jueves Ť 8 Ť marzo Ť 2001
Sergio Zermeño
Zapatismo: Ƒconcordia o confrontación?
Lo primero que hay que decir es que el desenlace de esta marcha zapatista es crucial para la democracia en México al proponerse, ni más ni menos, el fortalecimiento de la identidad social y cultural del agregado más oprimido de nuestro país; si los indígenas logran defender como los juchitecos sus derechos con fuerza ante sus congéneres y ante el poder, estaremos yendo en el buen sentido.
Hay que aclarar en seguida que el discurso de su dirigencia ha sido muy agresivo, pero que eso se explica, hasta cierto punto, por nuestra historia: cuando se trata de consolidar una red opositora hay que emplear el radicalismo y la intransigencia para evitar que sus inciensos nos adormezcan mientras nos acercamos a la pirámide.
Pero un tercer razonamiento nos pone en guardia, pues escuchado desde otros puntos de nuestra extensa geografía de pobreza y exclusión, ese discurso se ha convertido en un llamado extremadamente frontal. Ser habitantes del Distrito Federal, vivir en la universidad y observarla, acercarse a los medios populares, constatar la violencia, la delincuencia y el rencor que genera la desigualdad lacerante, nos hace titubear: Ƒel discurso que nos propone el zapatismo nos invita a la reconstrucción de los colectivos sociales y de las organizaciones políticas o amplifica la desconfianza, la cultura de "el no rotundo", el rechazo de cualquier acuerdo y del reconocimiento del otro, tal como lo estamos viviendo con crudeza en tantos ambientes de la ciudad, o como lo constatamos en los "diálogos" de Minería?
Hay conductas extremas: a algunos de nuestros estudiantes no les importa ser expulsados, actuar por fuerza, porque tienen la certeza de que su intransigencia no es más que una respuesta tímida a un andamiaje de poder ecuménico que va del director de su escuela a Seattle, a Davos y ahora a Cancún. El mundo ve la marcha indígena y en espacios crecientes se consolida la fobia contra los titanes del orden global y sus lacayos. Pero Ƒhasta dónde se ramifican esos lacayos?, Ƒhasta el profesor de Ciencias Políticas?, Ƒhasta el dueño de un auto costoso vendido a crédito?
En los años setenta hablamos con otra terminología de un escenario parecido en América Latina y nos lanzamos a delatar al imperialismo que penetraba nuestros países y nos oprimía, apoyado en la burguesía nacional y en los aparatos de poder y de cultura. La derecha (al principio, los ricos y los conservadores y, conforme la crisis se ahondaba, el grueso de las clases medias y los que sobreviven del status quo) se condensó en un espectro nacional defendiendo sus intereses, aterrada por la confrontación. El desenlace fue dramático y es lo que hoy tenemos que evitar: momios caceroleros contra globalifóbicos. ƑQuién puede dudar que el nuevo estadio de integración global genera pobreza creciente y mayor acumulación en pequeños puntos y que eso explica en parte el subdesarrollo de nuestros países (Gunder Fank)?; Ƒquién puede dudar que los 500 años de pobreza, sumisión y marginación indígenas se inscriben en el continum que va de Sevilla, la Compañía de Indias, los caudillos del XIX, los generales revolucionarios, los caciques priístas y los profesores bilingües, y que a ello se han venido a sumar los efectos del TLC? Pero sería un error de grandes proporciones concluir, a partir de lo anterior, que ha llegado el momento de la gran transformación, de trazar claramente la frontera entre dominantes y oprimidos, integrados y excluidos, dzules e indios, y que por tanto la tarea inmediata es acumular fuerzas del lado de la dignidad, de la sangre morena, de los hombres del color de la tierra, de los sin casa, sin universidad, sin empleo.
Lograr que nuestra sociedad (civil) se fortalezca en todos sus espacios y que nuestros indios superen los 500 años de opresión y de pobreza no es un asunto de acumulación de fuerzas ni de epopeyas milenarias. Que se apruebe la ley de la Cocopa sin cambiarle una coma, que se retire al Ejército, que sean liberados los presos zapatistas, ahí no está el problema. Lo que nos urge discutir es qué autonomía, cómo lograr el control de los recursos, cómo allegarse otros para evitar que mujeres y niños sigan en el uso y costumbre de cargar por kilómetros pesados atados de leña entre cabeza y espalda, cómo se van a articular los distintos actores sociales y fuerzas de la economía en esos territorios heterogéneos y pluriétnicos, cuáles han de ser sus enganches técnicos con el entorno y la ecología.
La discusión que de ahí derive, una vez satisfechas las tres demandas, deberá ser riquísima, pues hasta ahora, sin duda por su aislamiento, el discurso zapatista nos ha ofrecido muy poco al respecto. De la misma manera, queremos una explicación muy amplia del Plan Puebla-Panamá y de los changarros: no es lo mismo las pequeñas empresas del norte de Italia, que elevar la competitividad y las capacidades humanas con fronteras abiertas y profundamente desiguales.