jueves Ť 8 Ť marzo Ť 2001

Adelfo Regino Montes

Congreso Nacional Indígena

Bajo la lógica de "somos asamblea cuando estamos juntos y red cuando estamos separados" y con la exigencia fundamental de lograr el reconocimiento en la Constitución de los derechos y cultura indígenas conforme a la iniciativa de ley de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), misma que está basada en los acuerdos de San Andrés, se ha dado el tercer Congreso Nacional Indígena (CNI) en la comunidad purépecha de Nurio, Michoacán, con la asistencia de delegados y delegadas de aproximadamente 47 pueblos indígenas del país.

El primer CNI se realizó en octubre de 1996 en la ciudad de México. En aquella ocasión los pueblos indígenas de todo el país nos reunimos en el Centro Médico Nacional con la asistencia destacada de la comandante Ramona del EZLN y de todas las expresiones políticas del movimiento indígena mexicano. Entonces se ratificaron los acuerdos de San Andrés como programa ideológico y plataforma de acción de los diversos pueblos indígenas. Además se exigió al gobierno federal y al Congreso de la Unión que se reconocieran constitucionalmente dichos acuerdos.

En pleno impasse del proceso del diálogo entre el gobierno federal y el EZLN, se llevó a cabo el segundo CNI en octubre de 1998 en la ciudad de México. Con la amarga noticia del paso del huracán Paulina en el sureste mexicano, el referido congreso decidió adoptar como estrategia de trabajo y acción fundamental la reconstitución integral de los pueblos indígenas mediante un decidido impulso de los procesos de autonomía en las diversas regiones indígenas de México. Se dijo entonces que el CNI concentraría todos sus esfuerzos y trabajos en las regiones.

El trabajo regional del CNI se ha intensificado de modo tal que hoy día el tercer congreso se está realizando en una de las regiones donde el movimiento indígena tiene fuerte presencia. Y es que el propósito del CNI es ser un lugar en donde confluyan todas las expresiones regionales de los pueblos indígenas para compartir juntos las realidades y esperanzas que tenemos. Por eso están equivocados aquéllos que afirman que el CNI no tiene representación nacional, porque además nuestra lógica política no es la de la representación, sino la de la participación de todos los pueblos indígenas de México.

En este tercer congreso --es una especie de constituyente--, los pueblos indígenas de México hemos mostrado a la sociedad nacional e internacional la justeza de nuestros argumentos y reivindicaciones ancestrales. Hemos reafirmado una vez más que queremos seguir existiendo como pueblos vivos y diferentes. Hemos expuesto claramente, sin lugar a dudas, que reclamamos el reconocimiento constitucional de nuestra libre determinación y autonomía, entendida ésta como la capacidad que tenemos para decidir nuestro destino en todos los ámbitos de la vida cotidiana (tales como la economía, la política, la procuraduría y administración de justicia, los asuntos territoriales, la cultura y educación y todos los aspectos sociales) con una identidad y conciencia propias y con la suficiente capacidad de apertura para relacionarse con los demás ciudadanos del país y del mundo. Y que esta autonomía la pensamos ejercer en los niveles comunitarios, municipal y regional. Una vez más hemos vuelto a repetir que no queremos dividir al país, que no deseamos fueros y privilegios, sino simplemente ser parte digna de este país que nos ha olvidado y negado.

En esta hora del CNI, el país y en especial los legisladores no pueden seguir considerando como un asunto secundario la cuestión de los derechos indígenas. En el marco de un consenso generalizado, el CNI ha reafirmado que los acuerdos de San Andrés y la iniciativa de la Cocopa no se negocian porque hay razones y argumentos que los sustentan. En este contexto la movilización de los pueblos indígenas de México continúa, porque estamos convencidos de que el reconocimiento constitucional de los derechos indígenas no puede esperar más. Porque estamos convencidos de que estamos contribuyendo dignamente en la reconstitución de México. Y por eso mismo tenemos la esperanza en una vida justa y digna.