DOMINGO Ť 11 Ť MARZO Ť 2001

Ť Tropical jornada musical en el Salón 21

Duelo sonero, salsero y rumbero entre Albita y Eddie Palmieri

ERNESTO MARQUEZ

Vaya noche en el 21. Algunos la calificaron de "encuentro entre dos rivales": el son cubano y la salsa, pero lo que resultó fue la jornada musical más rumbera y gozona que se haya vivido por lo menos en los últimos diez años.

palmieri-eddi-jpgAhora, claro está, que si nos atenemos al juego de la gente, Albita versus Palmieri, la cubana tiró póquer de sones y el puertorriqueño mató con flor imperial de salsa dura.

Ya desde la entrevista que le habíamos hecho horas antes de llegar a esta sufrida ciudad de México, el Rumbero del Piano había prometido "¡Candela pa' gozal!" y lo cumplió ante un público plural y pluscuamperfecto, encandilado desde un principio por la oferta del Jefe Nieto que, como dijera Carlitos Olivares, es un abuelo de experiencia en materia gozona.

Albita comenzó el juego ofreciendo escalera de color de punto guajiro, guaracha y pregón, descarga de trompeta, flauta y trombón. La gente apostó con aplausos y ganó en intensidad. La cantante siguió con tercia de rumba, changüí y canción encendiendo los ánimos con descarga de tambó para luego rematar en jugada maestra con póquer de son montuno que rubricó con una interrogante que es afirmación: "Qué culpa tengo yo de haber nacido en Cuba".

Como quiera que sea, Albita remueve las pasiones. Su música recuerda a Coralia y Ramón, a Celina y Reutilio, a Silvio y a Pablo y, a veces, a Celia y Moré. Ella es la puesta en escena de la música tradicional que llega fundida con otros ritmos, otras armonías y elementos de la nueva trova. Tradición y renovación pasadas por las aguas procelosas de Miami.

Flor imperial de salsa dura

Eddie Palmieri, por el contrario es un tipazo, un pan con timba, cuyo carisma a prueba de bombas va aunado a un don de artista que en suma potencian lo que es: la gran leyenda viva de la música afrolatina.

Sencillo y loco, como siempre, llegó hasta el escenario del Salón 21 escoltado por un dream team selecionado entre lo más ponchador de la salsa y el jazz latino de Puerto Rico y Nueva York. "Quiero que la gente que me vaya a oír aprecie que traigo lo que traigo para tocar con todos los hierros", nos había dicho ufanándose de este talento.

Y ahí estaba el inmenso Richie Flores en las congas, José Claussett en los timbales, Johnny Rodríguez (el actual director de la banda de Tito Puente) en el bongó, Joe Santiago en el bajo, los trompetas Bryan Linch y Charlie Sepúlveda, el trombonista Conrad Herwig, el saxofonista Iván Renta, el tresero Nelson González (colaborador cercano del gran Cachao) y Herman Olivera en la voz cantante, un verdadero trabuco de grandes ligas musicales, del cual Eddie Palmieri constituye el eje enérgico mandante y oficiante

Con ellos se escucharon temas iconos de la musifilia afroantillana tales como Palo pa rumba, con el que abrieron ante un sonoro recibimiento de palmas y gritos, para proseguir con un ejercicio jazzístico sobre el tema Pahuelé del inmortal Arsenio Rodríguez, con exuberantes solos de Sepúlveda, Linch, Herwig, Renta; el brass completo y en acelerada pero efectiva rotación que elevó el ánimo de empresarios, políticos, damas de la alta sociedad, roquerillos, comerciantes de la Merced y toda esa variopinta social que allí se encontraba y que sin recuperarse de la tremenda descarga recibía Azúcar, uno de los temas más queridos de Palmieri compuesto en honor de Azuquita Porte, su ahijada.

Y así, la rumba seguía escalera arriba con la gente ahí, parada en la pista siguiendo los desarrollos de la tribu Palmieri que lo mismo hacían un Rico yambú de René Hernández que una Descarga a lo Puente, en honor del querido timbalero, gran amigo y socio de Palmieri con quien empata y comparte su sexto Grammy.

Eran ya las 4:15 de la mañana y Palmieri había matado la jugada de Albita con flor imperial de salsa dura. Ya se había despedido pero la gente le exigia una propina musical a grito pelón, por lo que el buen maestro hubo de regresar y mandar a conga de carnaval para ver si así se formaba una sabrosa cola rumbo a la salida. Pero no, ahí seguían en la pista bailoteando y disfrutando la inspirada descarga de Richie Flores, quien demostró por qué el maestro rompeteclas le considera "el mejor conguero del mundo".

Por fín llego el final, porque ¡coño! alguien con cordura tenía que parar y el "loco" Palmieri hizo un parrampampam y se acabó ¿Se acabó? No que va, el ambiente estaba tan rico que nadie se quería ir y lo curioso del asunto era que los meseros y gente de seguridad que luego están jodiendo para que uno desaloje, ni en cuenta  .