sabado Ť 10 Ť marzo Ť 2001
Enrique Calderón
Un hombre llamado Marcos
Mientras la imagen del nuevo gobierno se desdibuja en un mar de trivialidades, contradicciones y búsquedas infructuosas de mecanismos que le permita repartir y conservar privilegios, y el Presidente va dejando de lado su propuesta de cambio, para convertirse en comediante representando a veces el papel de Teté, y en operador de los esquemas económicos y políticos que supuestamente se había comprometido a sustituir, otras cosas pasan en el país.
La más importante de todas es hoy el incontenible avance zapatista, cuyo apoyo social ha quedado de manifiesto con la impresionante marcha de su comandancia, que ha culminado con su arribo a la ciudad de México, luego de visitar una decena de estados. El impacto social y político de esta marcha, esperada de tiempo atrás por el país, e impedida por la cerrazón y el miedo de quienes han detentado el poder, la convierte en un evento histórico que cambiará sin duda el futuro del país.
Para los indígenas y para los más pobres de los pobres, el EZLN se ha convertido en un símbolo y un motivo de esperanza, que por vez primera en mucho tiempo les ofrece la posibilidad de ser escuchados, de que se les haga un poquito de justicia, de poder soñar un futuro mejor.
También para un número creciente de jóvenes, de trabajadores, de amas de casa, de profesores, de profesionistas, de gente de la llamada "clase media", el EZLN representa una opción real de cambio, quizás la única, de recuperación de la soberanía y la dignidad perdida, de lograr que México deje de ser un país de mentiras y simulación para convertirse en una nación con su propio proyecto de desarrollo.
Al frente de todo este maravilloso movimiento está Marcos, el líder de la visión milenaria y poética, que ha sido capaz de enfrentar y cuestionar al poder mostrándole sus limitaciones, su pequeñez de miras y de principios. Se ha dicho insistentemente que México no es tierra de caudillos, cuando lo ha sido siempre, cuando fue por sus caudillos que logró la independencia, cuando fue por un reducido número de caudillos locales convocados por un Juárez que la nación logró expulsar a los franceses. Fue la figura de Madero la que hizo posible la Revolución de 1910, aunque quedara luego rebasado por ella, y fue el Caudillo del Sur el símbolo mismo de la Revolución traicionada.
Del periodo de las instituciones que siguió después queda la estela de la corrupción, de la injusticia social, de los 50 millones de mexicanos en la miseria, del campo abandonado, del México moderno, tan lleno de automóviles y tan vacío de ideas y de valores. De este periodo de no caudillos, pero tampoco avances, surge la necesidad y la esperanza de un nuevo liderazgo, que hoy se centra en el subcomandante Marcos. Esto lo saben hoy los hombres del poder, que en vano tratan de minimizar la importancia del Ejército Zapatista y de su líder, logrando sólo empequeñecerse a sí mismos, como el caso lastimero del gobernador Ignacio Loyola.
La estrategia del Presidente, llevada hasta el nivel del ridículo por las televisoras y algunos gobiernos locales, parece centrarse más en la palabra "paz" que en su significado, como si el objeto único del Ejército Zapatista para levantarse en armas hubiese sido el de llegar a firmar la paz algún día. Lo que hoy Fox no quiere entender es que el EZLN ha rebasado ya las mismas demandas indígenas, plasmadas en los acuerdos de San Andrés, para convertirse en el líder de un movimiento social que busca el fin del neoliberalismo, con toda la depredación y explotación que conlleva. No es más, pero tampoco menos, lo que representa hoy Marcos.
El mensaje que viene de las montañas y que hoy toca los linderos del centro del país, es que la verdadera paz habrá de fundarse en la búsqueda de formas democráticas, para oponerlas a los designios neoliberales que nos son impuestos desde el exterior. El debate ha comenzado ya.