas trepados en la puerta principal, ondeando grandes banderas rojas.
Cámaras de todo tipo, cine, foto y televisión, asomaban sus lentes por esas ventanas. La luz era perfecta. El color, fantástico. La escenografía, ideal. Al menos ocho equipos de cineastas han sido detectados en la cauda de la caravana, recogiendo material para películas y documentales.
El "palco" de Brazón
Pero para los cazadores de audio las ventanas de los hoteles resultaron un desastre. Invitada al "palco" de Lydia Brazón, del Humanitarian Law Proyect, en el viejo Hotel Majestic, Hebe de Bonafini sólo escuchaba fragmentos distorsionados por los amplificadores orientados hacia el sur: "Somos rebeldes ... eldes ... eldes", y también: "aquí estamos los del color de la tierra ... erra ... erra". Así que doña Hebe se conformaba con ver a a distancia al orador encapuchado, "mi quinto hijo, porque él me pidió ser mi quinto hijo". Esto sucedía en la habitación 606.
Pocos minutos antes, en la 409, pero del hotel vecino, el de la ciudad de México, otra mujer, de camisa roja, había vibrado igual. Acodada en el balcón de la habitación del dirigente campesino francés José Bové, Danielle Mitterrand se sumió en la contemplación emocionada de la entrada de la caravana zapatista a la plaza. Cabeza de la ONG humanitaria France Liberté, la viuda del ex presidente François Mitterrand había soñado ver este momento. Este lunes verá al presidente Vicente Fox. Seguramente comentará este suceso.
Ahí, en el balcón francés, el sonido era lo de menos: Las voces de abajo, como una sola, no necesitaban amplificador para hacerse entender: "No están solos".
Los franceses congregados, analíticos y cerebrales, enmudecieron ante la escena: desde la atascada avenida 20 de Noviembre desembocó en la plaza un "tapón" de voluntarios que formaron compactos y organizados cinturones de seguridad. Acto seguido aparecieron tres vehículos de vanguardia ?entre ellos la pick up del jesuita Jerónimo Hernández, conocidísima en los caminos de Ocosingo? precediendo el paso del camión torton con la plataforma descubierta. Desde ahí los jefes indios de pasamontañas negros saludaban con las manos en alto.
La puntualidad de Aguilar Zinser
Al fin, el EZLN estaba en el corazón de México. Quién sabe qué pasaría por la mente del comisionado de Seguridad Nacional, Adolfo Aguilar Zinser, en aquel momento, aposentado en una habitación cercana del mismo gran hotel. La última vez que se le vio en el circuito zapatista fue durante la campaña electoral de Cuauhtémoc Cárdenas, de 1994, cuando el candidato decidió correr los riesgos y acudir a La Realidad. En esa ocasión Aguilar Zinser era vocero de Cárdenas y estaba a disgusto. Luego diría que ese paso fue un error.
Ayer el comisionado de Seguridad Nacional no quiso dejar de ver personalmente el fenómeno. Muy puntual, antes de que dieran las dos de la tarde, llegó con una pequeña comitiva a las puertas del hotel. Con él arribó el equipo de conductores del Canal 40, incluido Ciro Gómez Leyva, quien una noche antes, en su noticiero, diría a los cuatro vientos y sin ruborizarse que el acto en el Zócalo estaba programado para las 18 horas.
Cuando la sombra de la bandera del Zócalo ya se alargaba, el discurso llegaba a su fin: "No permitan que vuelva a amanecer sin nosotros que somos del color de la tierra". La guapachosa banda de latinos de Los Angeles congregada en la habitación de Lydia Brazón estalló en gritos y aplausos.
Doña Hebe no podía más y salió al pasillo a tomar el fresco: "Lo que quisiera hacer ahora ?nos decía? es estar sola, en silencio, para pensar y reunir toda la fuerza y energía para que ahora logren el cumplimiento de las tres demandas". Hay recuerdos que acaricia: "En 1996 lo fui a ver a la selva, a La Realidad. Ahí Marcos nos llevó a la suite que nos tenía preparada: una cabaña de madera con unos tablones, unas bolsas de dormir, una verde y otra roja. Y un tul para que no nos picaran los mosquitos. Esa noche le hablé de mi vida, de mis hijos. Y él me pidió que fuera su quinto hijo. Cuando nos despedimos me dijo: si nos pasa algo, no te olvides de nosotros". Y ahí estuvo, aferrada a ese recuerdo, anticipando el próximo encuentro que tendrá con el sub, este miércoles.
La euforia de Rosario Robles
Del cuarto vecino salían a borbotones perredistas de la anterior administración del Distrito Federal, entre ellas, la eufórica Rosario Robles: "Qué discurso tan fresco, novedoso; qué padre que fuera la sociedad la que les entregó las llaves de la ciudad, qué bueno que este gran espacio se ha abierto no por obra de Fox ni de nadie más sino de todos nosotros, de las luchas populares y democráticas. Si de algo le tengo envidia de la buena a Andrés Manuel (López Obrador) es de esto, de la suerte que le tocó de haberlos recibido".
Muy juiciosa, Lydia Brazón puso la habitación en orden y fue a buscar un grueso fólder de vinil verde. Ahí guarda el reporte que ella y su equipo de observadores presentarán en la próxima asamblea de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU sobre las incidencias ocurridas durante el trayecto de 15 días de la caravana zapatista.
Lo principal será un extrañamiento por la omisión del gobierno federal al no haber solicitado el acompañamiento del Comité de la Cruz Roja Internacional. "No es cierto, como ha dicho el gobierno de Fox, que se requiera para una acción humanitaria como ésta la solicitud de las dos partes. De acuerdo con la Convención de Ginebra, basta con que una la pida. Y era absurdo pensar que con las amenazas que se emitieron en Morelos y en Querétaro no fuera necesaria la concurrencia de la Cruz Roja".