sabado Ť 10 Ť marzo Ť 2001
Miguel Concha
Momento crucial
No es exagerado decir que el momento actual puede ser de decisiones históricas para el país, entre caminos diametralmente opuestos. El desarrollo de la marcha indígena zapatista, la recepción popular que ha tenido, la actitud abierta del Presidente, las respuestas de los legisladores, particularmente las de los integrantes de la Cocopa, son elementos que ponen al país en un momento que brinda una oportunidad única para la paz y la democracia, o bien que pudiera presentar un gravísimo riesgo para las mismas.
Un factor entre los muchos que componen la situación puede ilustrar claramente el dilema que se abre ante nosotros: la solidaridad ofrecida por el EPR a la marcha del EZLN, y la aceptación pública de esa solidaridad de parte de los zapatistas, de una manera mucho menos cautelosa que la que habían tenido anteriormente para tratar en público sus relaciones con esa organización armada. Este detalle podría llegar a tener significados diametralmente opuestos, según sea la actitud de las principales partes en el conflicto. Si las partes endurecen y polarizan sus posturas, podría desaparecer la incipiente esperanza para una paz que apenas clarea en el horizonte, y el país podría despeñarse en una guerra sin fin, de la que Colombia ofrece una trágica ilustración. Por el contrario, con las partes fortalecidas, pero no endurecidas, con un EZLN dispuesto a negociar con prudencia y sabiduría indígenas, y con un Presidente dispuesto a ir más allá de sus asesores de imagen o de contrainsurgencia, capaz de no quedar atrapado en las redes de los mercaderes mediáticos de la paz, sino de llegar a la sustancia de la situación, el país podría dar un firme paso para alcanzar la paz con justicia y dignidad en Chiapas. Pero además este paso podría convertirse en un salto para abrir procesos similares en todo el país, posibilitando una negociación posterior con el EPR, por ejemplo, tal como en su momento lo propuso la Conai, que, a cambio, recibió del gobierno de Zedillo una andanada de ataques, que finalmente condujeron a su desaparición.
El titular del Poder Ejecutivo, los representantes del Poder Legislativo y la sociedad mexicana en su conjunto debemos entender lo que se juega en estos momentos, y cómo se juega, con respecto a los derechos de los pueblos indígenas.
Los zapatistas, y con ellos los pueblos indígenas a todo lo largo y ancho del país, como se ha estado haciendo evidente en esta marcha, demandan una justicia elemental, que les ha sido negada por siglos. Tuvo que correr sangre en 1994 para que la sociedad en su conjunto los tomara en cuenta y el gobierno aceptara sentarse a dialogar con ellos. Tras un proceso que no fue terso, sino pleno de sobersaltos, finalmente el gobierno y el EZLN firmaron la parte de los acuerdos de San Andrés correspondiente a la Mesa de Derechos y Cultura Indígenas. Luego el gobierno de Ernesto Zedillo pretendió de nuevo escamotearles sus derechos, con falaces argumentos legalistas. Recibir de la autoridad una promesa (firmada solemnemente, por añadidura) para que de inmediato la misma autoridad la desconozca, no es una historia ignorada por los indígenas (ni por el pueblo que lucha por sus derechos). Pero en esas circunstancias equivalía a una burla sangrienta. Sin embargo, los indígenas de Chiapas resistieron con firmeza, pero con paciencia. Vino después el avance del Ejército, el despliegue de los paramilitares, Acteal, los ataques a los municipios autónomos... y los indígenas de Chiapas siguieron resistiendo con paciencia y pacíficamente. Sería una inmensa tragedia que por la mezquindad de un cálculo mal concebido, por dar oídos a las voces que falsamente afirman que son concesiones que representan un peligro para Chiapas y para la autoridad (civil y militar), o por perder el sentido de la realidad en medio de las manipulaciones publicitarias, el gobierno no cumpliera con el retiro del Ejército de tres posiciones (de 259 en Chiapas, según el EZLN) y no comenzara, al menos, con la liberación de los que están injustamente presos bajo el fuero federal.
Sería una inmensa tragedia que el Congreso de la Unión no estuviera a la altura de las circunstancias. Volver a intentar en estos momentos una maniobra que simule conceder sin conceder, puede ser la gota que colme el vaso y que haga imposible el camino de la paz profundamente ansiada por el pueblo de México.