Ť Publican libro que pone énfasis en su producción plástica de 1999 a 2000
Lezama: trátese de la muerte o el deseo, se debe reflejar lo inmutable
Ť Llevar a la tela momentos límite de sus personajes imaginarios, afán del artista
Ť Incluye ensayos de Carlos Monsiváis, Lelia Driben, Erik Castillo y Francesco Pellizzi
MERRY MAC MASTERS
Una falsa alarma, aunque haya durado un siglo, es como Daniel Lezama (ciudad de México, 1968) se refiere a la supuesta muerte de la pintura. Y al respecto afirma: ''Nunca nos fuimos de la pintura. Lo que pasa es que ciertos niveles del campo teórico llegaron a decir que la pintura estaba muerta".
Egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde siempre se le cuestionó su deseo de pintar, desde que Lezama se liberó de esas ideas, su obra dio un giro radical y empezó a consolidarse. Antes trabajaba por series, con énfasis en los asuntos formales de la pintura, es decir, en reflexionar acerca de los mecanismos de la representación o la metáfora. A partir de 1999, sin embargo, comenzó a plantear sus cuadros como entidades individuales o imágenes unitarias.
Ahora, no es la parte formal motivo de su interés, sino lo que la pintura puede decir en términos emocionales, literarios, de narrativa, de anécdota, incluso, del icono, o sea, de la imagen por sí misma. Lo que Lezama lleva a la tela son momentos límite y decisivos en la vida de sus personajes imaginarios. De allí sus cuadros como La muerte del Tigre de Santa Julia (2000), donde una mujer lava los brazos ensangrentados de su hijo desnudo, que acaba de matar al padre tendido en primer plano.
Pintor y narrador
El año pasado Lezama recibió uno de los tres premios de adquisición de la Bienal de Pintura Rufino Tamayo, por La niña muerta (2000), que parte de una escena de un atropellamiento dibujada por Felipe Gutiérrez en 1860. La itinerancia de su exposición El nacimiento del amor en el Museo de la Ciudad de Querétaro y el Instituto Veracruzano de Cultura dio pie a la realización de un anhelado proyecto: la edición de un libro de su trabajo. Daniel Lezama. Obra seleccionada 1997-2000, con ensayos de Carlos Monsiváis, Lelia Driben, Erik Castillo y Francesco Pellizzi, será presentado por Driben, Castillo, Carlos Aranda y Luis-Martín Lozano, hoy, a las 19:30 horas, en el Museo de Arte Moderno.
Cabe decir que Driben, en vez de escribir un ensayo crítico, hizo narrativa a partir de cuatro de las obras. Por su parte, Monsiváis hace hincapié en la ''dualidad" de Lezama: ''Es un pintor y es un narrador, y si lo primero es lo determinante, lo segundo es la continuación de la pintura por medio del destino de las sombras que la habitan".
Escritura visual
Daniel Lezama considera importante que la imagen, ''una forma de narración condensada", pueda ''decir cosas". Y cree que ''no podemos referirnos a lo humano sin pensar en historias, en pasado, en presente y en futuro", aunque no piensa en una historia para luego pintarla pues, asegura, ''es una forma de escribir diferente, extraordinariamente sintética, a través de lo visual".
La pintura de Lezama se alimenta de la literatura, la imaginación, los sueños, ''de cosas que me han pasado, que me hubiera gustado o me gustaría que me pasaran". El ser humano, dice, está marcado por la necesidad, a lo que el artista tiene que dar sentido. Esto no se obtiene de las apariencias, sino mediante cosas cruciales como son los momentos clave en la vida. De nuestro alrededor, afirma, ''hay que reflejar lo inmutable, lo que siempre nos afecta, ya sea la muerte, el deseo, el haber perdido o no la inocencia, es decir, lo que tiene que ver con el transcurrir emocional interno del hombre".