JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001
Olga Harmony
La controversia de Valladolid
Quienes de algún modo estamos ligados al medio teatral, sabemos que Luis Mario Moncada es, además de talentoso teatrista, un inteligente funcionario muy capaz de formar un buen equipo, como lo demostró en su breve paso por Teatro y Danza de la UNAM. Por ello sorprende que en el lugar del muy apto y diligente Gerardo Aboites -a quien con muy buen tino llamó Otto Minera para formar parte de su equipo en el INBA- se haya colocado al frente del departamento de prensa del Helénico a una señora Aragonés que desconoce por completo al medio, como se comprobó en el desairado reestreno de La controversia de Valladolid al que muchos no fuimos convocados porque ''no estamos en su lista". En mi caso, la cortesía del productor Eduardo Calderón subsanó la falla, pero no es mi dolido narcisismo el que me impele a escribir estas líneas, sino el temor de que estos nombramientos sin ton ni son se sucedan. Si se trata de llenar una cuota de féminas, puedo asegurar a quien corresponda, que existen muchas mujeres inteligentes y capaces para ocupar diferentes cargos.
Jean Claude Carriere no es desconocido entre nosotros a partir de sus colaboraciones con Buñuel y con Peter Brook en El Mahabarata difundido por Canal 22. En La controversia de Valladolid enfrenta a Ginés de Sepúlveda, sabio filósofo y consejero de Carlos V que creía con firmeza en que unas ''especies humanas" son superiores a otras y negaba la humanidad de los indios, con Fray Bartolomé de las Casas, el llamado padre de los indios a quien hasta la fecha muchos hispanos acusan de ser el autor de la leyenda negra de la Conquista. (Lo que me trae a la mente, las dificultades que tuvo con algunos paisanos suyos la española exiliada Josefina Oliva de Coll a raíz de su imprescindible libro La resistencia indígena ante la Conquista). El texto del dramaturgo francés es muy denso y conceptuoso, quizá poco teatral pero extremadamente interesante y absolutamente actual en este momento en que los pueblos indios de México se están haciendo oír con fuerza gracias a la marcha del EZLN.
Pareciera, por momentos, que presenciamos un enfrentamiento entre algún auténtico coleto que niega que los indios sean gente de razón y el Tatic Ruiz. Carriere añade como ingrediente principal para la resolución del Legado de Julio III el muy convincente temor, expresado por el colono, de que se puedan perder las riquezas del Nuevo Continente, y la culpa definitiva de fray Bartolomé ante la esclavitud negra (culpa que, por otra parte, no aparece ante los suplicios de la Santa Inquisición traída a estas tierras poco antes de la acción de la obra. Pero culpas son de los tiempos).
Rosa Marta Fernández, conocida documentalista, debuta como directora escénica con la traducción que se le debe junto a José Caballero y que es la misma que aparece en la Antología de Teatro Francés Contemporáneo publicada por Ediciones El Milagro, vertida en el español que hablamos en México, lo que acerca la obra a nuestro momento. Su trazo escénico es muy correcto y aligera la densidad de los parlamentos. Yo le reprocharía que no conserve el rostro rasurado de fray Bartolomé que aparece en toda su iconografía, y la falta de brillo en la escena del bufón, en la que por lo menos el colono debe reír. En cambio, sus cambios de espacios a base de rayos de luz y la relación que logra establecer entre los indios, el criado negro y el bufón enano expulsado sin miramientos, los seres explotados, son excelentes.
Una escenografía muy sencilla diseñada por la propia directora y el vestuario de Marina Meza, ubican tiempo y lugar. Los actores, muy especialmente Marco Antonio García y Erando González, que encarnando a los dos antagonistas de manera muy diferentes, logran un muy buen desempeño en esta escenificación que yo contrapondría a los grotescos conciertos por la paz televisivos. La intención del autor es mucho más amplia, ya que hace una irónica alusión a los gendarmes del mundo, pero para nosotros resulta una manera más de dar la bienvenida a los pueblos que acompañan al EZLN.